Toca empezar de cero. La vuelta a la rutina en un par de meses será totalmente diferente a la concebida hasta ahora. Esto es lo único que está claro. Aunque la salud de los empleados ya era importante, la Prevención de Riesgos Laborales (PRL) ocupará un lugar aún más destacado dentro de las compañías. Las […]
Gestión y LiderazgoDirigentes Digital
| 14 may 2020
Toca empezar de cero. La vuelta a la rutina en un par de meses será totalmente diferente a la concebida hasta ahora. Esto es lo único que está claro. Aunque la salud de los empleados ya era importante, la Prevención de Riesgos Laborales (PRL) ocupará un lugar aún más destacado dentro de las compañías. Las consecuencias sociales y económicas de un rebrote podrían ser devastadoras, por lo que actuar con cautela más que una recomendación se convierte en una obligación para todos. Cada organización ha adoptado diferentes decisiones en función de su situación: ERTEs, disminución de la producción, permisos retribuidos, etc., por lo que no parten de la misma casilla de salida. No obstante, todas ellas enfrentan un obstáculo inicial antes de comenzar la carrera: conocer el estado de salud de los trabajadores y evitar así focos de contaminación y contagio. A través de la realización de pruebas para saber si ha habido contacto con el virus, si existe inmunización o el sujeto es un potencial transmisor.
Una vez superado ese salto les toca el turno a los planes de contingencia. Desde Quirónprevención señalan que una de las primeras consideraciones a tener en cuenta por parte de las empresas es la elaboración de un plan específico que incluya medidas de higiene individuales y colectivas, así como el refuerzo de la desinfección y control de las instalaciones. A estas hay que añadir factores técnicos y organizativos. En cualquier caso, este debe ir acompañado de una buena comunicación, con un refuerzo de los mensajes pues, aunque se trate de procedimientos de sobra conocidos por todos, no debe bajarse la guardia, insisten los expertos.
Para velar por el cumplimiento de las normas básicas de prevención como el lavado de manos frecuente, el mantenimiento de la distancia de seguridad de dos metros entre personas tanto en el trabajo como en cualquier situación de exposición, evitar tocarse nariz, ojos o boca y toser en un pañuelo desechable o, en su lugar, emplear la parte interna del codo, las organizaciones tienen que contribuir con medidas de refuerzo en sus instalaciones. Así, los lugares de trabajo deberán contar con dispensadores jabonosos desinfectantes -siempre individuales-, contar con cajas de pañuelos desechables y contenedores para su eliminación, preferiblemente cubos de basura con tapa y pedal. Para certificar que todo esto se cumple, lo aconsejable es el uso de carteles de señalización que fomenten su cumplimiento.
Sin olvidarse tampoco de la ventilación de los diferentes espacios, especialmente, de las zonas comunes y las salas de reuniones, además de la limpieza del inmueble y de los equipos de trabajo. “Es crucial asegurar una correcta limpieza de las superficies (…) haciendo hincapié en aquellas de mayor contacto como pomos de las puertas, barandillas o botones. Los detergentes habituales son suficientes”, señalan desde Quirónprevención.
Para garantizar que todo lo anterior se lleva a cabo y el nivel de exposición sea mínimo, se deben adoptar medidas organizativas, técnicas y de protección individual. Esto conlleva una reorganización del mobiliario de oficina y la implementación de barreras físicas en la medida de lo posible, con el objetivo de que se mantengan los dos metros entre personas. Para ello, lo recomendable es la colocación de señales en el suelo con cinta adhesiva o similar en los lugares en los que se puedan producir colas como, por ejemplo, en las máquinas de vending y café o en el microondas.
Dando por hecho que la reincorporación se va a producir de manera gradual con flexibilidad horaria y por franja horaria, lo adecuado sería retomar la actividad por áreas concretas desde las que requieran presencia física hasta las que tengan la posibilidad de hacerla en remoto. En todo caso, evitar las reuniones presenciales o con un elevado número de personas. Y, si han de celebrarse por causa de fuerza mayor, marcar distancias entre personas. Pero toda esta combinación de decisiones no sirve si no se aprovisionan de Equipos de Protección Individual (EPIs) de guantes mascarillas quirúrgicas y FPP2. “La forma óptima de prevenir la transmisión es usar una combinación de todas las medidas preventivas”, señalan.
Por sus características, estos espacios representan los mayores focos de contagio. El alto tráfico de personas las convierte en el punto negro de los edificios. De ahí que los expertos adviertan de que debería ser el último espacio en abrir. Y si lo hacen, establecer un aforo que permita conservar todas las obligaciones de seguridad. Destacan las siguientes:
Aumentar los turnos de comida para que coincidan el menor número de personas posible con un ajuste de la duración de las pausas
Designar a personas que controlen el aforo máximo permitido de las salas en esos horarios; retirar sillas para asegurar los dos metros entre sujetos
En los comedores en los que haya autoservicio servir con sus propios cubiertos y que estos estuvieran previamente enfundados