El Banco Central (BC) subió los tipos básicos de 2 a 2,75% en marzo y sugirió que volverá a subirlos en mayo. El real, la moneda local, ya se desvalorizó -10,2% convirtiéndose en una de las divisas con peor resultado este año. Todo eso en un contexto de pandemia fuera de control que afecta también […]
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| 01 abr 2021
El Banco Central (BC) subió los tipos básicos de 2 a 2,75% en marzo y sugirió que volverá a subirlos en mayo. El real, la moneda local, ya se desvalorizó -10,2% convirtiéndose en una de las divisas con peor resultado este año. Todo eso en un contexto de pandemia fuera de control que afecta también la gobernabilidad política.
Tal es el bagaje con que llega Brasil a este segundo trimestre, con una etiqueta de “estanflación” (estancamiento económico conjugado con alta inflación) que provoca preocupación a economistas oficiales y del sector privado.
“Gran parte de la inflación de corto plazo se debe a los precios de materias primas y al cambio”, ha dicho en un análisis reciente Roberto Campos Neto, exjefe de renta fija del Santander Brasil y presidente del BC desde el inicio de la gestión del presidente Jair Bolsonaro.
En efecto, mientras los precios del petróleo suben (por el crecimiento global y las restricciones de oferta de la Opep), la tasa anual de inflación en las fábricas brasileñas saltó a 28,6% en febrero, la más alta desde enero de 2014, según el Instituto de Estadísticas oficiales IBGE.
El mayor aumento ese mes fue el 87,6% de la industria minera, dijo el IBGE, aunque la escalada de los precios de los alimentos contribuyó a casi 8 puntos porcentuales, más de una cuarta parte, del aumento anual general, añadió.
Para intentar contener esa aceleración de los precios -que está superando la marca de 3,75%, establecida como meta central del año- el BC practicó el citado aumento de los tipos básicos, que es el primero desde 2015.
Como otro elemento que se conjuga para una “tormenta perfecta”, el riesgo país (medido por el Credit Default Swap) llegó a 214 puntos a mediados de marzo, reflejando las reacciones a la intervención de Bolsonaro en Petrobras, la anulación de condenas de Lula da Silva y la (inexistente) gestión de la pandemia.
“Este gran estrés tiene tres motivos: el peor momento de la pandemia, un panorama fiscal complicadísimo y las tramas políticas y jurídicas en Brasilia”, dice Matheus Spiess, economista de la agencia Empiricus, en una explicación para el retiro de dólares de la plaza local, que llegó a 51.000 millones líquidos en inversiones en 2020, según datos del BC.
Pandemia, cuentas públicas y agitación política, justamente, son los ingredientes más presentes en el noticiero diario del gigante sudamericano, particularmente después de que el Gobierno, presionado por economistas, formó su primer comité para combatir el covid en escala nacional el mes pasado.
Los movimientos subsiguientes de Bolsonaro, que reformuló seis ministerios, entre estos el de Defensa, provocando con ello una fuerte crisis en las fuerzas armadas, no hicieron más que aumentar la tensión y la percepción negativa del país en las mediciones y pronósticos.
Se inicia así un segundo trimestre en el gigante sudamericano con muchas ventanas abiertas a un temporal que sigue arreciando con fuerza en la salud y la economía, estableciendo récords sobre récords en resultados exactamente opuestos a los que el Gobierno y la población quieren alcanzar.