Durante gran parte de la historia moderna, China ha sido la primera potencia económica del mundo, con instituciones eficientes e innovadoras. Durante la Dinastía Song (960-1229 d.C.), por ejemplo, tuvieron lugar innovaciones técnicas como los relojes astronómicos o la imprenta. El papel moneda nació en este periodo. También la pólvora. Y el desarrollo del sector […]
InternacionalDirigentes Digital
| 25 oct 2019
Durante gran parte de la historia moderna, China ha sido la primera potencia económica del mundo, con instituciones eficientes e innovadoras. Durante la Dinastía Song (960-1229 d.C.), por ejemplo, tuvieron lugar innovaciones técnicas como los relojes astronómicos o la imprenta. El papel moneda nació en este periodo. También la pólvora. Y el desarrollo del sector agrícola permitió un incremento de la población cercano al 70%. Su declive, no obstante, se iniciaría a mediados del siglo XIX (hasta 1949). Y, tras la refundación del nuevo estado chino, el comunismo maoísta fue su fórmula de gobierno hasta 1979. Hambrunas masivas como las derivadas del gran salto adelante, o la catastrófica revolución cultural, hundieron nuevamente a China. Pero, desde 1979, el gigante asiático consiguió crecer a una media del 9% todos los años. Esto, sin ir más lejos, hizo que casi 800 millones de seres humanos abandonaran la pobreza extrema. Y, sobre todo, las reformas económicas convirtieron a China en primera potencia mundial (si se toma como referencia la paridad del poder adquisitivo o PPA).
Éxitos económicos y riesgos
El PIB por habitante, en China, es treinta veces superior al registrado en 1979. El analfabetismo ha sido prácticamente erradicado. El desarrollo científico-técnico es un motor económico fundamental si se atiende al porcentaje total de patentes internacionales (en inteligencia artificial, por ejemplo, las chinas alcanzan un 22%). Y, como potencia exportadora e importadora, China es líder global absoluto desde 2005. Ahora bien, en este momento histórico, existen algunos riesgos. En primer lugar, la arbitrariedad del régimen de partido único, sobre todo cuando se trata de ofrecer seguridad jurídica. En segundo término, la transición del modelo industrial hacia otro orientado a un sector servicios de alto contenido tecnológico, mientras aumenta el valor añadido de las exportaciones manufactureras, es otro de los retos pendientes. Y, en último lugar, las reformas económicas van a determinar la viabilidad futura del nuevo modelo.
Según estimaciones del Banco Mundial, el factor tecnológico aportará un porcentaje dominante al crecimiento económico chino durante los próximos años. China, en estos momentos, cuenta con el 22% de todas las patentes mundiales vinculadas a la inteligencia artificial. Sin embargo, la reforma del sector financiero, concebido para financiar industrias tradicionales e infraestructuras mastodónticas, será determinante a la hora asignar con eficiencia los recursos de capital. Unos mercados de capitales donde la empresa privada pueda financiarse sin distorsiones del estado, mediante el ahorro de otros inversores, es una de las reformas a acometer. La represión financiera, o el mantenimiento de intereses artificialmente bajos mientras se financian otros sectores estatales menos eficientes en detrimento del ahorrador privado, está obstaculizando de forma determinante la consolidación del nuevo modelo.
Un problema llamado Hong Kong
Tras semanas enteras de protestas masivas en las calles, debido al plan inicial de incluir en la legislación hongkonesa la posibilidad de ser extraditado a China, muchas voces siguen exigiendo la dimisión del gobierno local tutelado por Pekín. Hong Kong, ex-colonia británica devuelta a China en 1997, mantiene un alto grado de autonomía dentro del gigante asiático (bajo la fórmula denominada “un país-dos sistemas”). A diferencia de China, Hong Kong tiene una legislación independiente del gobierno. Y, además, disfruta de una economía con divisa propia e instituciones relativamente independientes. China, sin embargo, podría recuperar el 100% de su soberanía sobre Hong Kong antes del año 2048. Y esto, para una parte importante de la opinión pública hongkonesa, cuestionaría derechos fundamentales como las garantías jurídicas.
Las protestas contra el gobierno local de Hong Kong, tutelado por Pekín, llevan repitiéndose con fuerza desde 2014. Entonces, los manifestantes exigían unas elecciones totalmente libres, sin el control de Pekín sobre las candidaturas, en 2017. Aquello no se produjo. Y algunos líderes estudiantiles, como Joshua Wong, acabaron siendo encarcelados. Esta dinámica, que se viene intensificando durante los últimos cinco años, también ha favorecido el desarrollo de un cierto sentimiento independentista en Hong Kong. La consigna, de los ciudadanos, es que nadie quiere renunciar a sus libertades individuales. Y una advertencia clara, a Pekín, es la necesidad de preservar la certidumbre jurídica para poder mantener el estatus hongkonés de hub financiero internacional en Asia. Hong Kong, actualmente, es la octava economía con más renta por habitante del mundo (medida en términos de paridad de poder adquisitivo o PPA). China, en este sentido, necesita más a Hong Kong que al revés.
La inestabilidad política, sumada a un escenario internacional incierto, está afectando negativamente al crecimiento económico. El PIB del segundo trimestre se contrajo un 0,4%. Las exportaciones, muchas realizadas por firmas multinacionales chinas, también han retrocedido (-2,6%). Y las ventas minoristas, indicador relevante de la confianza del consumidor, se han desplomado un 4,5%. El ejecutivo hongkonés, sin embargo, mantiene sus perspectivas de crecimiento alrededor del 2-3% para 2019.