La grande nation sigue siendo el poder nuclear y militar más grande de Europa. No obstante, estos hechos dan cada vez menos frutos a nivel económico. Quizás esto explica también por qué Emmanuel Macron ha cambiado el nombre de su partido de La República en marcha a Renacimiento. Pero le cuesta mucho conseguir cualquier cambio […]
InternacionalDirigentes Digital
| 02 ene 2023
La grande nation sigue siendo el poder nuclear y militar más grande de Europa. No obstante, estos hechos dan cada vez menos frutos a nivel económico. Quizás esto explica también por qué Emmanuel Macron ha cambiado el nombre de su partido de La República en marcha a Renacimiento. Pero le cuesta mucho conseguir cualquier cambio en el sistema social francés. El país lucha contra los pecados nacionalistas, proteccionistas e intervencionista del pasado, que lo ha llevado a una cuota de empleo público muy por encima de la media europea.
El gasto público asciende actualmente a casi el 60 por ciento del producto interno bruto y la deuda alcanzó en 2022 un récord de 115%. Además, el 21% la población activa trabaja, según datos de la OCDE del año 2019, para el Estado, mientras en España el sector público representa 15% y en Alemania un 10%. Dejar la zona de confort de un Estado que protege contra todos los males les cuesta a muchos franceses. En consecuencia, la frustración juvenil y la violencia crecen en ciudades grandes como París o Marsella.
Después de un respetable aumento del PIB del 2,6% en 2022, el país se adentra en el nuevo año con unas perspectivas de crecimiento del 0,3%, según estimaciones del Banco Central de Francia. Aunque ahora los reactores nucleares, que estaban de baja por problemas técnicos, están volviendo gradualmente a la red, persisten las preocupaciones sobre los apagones en Francia. Mientras tanto, los franceses pagan mucho más por la electricidad que los españoles, que han optado por un mix energético más verde, además de la solución ibérica.
Macron y el Gobierno francés siguen en la línea intervencionista y nacionalista tradicional, lo que les ha llevado también a la negación de la propuesta hispano-alemana de terminar los últimos tramos del Midcat para unificar el mercado de gas en Europa. Francia no solamente quiere seguir como líder en el trading energético en Europa, sino que también promueve que la Unión Europea proteja su industria con subvenciones equivalentes a las que concede Estados Unidos. En este sentido, la gestión de Macron no ha cambiado nada. A pesar de su alto endeudamiento estatal, el gobierno francés tiene previsto ayudas energéticas para las empresas por un volumen de 8.400 millones de euros.
Sin embargo, a pesar de la crisis actual, los franceses no solamente se encuentran entre los más ricos de Europa, también lideran todavía el segmento de lujos y marcas. A pesar de la perdida de glamur del idioma y de la cultura francesa, Francia y París disfrutan de un estatus simbólico por las diferencias elementares entre las economías de Europa y EEUU.
El hecho de que Bernard Arnault, el propietario de LVMH, se haya convertido en el hombre más rico del mundo en 2022, demuestra que no todo el negocio rentable está basado en nuevas tecnológicas, sino también en sueños, marcas, vanguardia, cultura y moda. Y de esto saben los franceses más que nadie – el savoir vivre parece ser creado por Arnault que en 1989 se convirtiera en el propietario mayoritario del grupo LVMH, que incluye marcas como el fabricante de artículos de cuero Louis Vuitton, Moët & Chandon y el fabricante de coñac Hennessy.
Sin embargo, igual que los alemanes, los franceses seguramente tendrán que pasar 2023 con menos Estado y lujo, aunque a muchos les enfadará, les parecerá injusto y culparan a los inmigrantes que representan alrededor del 13% de la población. Este descontento se expresará en 2023 en más huelgas y en el crecimiento de la extrema derecha, lo que serán grandes retos para Macron.
En todo este contexto tan complicado para el presidente y el Gobierno, la policía francesa registró hace poco las sedes del partido de Macron por una posible financiación ilegal de la campaña electoral de 2017. Dos investigaciones diferentes iniciadas en octubre pasado intentan esclarecer si la consultora McKinsey, financió parte de aquella campaña electoral y si en consecuencia también se había beneficiado de numerosos contratos públicos.
Para Macron, 2023 no solamente será un año muy complicado por estas querellas. Él sabe que muchos solamente le han votado en 2022 porque no querían a Marine Le Pen como presidenta. Macron, que representa como nadie la elite francesa, tendrá que convencer al pueblo de las muchas reformas que todavía hay que hacer para bajar el endeudamiento del Estado y, en consecuencia, también la alta presión fiscal en Francia.