La caída de la demanda de los consumidores o la reducción drástica del gasto en turismo afectaron a las principales empresas e industrias estadounidenses. Ni siquiera se han salvado las grandes compañías centenarias del país que también se han visto afectadas, y aún sufren (aunque de manera dispar) los efectos de la pandemia de COVID-19. […]
InternacionalDirigentes Digital
| 25 may 2021
La caída de la demanda de los consumidores o la reducción drástica del gasto en turismo afectaron a las principales empresas e industrias estadounidenses. Ni siquiera se han salvado las grandes compañías centenarias del país que también se han visto afectadas, y aún sufren (aunque de manera dispar) los efectos de la pandemia de COVID-19. Analizamos algunas de las más sólidas empresas en el tiempo en Estados Unidos y cómo los sectores en los que se encuentran han sufrido las consecuencias de la crisis más profunda desde la Segunda Guerra Mundial.
WALMART Y EL SECTOR RETAIL
El retail estadounidense ha sufrido enormemente desde que comenzó la pandemia en marzo de 2020. Muchos han lidiado con cierres de tiendas durante meses y con una disminución en el gasto discrecional de los consumidores. Decenas de tiendas se han declarado en bancarrota como la histórica JCPenney fundada en 1902 y que fue uno de los primeros grandes almacenes del país. Algunos minoristas ya venían sufriendo en los últimos años la pérdida de clientes en las tiendas físicas y este año de Covid-19 fue su estocada final.
En 2020 se ha acelerado drásticamente la transformación de las grandes tiendas estadounidenses en “almacenes de comercio electrónico”. Las ventas por Internet en EE.UU. aumentaron un 69% el año pasado ya que los consumidores dejaron de salir a comprar debido a los confinamientos y para evitar contagios.
Este cambio en el consumo ha provocado un efecto dominó en los trabajadores por horas y también en un sector inmobiliario en apuros. El espacio que antes se dedicaba a camisetas o televisores ahora se utiliza para seleccionar y empaquetar pedidos en línea. Y parece que no hay vuelta atrás porque los consumidores se han adaptado perfectamente a la compra online y se prevé que las tiendas serán más pequeñas y estarán integradas con las operaciones digitales, o correrán el riesgo de volverse irrelevantes. Una de las empresas minoristas que se ha adaptado muy bien a los nuevos tiempos es Walmart, al menos teniendo en cuenta la salud actual de la empresa. La mayor cadena de grandes almacenes de Estados Unidos, fundada en 1962 y que cotiza en Wall Street desde 1972, ha sobrevivido a la pandemia e incluso ha aumentado sus ingresos. A diferencia de otros minoristas, Walmart vio una mayor demanda durante la pandemia a medida que los consumidores atemorizados compraban muchos artículos para el hogar y otros esenciales. Los ingresos de Walmart alcanzaron los 559.000 millones de dólares en el año fiscal 2020, un aumento del 6,7% respecto a 2019. La división de Walmart en EE.UU. aumentó un 8,6% durante el año principalmente impulsada por un mayor gasto por visita del cliente. En el cuarto trimestre, el valor promedio de cada transacción aumentó un 22%.
Según Forbes, Walmart en 2020 fue la mayor corporación pública del mundo y también el minorista más grande a nivel global con casi 11.000 tiendas bajo 65 marcas en 28 países. A pesar de ello el año pasado Walmart confirmó 1.200 despidos, aunque lo achacaron “a la reorganización del comercio electrónico” de la compañía, que registró un aumento del 79% solo en el tercer trimestre de 2020. Precisamente en esta sección, la digital, la empresa aumentará en mayo de este año el sueldo por hora de sus trabajadores, y también lo hará entre aquellos empleados en puestos de almacenamiento. Parece que sus previsiones para este 2021 siguen siendo buenas, y de hecho el precio de sus acciones ha subido más del 25% desde el comienzo del año.
DELTA AIRLINES Y LA INDUSTRIA DE LA AVIACIÓN
Alrededor del 58% de los turistas llegan a su destino por vía aérea y la brusca parada en el tráfico aéreo debido a la pandemia de COVID-19 creó un efecto negativo masivo en esta industria. Los viajes aéreos de pasajeros en EE.UU. cayeron un 60% en 2020 a su nivel más bajo desde 1984.
Según afirmaba a principios de este año Michael Gill, el director ejecutivo del Grupo de Acción de Transporte Aéreo, “más de 630.000 millones en beneficios reducidos del PIB del turismo relacionado con los viajes aéreos se combinarán con 26,4 millones de empleos perdidos”. “Nuestro análisis muestra que se pueden perder hasta 4,8 millones de puestos de trabajo en la aviación en los primeros meses de 2021, una reducción del 43% con respecto a los niveles anteriores a COVID”, continuaba Gill. “Cuando se expanden esos efectos a todos los trabajos que normalmente respaldarían a la aviación, 46 millones de empleos están en riesgo”.
Sin duda este sector ha sido de los más afectados por la crisis del coronavirus y ninguna compañía aérea del país ha podido esquivar sus efectos.
Incluyendo la última ayuda de marzo de 2021, el gobierno estadounidense ha dado un estímulo financiero al sector de alrededor de 56.000 millones de dólares desde que comenzó la pandemia.
Entre las aerolíneas más afectadas, la más antigua Estados Unidos, Delta Airlines, fundada en 1924. La enorme caída en la demanda y la poca confianza de los consumidores en los viajes aéreos afectó tan sólo en los 3 primeros meses del año 2020 a esta compañía con unas pérdidas de 5.700 millones. En ese periodo el número de pasajeros se redujo un 93% en comparación con el mismo trimestre del año 2019. En su conjunto, el año pasado supuso “el peor año de su historia”, según afirmó la compañía. Delta perdió un récord de 12.390 millones en 2020, lo que también supuso la primera pérdida anual de la aerolínea con sede en Atlanta. La compañía evitó recortes de empleo, en parte gracias a los 18.000 empleados (aproximadamente el 20% de la fuerza laboral pre pandémica de Delta) que aceptaron adquisiciones y paquetes de jubilación anticipada el año pasado. Además, la empresa redujo el salario de los gerentes y las horas de trabajo de miles de trabajadores en un 25%. Con el dinero de ayuda recibido por parte del gobierno federal ahora está pagando bonificaciones para compensar los recortes salariales. Con estas medidas, Delta Airlines redujo a la mitad su gasto de efectivo en el cuarto trimestre de 2020. Y aunque ya ha informado que perdió 2.300 millones en los primeros tres meses de este año (o lo que es lo mismo 11 millones por día durante el trimestre) espera ser rentable este verano. Un pronóstico muy optimista, pero la distribución de vacunas ha despertado el entusiasmo de que los viajeros volverán a volar en los próximos meses. “Estamos viendo un gran aumento en las reservas en los últimos meses”, dijo el presidente ejecutivo de Delta, Ed Bastian. “En marzo tuvimos el doble de reservas que en enero”. “Vemos un camino para volver a la rentabilidad” en el tercer trimestre, continuaba Bastian.
EXXONMOBIL Y EL SECTOR PETROLERO
Y muy unido a los efectos de la COVID-19 en la industria aeronáutica están los causados en las petroleras. El colapso sin precedentes de la demanda de crudo afectó a todo el sector, especialmente al inicio de la pandemia cuando los confinamientos paralizaron temporalmente la actividad y la demanda. ExxonMobil, la petrolera más antigua del país (fundada en 1870 aunque adaptó este nombre en 1999 tras la fusión de Exxon y Mobil) vio como el consumo de petróleo bajó enormemente, por cancelación de vuelos pero también porque la gente no usaba sus vehículos ya que trabajaba desde casa. De hecho, el 21 de marzo de 2020 los volúmenes de venta en las gasolineras cayeron en picado, disminuyendo un 23,6% (respecto a los niveles de la misma semana de 2019). Las caídas en las semanas posteriores fueron aún más dramáticas, y la mayor se registró durante la semana que terminó el 11 de abril, en la que los niveles de volumen de ventas de gasolina se redujeron a la mitad.
Las consecuencias no se hicieron esperar en el sector. Tan solo en los primeros 6 meses de 2020 ExxonMobil perdió casi 1.700 millones de dólares, y en el conjunto del año pasado sus pérdidas fueron enormes, ascendiendo a los 22.400 millones (tras registrar un beneficio de 14.300 millones en 2019). Y sus ingresos disminuyeron un 31% en 2020, a 181.500 millones de dólares. Estos resultados empujaron al grupo petrolero a reducir su gasto y acelerar su incursión en energías menos contaminantes. La compañía abandonó proyectos considerados menos estratégicos, como los programas de explotación de gas en Estados Unidos, Canadá y Argentina.
Además, a finales del año pasado anunciaron que recortarían 14.000 puestos de trabajo a nivel global hasta final de 2022, a medida que los efectos de la pandemia afectasen a la demanda de crudo, lo que supone aproximadamente un 15% de su fuerza laboral. Tan solo en Estados Unidos se eliminarán 1.900 puestos de trabajo. (ExxonMobil tenía alrededor de 88.300 trabajadores a finales de 2019). Un año después de que empezara la crisis de coronavirus, por primera vez la venta de gasolina ha superado los niveles pre pandémicos. Según el servicio de información del precio del petróleo (OPIS) en marzo los volúmenes superaron los niveles de 2020 en un 10% sobre la base de las ventas en las mismas gasolineras.
La Administración de Información Energética de EE.UU. pronostica que a nivel global el consumo mundial de petróleo y combustibles líquidos promediará 97,7 millones de barriles por día para todo el año 2021, lo que representa un aumento de 5,5 millones de barriles por día con respecto a 2020, y esto indicaría que los mercados mundiales de petróleo se están reequilibrando. Pero, aún así, según la Agencia Internacional de Energía (AIE) es posible que “la demanda de crudo nunca se recupere a niveles pre pandémicos”. “El fuerte crecimiento en los países en desarrollo ya no es suficiente para compensar las disminuciones dentro de la OCDE, donde las mejoras en la eficiencia del combustible están teniendo un gran impacto”, explican desde la agencia, que además cree que el consumo debería seguir aumentando fuertemente en 2022 reduciendo la brecha con los niveles anteriores a la pandemia, “sin embargo, más allá de eso, es probable que la demanda de crudo se estanque durante varios años”.
GENERAL MOTORS Y LA INDUSTRIA AUTOMOVILÍSTICA
Y si el consumo de gasolina tuvo un patrón drástico al inicio de la pandemia, también lo notó enormemente el del sector automovilístico, porque los desplazamientos cayeron en picado y, según los expertos, la industria automotriz podría no recuperarse hasta 2023. Tan solo en marzo de 2020 las ventas de automóviles registraron una disminución del 30%. Y según Moody’s las ventas mundiales de vehículos ligeros se desplomaron un 16% (o aproximadamente 14,5 millones de unidades) en todo el año 2020. Entre las damnificadas, una de las grandes compañías estadounidenses, la centenaria General Motors (GM), fundada en 1908, que incluso tuvo que cerrar sus fábricas en Norteamérica durante casi dos meses. Sus ganancias cayeron un 4,5% en 2020, pero una sólida segunda mitad compensó con creces los efectos de los cierres de fábricas relacionados con la pandemia. El fabricante de automóviles de Detroit ganó 6.430 millones de dólares debido a que la demanda de sus vehículos aumentó a finales de 2020. Tan solo en el cuarto trimestre, la compañía ganó 2.850 millones.
A pesar de que las fábricas de GM se pusieron a producir a toda máquina, el inventario era escaso para la demanda de los clientes, y las ventas cayeron un 19% el año pasado con respecto a lo vendido en 2019. En cuanto a los despidos, tan solo se han reportado 700 en fábricas de Tennessee debido a la caída de las ventas, y también se produjo un recorte en las horas de producción de algunas plantas debido a que la pandemia apretó la cadena de suministro.
A esto se unió un problema de escasez de chips semiconductores para los vehículos, sin precedentes en la historia, que sigue afectando actualmente a la industria automovilística. Dicha escasez se debe, entre otros motivos, a que durante la pandemia el cambio de comportamiento de los consumidores les llevó a comprar más aparatos electrónicos como ordenadores o teléfonos móviles y menos vehículos y los chips se usaron para manufacturar la tecnología demandada. GM predijo que esa falta de chips le costará entre 1.500 y 2.000 millones de dólares en ganancias ya que esto le supone pérdida de producción. Aún así, la empresa con sede en Detroit se muestra positiva y espera para este año unos ingresos de 10.000 a 11.000 millones de dólares.
A nivel global, se espera un crecimiento en las ventas de vehículos de entre un 7% y un 9% para este 2021.
COCA COLA Y LA INDUSTRIA ALIMENTARIA
La pandemia de COVID-19 afectó también a la industria alimentaria mundial, ya que los gobiernos cerraron restaurantes y bares para frenar la propagación del virus. Y esos cierres provocaron un efecto dominó entre las industrias conexas, como la producción de alimentos, bebidas o transporte de los mismos.
Las ventas en el sector de restaurantes y servicios de alimentos en Estados Unidos cayeron en 240.000 millones en 2020. Al 1 de diciembre de 2020, más de 110.000 lugares para comer y beber estaban cerrados al público temporalmente o definitivamente (según la Independent Restaurant Coalition, se estima que 1 de cada 6 restaurantes se ha visto obligado a cerrar). Esta industria terminó 2020 con casi 2,5 millones de puestos de trabajo (o un 20%) por debajo de su nivel de empleo anterior a la pandemia. Las compañías que nutren el sector se han visto enormemente afectadas, como la centenaria Coca Cola que ha notado los efectos del coronavirus en sus cuentas. Según los datos publicados por la empresa en febrero de este año, sus ingresos netos disminuyeron un 11% durante todo 2020, quedándose en los 33.000 millones de dólares. En el último trimestre del año, las cifras eran aún malas con un descenso del 5%, sin embargo la compañía continuó viendo una mejora en las tendencias en comparación con los trimestres anteriores.
“En 2020, los empleados de The Coca-Cola Company y su sistema de embotellado trabajaron incansablemente para aprender y adaptarse en medio de una crisis global”, dijo James Quincey, presidente y director ejecutivo de The Coca-Cola Company. “El progreso que logramos en 2020, incluidas las acciones tomadas para acelerar la transformación de nuestra empresa, nos da confianza para volver al crecimiento. Si bien persiste la incertidumbre a corto plazo, estamos bien posicionados para salir fortalecidos de la crisis, impulsados por nuestro propósito y nuestras bebidas”. La pandemia canceló eventos donde Coca Cola era uno de los grandes patrocinadores como las Olimpiadas de Japón, o donde vendía mucho sus bebidas como en distintos eventos deportivos, cines o conciertos. Todo ello hizo que la empresa con sede en Atlanta, a finales de 2020 anunciase el despido de 2.200 trabajadores (el 17% de su fuerza laboral global) como parte de una reestructuración más amplia destinada a reducir sus unidades de negocios y marcas (que tiene 500). La multinacional dijo que alrededor de la mitad de los despidos se producirán en Estados Unidos, donde Coca-Cola emplea a unas 10.400 personas. (La empresa de bebidas tenía a 86.200 personas empleadas en todo el mundo a finales de 2019).
El buen ritmo de vacunación de COVID en Estados Unidos y la reapertura de la economía prevén un mejor año 2021 para la multinacional fundada en 1892. Su CEO, James Quincey, se muestra positivo y cree que superarán esta crisis, incluso haciéndoles más fuertes, como ya lo hicieran tras pasar por otras crisis económicas, guerras y otras pandemias a lo largo de sus 129 años de historia.