Cada gran crisis trae grandes cambios. La del coronavirus refleja que el sistema es vulnerable a los golpes, como ya lo mostró la Gran Recesión, que puso en jaque a todas las economías del mundo. Esa reflexión tiene más sentido si cabe con el asunto de la transición ecológica, puesto que el estado del medio […]
Gestión y LiderazgoDirigentes Digital
| 15 dic 2021
Cada gran crisis trae grandes cambios. La del coronavirus refleja que el sistema es vulnerable a los golpes, como ya lo mostró la Gran Recesión, que puso en jaque a todas las economías del mundo. Esa reflexión tiene más sentido si cabe con el asunto de la transición ecológica, puesto que el estado del medio ambiente influye a toda la Humanidad y a todos los países.
Esa es una de las conclusiones que se lanzaron en el último evento de la Fundación Naturgy, titulado La sostenibilidad vista por las corporaciones y los inversores. Jaime Silos, director de Desarrollo Corporativo de Forética, cree que la era actual está marcada por una “mayor vulnerabilidad sistémica”. Esa reflexión se basa en que el mundo llevaba sin afrontar grandes crisis desde la II Guerra Mundial, si bien en apenas doce años se han vivido “dos grandes crisis sistémicas”.
“La pandemia refleja que si no se resuelven los problemas en conjunto, se paralizan las economías”, afirma Silos. Sin embargo, cree que la transición ecológica, asumida por gran parte de la sociedad y las empresas, aún se encuentra “en los albores de la mayor transformación de la historia”. Para Silos, no solo se trata de transformar el consumo energético y la relación del ser humano con el medio ambiente, sino que hay numerosos factores implicados, como el uso de las nuevas tecnologías.
Ana Claver, CFA directora general de Robeco Iberia, US Offshore & Latam y Presidenta del comité de Sostenibilidad de CFA Society Spain, coincide en que en el aspecto inversor aún se están dando los primeros pasos. Diferenciando entre tres etapas, Claver dice que en este momento los inversores están en la fase de exclusión, aquella en la que los negocios controvertidos empiezan a desaparecer de las carteras de inversión: “Es un paso importante pero muy preliminar”.
La segunda parte tiene que ver con la integración, es decir, el momento en que se consideran aspectos importantes de gobernanza de cada compañía para invertir o no en ella. “No es lo mismo analizar una compañía energética que una financiera”, dice Claver, por lo que en unas tendrá más peso, por ejemplo, el aspecto ecológico, y en otras, la gobernanza.
Por último, la tercera etapa consiste en medir el impacto social que la empresa puede tener en su entorno. Es decir, no solo considerar los beneficios económicos y la rentabilidad, sino que se produzca un beneficio social y medioambiental allí donde opera la empresa.
En cuanto al papel de la inversión, Silos se muestra “tremendamente optimista”, puesto que esta transformación apela a dos valores fundamentales de las personas: el altruismo y el egoísmo. Por un lado, las ideas de las inversores reclaman mayor concienciación de las empresas pero, por otro, las inversiones sostenibles cuentan con bonificaciones que, en último término, proporcionan una mayor rentabilidad o menores costes de riesgo.
En el caso de España, Silos afirma que las empresas españolas pueden presumir de tener “mucha cultura y tradición” en lo que se refiere a la sostenibilidad. En eso coincide Manuel Calvo, presidente de Fundación Naturgy, quien asegura que “los datos en España y en Europa impresionaban por su evolución”, además de confirmar que en España “ha habido un gran apetito” por este asunto.
Por su parte, José Manuel Morán, vicepresidente del Capítulo Español del Club de Roma, corrobora que las empresas han ido aprendiendo durante los años a “ver que la sostenibilidad era un negocio importante para las cuentas de resultados”. No obstante, hay que poner el foco en las empresas pequeñas, donde es más difícil hacer grandes transformaciones.