No es extraño que las economías se comporten de una forma distinta a lo que pronostican las previsiones. También es habitual que las previsiones corrijan a las anteriores conforme más cerca están del periodo a que se refieren. Sin ir más lejos, la Comisión Europea estimó en primavera que la economía de España crecería un […]
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| 26 jul 2019
No es extraño que las economías se comporten de una forma distinta a lo que pronostican las previsiones. También es habitual que las previsiones corrijan a las anteriores conforme más cerca están del periodo a que se refieren. Sin ir más lejos, la Comisión Europea estimó en primavera que la economía de España crecería un 2,1% en 2019, un dato que elevó al 2,3% en la segunda semana de julio.
Es un hecho recurrente que también sucedió en otros casos. Por ejemplo, la previsión de primavera para Francia esperaba un crecimiento del 1,5% de su PIB en 2020, una tasa que ha reducido al 1,4% en su pronóstico más reciente. Otro caso, el de Irlanda, ejemplifica este tipo de correcciones, dado que en la anterior previsión se anticipaba una expansión del 3,8% del PIB, que ahora alcanza el 4%.
Lo que podemos observar de estos ejemplos es que las revisiones suelen revestir una cantidad marginal y el cambio es de apenas unas décimas. Esa idea se tambalea si retomamos el último ejemplo: Irlanda. En este caso no se trata de un cambio en las previsiones entre sí, sino entre las previsiones y las cifras oficiales de crecimiento.
Los cálculos que se hicieron en otoño de 2014 estimaban una expansión del 3,6% para 2015. Un año después, cuando 2015 estaba punto de acabar, se esperaba que la economía irlandesa crecería un 6%. Los datos oficiales del gobierno irlandés reportaron un avance del 25,1%.
Las críticas que recibió el país en su momento obligaron a reconocer al jefe del gobierno, Enda Kenny, que esos datos “no reflejan exactamente qué está pasando en la economía”. El propio ejecutivo explicaba que esa subida se debió a que grandes empresas domiciliaron sus balances en el país. En la isla el impuesto de sociedades está establecido en el 12,5%, frente al 15% en el caso de Alemania, el 33% en Francia o el 25% en España. De ese modo, se trata de la tasa más baja de toda la Unión Europea.
Para el consejero del CESE, Javier Doz, “hay una especie de silencio” en datos como los de Irlanda. Se trata de “competencia desleal” con el resto de estados miembros, por las ventajas fiscales que ofrecen a las empresas. Son “masivas entradas de dinero en Irlanda” y, en un tono más crítico que Kenny, Doz afirma que tras esos datos “no hay actividad económica”. En otras palabras, son “operaciones contables de maquillaje de entrada masiva de capitales”, afirma el consejero. “Mal porvenir tiene Europa si no se pone a frenar eso”, sentencia.
IRLANDA, LÍDER EN CRECIMIENTO DEL PIB
En la última década Irlanda ha registrado cifras dispares. Desde el 1,3% de 2013, pasando por el 8,8% en 2014, hasta el 6,7% de 2018. Esto ha hecho que, tras el rescate que ejecutó la Unión Europea en 2010, Irlanda se sitúe a la cabeza del crecimiento, con un incremento del PIB del 75% entre 2009 y 2018.
En comparación, Malta (otro de los países sospechosos de facilitar la competencia desleal en Europa) creció un 62%, frente a la media del 18% de la Unión Europea y al 8,2% que avanzó España en los últimos diez años.