A ctualmente, en China, es posible apreciar que el consumo privado va ganando terreno al sector industrial. Sectores como el tecnológico, o los servicios, están superando al inmobiliario en sus tasas de crecimiento. Y esto, al final, indica que la reforma deberá seguir avanzando durante los próximos años. A más corto plazo, no obstante, preocupan […]
InternacionalDirigentes Digital
| 30 jul 2019
A ctualmente, en China, es posible apreciar que el consumo privado va ganando terreno al sector industrial. Sectores como el tecnológico, o los servicios, están superando al inmobiliario en sus tasas de crecimiento. Y esto, al final, indica que la reforma deberá seguir avanzando durante los próximos años.
A más corto plazo, no obstante, preocupan otros desequilibrios derivados de las ineficiencias actuales del sistema. La deuda pública podría repuntar hasta alcanzar niveles máximos del 68% en 2019. Y el endeudamiento total del país, tanto público como privado, se situará en torno al 248%. El déficit chino se explica por la inversión en infraestructuras, tan necesarias como los nuevos trenes de alta velocidad, si bien esto continúa provocando un enorme excedente acerero, entre otras materias primas.
Los bancos, por otra parte, presentan una tasa de morosidad ligeramente superior al 1%. Es baja, considerando el alto endeudamiento, por lo que podría repuntar. La banca estatal china, al final, continúa atrapada en créditos destinados a crear puestos de trabajo (pero con una rentabilidad decreciente). Cuando las empresas no estatales puedan financiarse mediante mecanismos privados, saliendo a bolsa o emitiendo más bonos, esta distorsión debería ir reduciéndose. Las recientes salidas de capitales, quizás, reflejan esta preferencia del capital chino para invertir en otros países donde la rentabilidad pudiera ser más elevada.
Ahora bien, para aliviar todas estas tensiones, se esperan más restricciones sobre la cuenta de capital. Pero en unos años, cuando comience a liberalizarse, será necesario retener todo este capital. No mediante restricciones como hasta ahora, más al contrario, se necesitará una reforma financiera completa que haga atractivo invertir en China. Por ejemplo, abriendo las bolsas para que pueda entrar capital internacional sin ninguna restricción. Desarrollando el mercado de bonos. Y liberalizando los intereses para subir el tipo sobre depósitos aliviando, de paso, al sufrido ahorrador chino. La progresiva liberalización del sector estatal, dirigida a incrementar su eficiencia con inversiones privadas, también servirá para ir ajustando todos estos desequilibrios.
Entretanto, las expansiones tanto fiscales como monetarias pueden ser suficientes para retrasar cualquier burbuja de las que actualmente amenazan la economía (los precios inmobiliarios en grandes ciudades “Tier 1” llevan estancados desde 2017). A medio-largo plazo, sin embargo, la única salida viable en China son las reformas estructurales de oferta. Con un horizonte temporal bien definido, además, que es 2020.