Tras marcar en 2015 su ritmo de crecimiento más bajo en los últimos 25 años, con un alza del 6,9% (frente al 7,3% de 2014), China cerrará 2016 con un crecimiento aún menor. El Banco Central de China augura una tasa de crecimiento de entre el 6,5 y el 7% y los datos parecen darles la razón, aunque no parece que se llegue a superar el 6,9% de 2015. Para 2017, China ha preferido ‘no mojarse’ y fijar sus previsiones entre el 6 y el 7%. Y las previsiones de otros organismos internacionales apuntan a que el crecimiento real quedará más bien en la parte baja de esta horquilla, en el entorno del 6,4%. El FMI ya apuntaba en su último informe de previsiones mundiales que la transición hacia una economía de inversión e industria a otra de consumo y servicios frenaría el consumo a corto plazo, “al tiempo que construye las bases para una expansión más sostenible a largo”. En la misma línea opinaba el Banco Mundial en su actualización económica de Asia Oriental y el Pacífico, donde afirma que China prosigue la transición a un modelo de crecimiento más lento pero más sostenible en el largo plazo. Según informaba Bloomberg News citando una fuente anónima, el presidente chino, Xi Jinping, estaría abierto a la posibilidad de que este 2017 el crecimiento caiga del 6,5% debido al aumento de la deuda y a la incertidumbre mundial tras la victoria de Donald Trump. Para Morgan Stanley, las previsiones se muestran más optimistas de lo esperado y han mejorado sus expectativas para China en este 2017 frente al 6,2% que esperaban inicialmente. Para los expertos de Morgan Stanley, el crecimiento trimestral de China alcanzó su punto álgido en el tercer trimestre de 2016 y debería moderarse gradualmente a lo largo de 2017, algo que atribuyen a una probable desaceleración en el mercado de automóviles y a una menor actividad en el mercado inmobiliario ante la reducción de ayudas públicas a este sector.
hemeroteca