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“La mayoría de la gente tiene un concepto equivocado de la productividad”

¿Cuál es la importancia de aprender a priorizar? Aprender a priorizar es esencial para poder aprovechar mejor nuestro tiempo y poder tener todas las áreas de nuestra vida cubiertas: la familia, la salud, el ocio, lo profesional, la formación y la parte ética y espiritual. Para ser felices, debemos tener todas ellas equilibradas. A través […]

Gestión y Liderazgo

Dirigentes Digital

23 may 2019

¿Cuál es la importancia de aprender a priorizar?

Aprender a priorizar es esencial para poder aprovechar mejor nuestro tiempo y poder tener todas las áreas de nuestra vida cubiertas: la familia, la salud, el ocio, lo profesional, la formación y la parte ética y espiritual. Para ser felices, debemos tener todas ellas equilibradas.

A través de esta vía mejoramos nuestra productividad, porque nos muestra el mejor camino para alcanzar metas en el menor tiempo posible, generando nuevas rutinas que estén enfocadas a conseguir determinados resultados y a evitar interrupciones que ralenticen esta marcha.

¿Considera que entendemos realmente qué es ser productivo? ¿Qué significa para usted?

La mayoría de la gente tiene un concepto equivocado de la productividad. Suele estar asociado con sacar adelante mucho trabajo, o a echar muchas horas en el plano laboral, y no es así exactamente. La fórmula de la productividad divide la calidad del trabajo entre el tiempo que nos lleva realizarlo. Es decir, debemos considerar que una persona es muy productiva cuando realiza labores de alta rentabilidad de forma óptima en el menor tiempo posible.

Si somos demasiado perfeccionistas y perdemos tiempo en los detalles, no seremos productivos, de la misma forma que tampoco lo seremos si realizamos muchas labores de forma mediocre en muy poco tiempo. Debe haber un equilibrio entre ambas partes. Por ejemplo, desde el punto de vista laboral, debemos trabajar por conseguir equipos de trabajo capaces de cumplir con sus obligaciones sin alargar su jornada diaria. En definitiva, exigir a nuestros trabajadores que se marchen a su hora, y no lo contrario, es una gran ayuda para mejorar resultados.

¿Por dónde debe comenzar el aprendizaje una vez nos hemos marcado la productividad como meta?

El primer paso es el del autoanálisis para saber en qué puntos estamos mejor, en cuáles peor, qué hábitos debemos cambiar, dónde fallamos, cómo podemos corregir esos fallos, etc. Una autocrítica constructiva que nos haga ver nuestras fortalezas, debilidades y oportunidades. De hecho, es un ejercicio práctico que yo recomiendo hacer diariamente.

El primero siempre será más largo y analítico, y abarcará todas las áreas de nuestra vida, pero los siguientes serán mucho más ágiles, enfocados en las actividades de nuestra agenda diaria para corregir las desviaciones que vayamos detectando. De esta manera veremos de forma más clara qué objetivo queremos lograr, un ‘para qué’ hacia el que deben ir encaminadas prácticamente todas nuestras acciones y que será la fuente de nuestra motivación.

¿Cómo desterramos el mito de que a más tiempo dedicado a una tarea, mejor resultado?

Es complicado, porque implica derribar ciertas creencias que tenemos arraigadas en nuestro interior, que nos han inculcado desde pequeños. Esa concepción de la perfección o del compromiso para con los proyectos en los que nos embarcamos nos hace perder unos minutos preciosos para dedicarle a otros menesteres que mejoren nuestro rendimiento.

Quizás la mejor forma de ver esta realidad es ponerle precio a una hora de trabajo, plasmando de una forma tangible si el tiempo dedicado es rentable y si las tareas se resuelven de manera eficaz y eficiente. Hay que tener en cuenta que nuestro cerebro no procesa de la misma manera perder 60 minutos que tener 60 euros menos en nuestra cuenta corriente, aunque en el fondo sea lo mismo.

“La mayoría de la gente tiene un concepto equivocado de la productividad”

La falta de tiempo, ¿es una excusa que nos ponemos a nosotros mismos?

Es una disculpa a la que suele recurrir nuestro subconsciente para evitar salir de su zona de confort. En el fondo, todo es cuestión de prioridades. Por ejemplo, si estamos en pleno gabinete de crisis de nuestra empresa y nos avisan de urgencia que nuestro hijo está grave en el hospital, nunca diremos que no tenemos tiempo, aunque nos estemos jugando el futuro de la compañía.

Si queremos embarcarnos en algo nuevo, como hacer un máster, ir al gimnasio todos los días, apuntarnos a un voluntariado… lo que sea que esté fuera de nuestra rutina habitual, debemos planificarnos bien y ponernos un objetivo concreto a lograr. A partir de ese objetivo tendremos que ir organizando nuestra agenda, marcando nuestras prioridades, incluyendo acciones sencillas y concretas que nos ayuden a conseguirlo. Principalmente tenemos que saber lo que queremos, exponerlo de forma tangible para que nuestro cerebro lo vea claro y crear nuevas rutinas que transformen esa zona de confort del subconsciente que no nos deja avanzar.

Como solución a estas y otras cuestiones plantea el “Método de las cajitas”®, ¿en qué se basa?

Las Cajitas son una metáfora de esas pequeñas acciones, sencillas y concretas, que debemos incluir en nuestro día a día para lograr metas encaminadas a conseguir un objetivo más grande. Son pequeñas dosis de magia diaria que nos ayudan a convertirnos en motores del cambio que buscamos. Nos ayudan a motivarnos y a evitar las excusas, como la de la falta de tiempo de la que antes hablábamos, para lograr lo que nos proponemos.

En definitiva, es un método de entrenamiento para cambiar el chip de nuestro cerebro a través de la concreción. De esta manera podremos marcar pautas de trabajo más productivas y rentables para nuestra empresa al mismo tiempo que mejoramos las condiciones de quienes trabajan en ella. Pero también se puede aplicar para adquirir hábitos más saludables, gestionar mejor nuestro tiempo de ocio, etc.

A lo largo de su carrera ha ayudado a más de 10.000 profesionales, ¿cuál es el perfil más resistente al cambio con el que ha trabajado?

Es complicado trabajar con el perfil de empresario o directivo senior, de costumbres y creencias arraigadas difíciles de derribar. No todos los casos son iguales, pero habitualmente centran su mirada en la empresa y sus resultados, y les cuesta pensar en cómo podrían mejorar si organizasen de otra manera la labor conjunta de sus equipos de trabajo. O si se preocupasen en cubrir ciertas necesidades de las personas que tienen a su cargo para que éstas sean más felices y rindan mejor, con un mayor compromiso.

¿Qué consejo considera imprescindible como punto de partida para ganar calidad de vida sin perder de vista nuestros objetivos profesionales?

El del autoanálisis inicial. Saber en qué puedo y en qué quiero mejorar, qué aspectos de la vida están sin cubrir y cómo puedo equilibrarlos, qué oportunidades puedo aprovechar desde el punto de vista profesional… Revisar hacia dónde quiero ir y cómo puedo conseguirlo realizando pequeños cambios diarios en nuestras rutinas, replanteando nuestra agenda con una buena planificación.

¿Cuál es su reflexión favorita entre las que aparecen en su libro Las cajitas del éxito?

Me gusta releer las historias reales que aparecen en el libro, son inspiradoras porque uno se puede ver reflejado en cada una de ellas y darse cuenta de que hay esperanza, porque son casos de éxito. Dicho esto, y centrándonos en las reflexiones, me parece esencial poner el foco en saber encontrar la verdadera felicidad, que no está ni en el éxito profesional exclusivo ni en una vorágine consumista, sino en tener esas facetas de nuestra vida equilibradas. En el libro Las cajitas del éxito incluyo varios testimonios para tratar de reflejarlo.

Ser felices debería ser nuestro máximo objetivo, y para ello necesitamos sacar de nuestra agenda diaria todo aquello que nos haga pensar en negativo y cambiarlo por acciones que nos generen bienestar, que nos hagan sentirnos bien con nosotros mismos y con aquellos que nos rodean. Mejorar en este aspecto también nos va a ayudar a ser más productivos y a mirar nuestro día a día con otro talante.

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