La crisis económica del COVID-19 es, esencialmente, un shock súbito de demanda. En China, donde se tiene la serie histórica más larga bajo sistemas de cuarentena masivos, el impacto ha sido significativo. Sin embargo, se han adoptado medidas expansivas para amortiguar los costes. Y estos, seguramente, serán aprovechados dentro del medio- largo plazo con vistas […]
InternacionalDirigentes Digital
| 23 mar 2020
La crisis económica del COVID-19 es, esencialmente, un shock súbito de demanda. En China, donde se tiene la serie histórica más larga bajo sistemas de cuarentena masivos, el impacto ha sido significativo. Sin embargo, se han adoptado medidas expansivas para amortiguar los costes. Y estos, seguramente, serán aprovechados dentro del medio- largo plazo con vistas a una modernización de la oferta:
Las ventas minoristas, principal indicador del consumo privado, han caído un 20.5% entre los meses de Enero-Febrero. El impacto sobre textil, sector automovilístico o catering, lo menos necesario durante una cuarentena, ha sido del 43-31%. El turismo también se ve seriamente afectado, sobre todo, si conlleva aglomeraciones humanas. Sobre los bienes de uso diario, desde alimentación hasta higiene personal o material farmacéutico, el impacto ha sido menor. Las ventas online de bienes, por último, aumentaron un 3%. Sobre el consumo, en consecuencia, una buena recomendación sería: mantener abiertos todos los mercados, distribuidoras de alimentos o farmacias (decretando normas orientadas a minimizar las nuevas infecciones: regulando el tráfico de personas, distanciamiento social con mascarilla, otras recomendaciones sanitarias etc..). Estimular la compra on-line (esto hace crecer la velocidad de circulación del dinero). Mantener todos los servicios posibles, sobre todo educativos, funcionando on-line (cuanta menos actividad económica se paralice, mejor, estimular el teletrabajo al máximo). Mantener la operativa del sector financiero- asegurador también on-line sin cerrar las sucursales físicas (en China, con un desarrollo notable de la banca electrónica, sí cerraron. En España, para no dañar las transacciones con dinero líquido, abrieron).
La construcción nueva, en China, descendió un 40% en los meses de enero-febrero. Considerada actividad no esencial, la construcción es especialmente sensible a una cuarentena. La producción industrial descendió un 13.5%, sobre todo el sector manufacturero, debido a interrupciones del suministro en las cadenas de valor. Acero (+3.1%), metales (+2.2%) o generación eléctrica (-8.2%) se mantuvieron con un funcionamiento relativamente normal. Sobre la producción industrial e inversión, en consecuencia, una buena recomendación sería: las decisiones de inversión privada, desde el sector manufacturero hasta construcción, se frenan en seco debido a la incertidumbre de una cuarentena indefinida. Toda la producción “upstream” debe mantenerse funcionando (desde utilities hasta materias primas).
La inversión china en activos fijos descendió un 24.5% durante los meses de enero- febrero. Sobre el gasto público, en consecuencia, una buena recomendación sería: un plan público de inversión en activos fijos sobre el sector manufacturero, construcción e infraestructuras necesarias. Dadas las peores perspectivas de consumo, comercio internacional e inversión privada, solamente estos planes amortiguarían el descenso del PIB. Gran parte de dicha inversión irá a deuda, en naciones como China o España, colocada al banco central. Sin banco central, no obstante, se recomiendan inversiones mediante emisión de bonos en dólares, rentables a medio-largo plazo (acelerar el desarrollo de infraestructuras, transición energética, introducir más intensidad tecnológica (en logística, sector manufacturero, transporte o e-government), un refuerzo del sistema sanitario, investigación bio-médica etc..).
Las importaciones chinas, según el consenso del mercado, se reducirán un 3% en 2020. Y sus exportaciones, algo menos, un 2.5%. Sobre el comercio internacional, en consecuencia, una buena recomendación sería: aprovechar la competitividad de un dólar débil. Y las facilidades que da China, tras esta crisis, a la importación de productos extranjeros. Habrá, en todo caso, un impacto negativo sobre todas las actividades relacionadas con el comercio mundial durante 2020. Conviene, en ese sentido, simplificar temporalmente todo lo relacionado con la burocracia comercial (desde aranceles hasta barreras aduaneras).
Otras medidas, siempre temporales, pueden ser los cheques al consumo para reactivar algunas industrias. La inflación, en estos momentos, sería más fácil si faltan suministros (shock de oferta). Desde la demanda, artificialmente contraída, existe margen de actuación temporal en un entorno deflacionario. Deben acelerarse, desde este preciso instante, políticas activas sobre atracción de inversión extranjera directa. También de exportación e internacionalización. Y garantizar una red de subsidios sociales eficiente para los trabajadores parados que, eventualmente, también deben reorientar su actividad. Un primer problema a corto plazo derivado de esta crisis sanitaria es el paro, que puede ser estructural si la matriz productiva cambia significativamente después del COVID-19.