Los expertos lo tienen claro. A la hora de realizar su asignación de activos, los gestores deben fijarse en factores clave como el momento del mercado, los fundamentales de las empresas y el análisis técnico de su valoración. Sin embargo, ese análisis tradicional se transforma en tridimensional cuando además se engloban factores de inversión responsable o criterios ASG, que pueden aportar más valor al conjunto de la información sobre las empresas en las que se podría invertir. Fernando Gómez-Bezares, catedrático de finanzas de la facultad de económicas y empresariales de la Universidad de Deusto, acaba de presentar el informe Fondos Convencionales vs Fondos ASG: ¿Por qué los segundos pueden ser mejores?, en el que analiza durante el periodo 2007-2015 dos habilidades que caracterizan a todos los gestores de fondos: el stock picking (habilidad para seleccionar las mejores inversiones) y el market timing (capacidad para adelantarse a los movimientos del mercado). “En nuestro estudio hemos observado que en materia de sincronización, es muy difícil que un gestor sea capaz de adivinar el futuro, pero los gestores de fondos éticos lo hacen bastante menos mal que los de los fondos convencionales”, indica Gómez-Bezares. A su juicio, el motivo es que, por lo general, los fondos bajo estos criterios sostenibles son más pequeños, lo que les facilita entrar y salir del mercado de una forma más ágil. En cuanto a la habilidad a la hora de seleccionar activos, “lo hacen ligeramente mejor los éticos”. Para los expertos, el hecho de que las empresas dentro de este universo son, en número, más limitadas, hace que se conozcan mejor, además de contar con el respaldo de una rentabilidad a largo plazo mayor, según los datos que manejan. Buscando empresas sostenibles Es cierto que existen diversos estudios, con resultados diferentes, pero Gómez-Bezares insiste en que las empresas sostenibles son más rentables y tienen menos riesgo a largo plazo. Y es aquí donde reside uno de los principales problemas del sector: la falta de unidad a la hora de definir qué y quién es socialmente responsable. “Es un tema sobre todo pedagógico. Muchos gestores utilizan estos criterios solo por moda, por seguir al rebaño, pero los gestores aún no se dan cuenta de que los factores ISR crean valor a largo plazo”, explica Gómez-Bezares, insistiendo en la importancia de “una depuración del concepto de sostenibilidad, definiendo bien qué es una empresa sostenible, profundizando en conceptos como el de sostenibilidad financiera”. La función educativa resulta clave para que estos criterios pasen a formar parte del día a día en los análisis previos a la asignación de activos, en un entorno en el que, al menos en Europa, el sector se juega sobre todo en terreno institucional. Tal y como explica Jaime Silos, presidente de Spainsif, este colectivo copa el 75% del volumen de inversión responsable gestionada en la región. En España, existen 153 productos bajo este ‘paraguas’, con un patrimonio conjunto de unos 150.000 millones de euros. Cifras que han ido creciendo exponencialmente en los últimos años, pero que aún quedan lejos del ideal a alcanzar. Entre los motivos, los expertos destacan la necesidad de reforzar las competencias de los asesores de inversión y gestores de patrimonio de la gran banca, que descartan en muchas ocasiones este tipo de productos, así como a la falta de cultura financiera que impide al ahorrador española mirar más allá de la vivienda o el depósito. “Creemos que con pedagogía y dando visibilidad a estos productos, el particular se sumará a fondos de pensiones y aseguradoras en su apuesta por la ISR”, explica Silos, recordando que ‘lo sostenible’ ha llegado también al mercado de renta fija, con emisiones como los green bonds, así como en el capital riesgo y empresas no cotizadas.
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