Cuando todo el mundo estaba mirando a la biotecnológica alemana Curevac y los inversores se peleaban en público por tener su parte de la tarta, otra empresa alemana, Biontech, ha ganado al final la carrera por la vacuna contra el Covid-19. Detrás de este éxito empresarial está la historia de dos médicos turco-alemanes que también […]
InternacionalDirigentes Digital
| 27 nov 2020
Cuando todo el mundo estaba mirando a la biotecnológica alemana Curevac y los inversores se peleaban en público por tener su parte de la tarta, otra empresa alemana, Biontech, ha ganado al final la carrera por la vacuna contra el Covid-19. Detrás de este éxito empresarial está la historia de dos médicos turco-alemanes que también provoca mucha esperanza en Alemania en tiempos de grandes críticas a la política migratoria del Gobierno de Angela Merkel. “Es obvio que hay muchos problemas con la asimilación cultural de una parte de los migrantes que venían en los últimos 20 años y que todavía no quieren que se mezclan sus hijos con alemanas por una cuestión de religión, sobre todo”, dice la periodista turca-alemana Firuze Bespinar. Algunos pocos de ellos se radicalizan. Sintiéndose sin hogar en un país muy diferente al suyo y siendo tampoco aceptados en su propio país de origen, crean clanes y bandas junto con otros migrantes. Bespinar cree que historias como la de los médicos Ugur Sahin y Özlem Türeci son una esperanza en una realidad de subculturas más bien escondidas a nivel político en Alemania.
Ahora todos los turcos en Alemania tienen sus propios héroes: Sahin, de 55 años, es el director ejecutivo de Biontech y Türeci, de 53 años, es directora médica. Nacido en Turquía, Sahin se mudó con sus padres a Alemania, donde su padre encontró trabajo en una fábrica de automóviles. Ironía de destino, pero hoy Biontech es el nuevo Mercedes Benz alemán con acento turco que vale ya 25 mil millones de dólares en la bolsa de valores, unas tres veces más que Deutsche Bank. Sahin obtuvo su doctorado en Colonia y trabajó de 1992 a 2000 como investigador y médico especializado en enfermedades internas en el Hospital Universitario de Saarland. En 1999, obtuvo su habilitación en inmunología y medicina molecular. Mientras su mujer Türeci es hija de un médico nacida en Alemania. En una entrevista, dijo una vez que su principal motivación es ser útil.
La apuesta de la pareja alemana-turca de Biontech no solamente ha dado esperanza a los millones de personas de riesgo en la pandemia que quizás dentro de poco puedan tener una vacuna, sino también a los inversores. Algunos como Thomas Strüngmann y Michael Motschmann, dicen que nunca han tenido trato con mentes tan brillantes. Sahin, profesor de la clínica universitaria de Mainz, parece reservado en su comportamiento a pesar de todo el ruido mediático que hay ahora mismo, igual que su mujer. Pero Magda Rosenmöller del IESE que ha trabajado como economista de salud para el Banco Mundial, alerta de que no hay que estar demasiado eufóricos: “Necesitamos más evidencia relacionada con la efectividad y los posibles efectos secundarios. Las noticias parecen buenas, pero aún es temprano.”; En un año la acción de Biontech ha ganado casi un 350% a pesar de las dudas, como si la vacuna es adecuada, porque probablemente se necesite conservar a -70 grados para que la sustancia desarrollada no se desintegre.
De todos modos la carrera por la vacuna ha sido el negocio del año y en Europa llama la atención la implicación alemana. El propio Gobierno federal había invertido ya alrededor de 500 millones de euros en Curevac para que no se quedara en manos de los americanos. Pero al final Pfizer y Biontech han sido más rápidos hasta ahora. Así Curevac ha sido menos exitoso en la bolsa el último año pero el que ha invertido en esta biotech alemana tampoco ha salido nada mal con unas ganancias de alrededor del 45% por el momento. Para los médicos turcos el dinero es secundario porque son científicos de pura raza. Los dos son felices en Alemania donde, no solamente se aprecia enormemente el mundo de la investigación, sino que se pagan también buenos sueldos, hay buenas universidades y existe una buena infraestructura de laboratorios.
Poco después de conocerse hace 20 años en la clínica universitaria de Homburg, la pareja fundó la compañía farmacéutica Ganymed, que desarrolló un fármaco revolucionario contra el cáncer de esófago. En 2008 crearon Biontech con el apoyo de numerosos inversores y tienen ya 1500 empleados. “Hay que pensar en el virus como una bola de espinas”, dicen. Su vacuna no solo bloquea las espinas que causan la infección, sino que también desencadena la producción de las llamadas células T del virus. De todos modos, el experto bursátil, Jens Rabe aconseja a los inversores que tengan cuidado, después de todo, “solo una noticia ligeramente negativa es suficiente para convertir la mina de oro en una ruina”.