Estados Unidos entró en recesión después de que la economía más grande del mundo paralizase muchas de sus actividades para tratar de limitar la propagación del virus. Estados Unido aún está casi 15 millones de empleos por debajo de donde estaba antes de la pandemia y con los nuevos picos de casos de coronavirus se […]
InternacionalDirigentes Digital
| 12 oct 2020
Estados Unidos entró en recesión después de que la economía más grande del mundo paralizase muchas de sus actividades para tratar de limitar la propagación del virus.
Estados Unido aún está casi 15 millones de empleos por debajo de donde estaba antes de la pandemia y con los nuevos picos de casos de coronavirus se podrían producir más pérdidas de empleos ya que muchas empresas o solo podrán operar a capacidad reducida o tendrán que cerrar, y esto limita el crecimiento económico potencial de la nación en su conjunto.
Aunque la economía estadounidense ya se ha recuperado algo de la fuerte contracción de esta primavera, con la confianza del consumidor estadounidense mejorando a principios de septiembre y la producción de las fábricas del país creciendo por cuarto mes consecutivo en agosto, los economistas dicen que una recuperación completa sigue estando muy lejos y hay indicios de que se está desacelerando.
Las ventas minoristas tuvieron ganancias menores en agosto que un mes antes y el gasto del consumidor estadounidense se desaceleró en el mismo mes, ya que se recortaron los beneficios por desempleo (de 600 a 300 dólares semanales) que el gobierno dio a millones de estadounidenses en los primeros meses de la pandemia.
Además, los 12 meses hasta agosto, el IPC subyacente subió un 1,7% después de subir un 1,6% en julio. El déficit en cuenta corriente de EE.UU. aumentó un 52,9% debido a que la COVID-19 interrumpió el comercio y se disparó a su nivel más alto en casi 12 años en el segundo trimestre. Además, la Oficina de Presupuesto del Congreso, que no es partidista, proyectó que el desempleo seguirá estando por encima del 10% en la época de las elecciones.
Sin olvidar que los programas federales de ayuda, que incluyen préstamos para pequeñas empresas y beneficios de desempleo complementarios, que ayudaron a respaldar la recuperación a principios de este año, han expirado en gran medida. Y el Congreso hasta ahora no ha podido ponerse de acuerdo sobre un alivio adicional. Los expertos apuntan a que recuperación económica de EE.UU. corre el peligro de ser más débil y desigual si el Congreso y la Casa Blanca no llegan a un acuerdo sobre una nueva ronda de estímulo fiscal.
En este contexto sombrío, las campañas electorales para las elecciones del 3 de noviembre están presentando sus argumentos económicos para recuperarse de esta crisis lo antes posible.
Diferentes análisis han señalado que los ingresos de las personas, el crecimiento del empleo y el crecimiento del PIB están correlacionados con los resultados de las elecciones presidenciales: cuanto peor es la economía, peor se desempeña un presidente en funciones (o el partido del presidente).
“Cuanto mejor le vaya a la economía y más esperanzadas las personas de que habrá un repunte, probablemente funcione para Trump”, explica Steven Englander, director gerente de Standard Chartered Bank. “Pero con las ayudas del gobierno menguando a medida que se acerca el 3 de noviembre, ese podría ser un mal momento para el presidente”, continúa Englander.
Una economía en mal estado funciona a favor del candidato demócrata Joe Biden, sin embargo, eso no significaría necesariamente una victoria fácil para él.
Sea como fuere, el próximo presidente de EE.UU. heredará una economía que ha sido gravemente dañada por la crisis de la COVID-19 y los esfuerzos para la total recuperación deberán ser arduos.
El presidente de Estados Unidos sigue presentando la economía anterior al coronavirus como la “mejor de la historia”, una afirmación que los hechos lo desacreditan rápidamente ya que el crecimiento fue mucho mayor bajo los presidentes Bill Clinton, Ronald Reagan y Lyndon Johnson, y solo fue ligeramente mejor antes del pandemia que en el segundo mandato del presidente Barack Obama.
Aún así, los estadounidenses calificaron la economía a principios de 2020 como la mejor desde finales de la década de 1990. De hecho, de manera abrumadora y a lo largo de su presidencia, las encuestas han encontrado que Trump tiene un índice de aprobación general negativo, pero en materia económica el índice de aprobación de Donald Trump ha sido abrumadoramente positivo.
Los asesores de Trump se sienten animados porque muchos votantes no están culpando a Trump por la recesión debido a la pandemia. Y el presidente ha tratado repetidamente de eludir la culpa de la situación económica actual atribuyéndolo al “virus de China”. De hecho, Trump tenía una ligera ventaja sobre Biden cuando el Centro de Investigación Pew preguntó a los votantes a mediados de junio en quién confiaban para liderar la economía.
Durante gran parte del verano las encuestas mostraron una sólida ventaja de Trump en la economía. Pero hay indicios de que esa ventaja podría estar suavizándose.
Según una encuesta de CNN realizada del 28 de agosto al 1 de septiembre en la que se preguntaba qué candidato lo haría mejor en economía, mostró a Trump con un 49%, ligeramente por encima del 48% que consiguió Biden.
Otra encuesta, esta vez hecha por CBS-YouGov del 2 al 4 de septiembre, mostró que Trump tiene el apoyo de un 45% en la economía y Biden un 44%. Y una más, realizada por Quinnipiac del 28 al 31 de agosto, indicó que los dos candidatos estaban codo a codo en la economía, con ambos en un 48%.
Algunos expertos creen que el tema económico puede ser fundamental para las elecciones en los estados indecisos. Muchos recuerdan que Hillary Clinton superó a Trump en las encuestas en la mayoría de los temas en 2016, excepto en la economía, es por ello que y piden un plan económico más detallado y potente al candidato demócrata para poder batir a Trump en la contienda monetaria.
El candidato presidencial Joe Biden está intensificando sus esfuerzos para deshacerse de la ventaja del presidente Trump en cuestiones económicas, alimentando un debate cada vez más intenso sobre qué candidato podría manejar mejor la frágil recuperación.
Biden ha atacado el manejo de la economía por parte de Trump, diciendo que la agenda del presidente beneficia a los ricos y a pocos más. Joe Biden sigue enfatizando la necesidad de una economía más equitativa y su agenda se basa en abordar los problemas de Estados Unidos con la desigualdad económica que implican las divisiones sociales, políticas y de salud pública del país.
Las propuestas de Biden piden un mayor gasto social, especialmente en educación y atención médica, y una mayor inversión en infraestructura, el medio ambiente y otros bienes públicos.
Estos programas se financiarían revirtiendo parcialmente los recortes de impuestos corporativos de Trump y aumentando los impuestos a los hogares con altos ingresos.
Su plan fiscal recaería en gran medida sobre los ricos, a quienes define como estadounidenses que ganan más de 400.000 dólares al año. Biden ha dicho que mantendrá los últimos recortes de impuestos para la clase media, pero que aumentaría la tasa de impuestos corporativos del 21% al 28 % y revertiría los recortes de impuestos de Trump para los estadounidenses más ricos.
Si llega a la Casa Blanca, Biden aumentará la tasa impositiva sobre las ganancias de capital a largo plazo (que se aplica a las ganancias de la venta de activos) del 23,8% al 39,6% para las personas con ingresos superiores a 1 millón de dólares.
El candidato presidencial además ha impulsado propuestas fiscales que, según dijo, “ayudarían a traer empleos de regreso a Estados Unidos” y dio a conocer un impuesto del 10% para penalizar a las empresas que trasladan trabajos al extranjero y que luego traten de vender bienes a Estados Unidos, en un intento de derrotar a Trump entre los votantes de la clase trabajadora que temen que sus trabajos vayan a México o a China.Además impondrá sanciones a los paraísos fiscales y elevará la tasa del impuesto de sociedades del 21% al 28%.
En su programa electoral Biden dice que otorgará préstamos sin intereses a pequeñas empresas que enfrentan problemas relacionados con COVID-19. También explica que dará ayudas de emergencia a personas como trabajadores enfermos que cubrirá el 100% de los salarios semanales, con un tope de 1.400 dólares por semana.
Además, entre 2021 y 2030, el plan de Biden recaudaría 3.375 billones de dólares en ingresos fiscales adicionales, aumentaría el gasto en 5,37 billones y reduciría la deuda federal en un 6,1%.
En la escena global, las políticas económicas de Biden serían más convencionales que las de Trump, con énfasis en trabajar con aliados en todo el mundo.
Donald Trump ha actuado durante meses como si tuviera una clara ventaja sobre su rival demócrata en asuntos económicos, prometiendo un colapso financiero si Biden ganaba en noviembre.
El presidente promociona cifras económicas positivas cuando surgen y es conocido por tuitear sobre el mercado de valores y los informes de empleo positivos.
El repunte, especialmente para los empleos y el mercado de valores, ha sido más rápido de lo que esperaban la mayoría de los expertos, y Trump argumenta que el impulso continuará bajo su liderazgo pero se tambaleará bajo el de su rival. También es probable que Trump obtenga informes gubernamentales muy favorables sobre el empleo y el crecimiento económico justo antes de las elecciones.
Al comienzo de su mandato, Trump promulgó la Ley de Reducción de Impuestos y Empleos, que redujo la tasa del impuesto corporativo del 35% al 21% y cambió el nivel de ingresos de los tramos impositivos individuales (el tramo impositivo más alto vio caer su tasa del 39,6% al 37%).
Si bien Trump dijo que la economía crecería entre un 4% y un 4,5% después de sus recortes, terminó creciendo un 2,9% casi dos años después de su promulgación.
Trump ha dicho que si es reelegido presidente va a alargar la reforma fiscal, con la rebaja del impuesto que pagan las empresas del 35% al 21%, y en menor medida para los trabajadores.
El recorte de impuestos supone agregar en los próximos diez años unos 1,5 billones de dólares a la deuda pública, que actualmente ya supera los 20 billones de dólares, según datos de la Oficina Presupuestaria del Congreso (CBO), algo que el mandatario consideró en su momento que se equilibrará con el impulso generado en la economía.
En comparación con el plan de Biden para los impuestos a las ganancias de capital, Trump quiere reducir la tasa del 23,8% al 15%. A principios de este año, el presidente había prometido un “plan Tax Cuts 2.0” que se publicaría en septiembre, aunque aún no lo ha hecho. Uno de los elementos potenciales de esa propuesta incluiría un recorte del 10% para los contribuyentes de ingresos medios, según el director del Consejo Económico Nacional, Larry Kudlow. Trump también aplazó recientemente la recaudación de impuestos sobre la nómina, que comenzó el 1 de septiembre y duraría hasta finales de año.
Las políticas económicas de Trump para los próximos 4 años siguen centradas en su agenda “America First” y que no solo repercutirán en la economía de Estados Unidos, también a las del resto del mundo. Seguramente que continúe la guerra comercial con China y la confrontación que se ha extendido a disputas de tecnología, inversión y divisas. En el pasado, en ocasiones, han surgido tensiones, aunque menos intensas, con aliados y socios de Estados Unidos, incluidos la Unión Europea, Canadá y México.
En su última reunión del Comité Federal del Mercado Abierto (FOMC), la Reserva Federal mantuvo los tipos de interés de referencia sin cambios a un nivel mínimo histórico, cerca de cero, hasta que la economía regrese al pleno empleo y la inflación esté en camino de superar el objetivo del 2% de la Fed durante un período de tiempo. “No buscamos tener una inflación alta. Solo queremos que la inflación promedie 2%”, dijo el presidente de la Fed, Jerome Powell.
La mayoría de los miembros del comité de fijación de tipos de interés espera que se mantengan así hasta al menos 2023 a medida que la economía se abre camino lentamente para salir de la recesión del coronavirus.
El organismo se comprometió a seguir apoyando una recuperación económica que parece estar perdiendo fuerza. “La pandemia de COVID-19 está causando enormes dificultades humanas y económicas en todo Estados Unidos y en todo el mundo”, dijo el banco central estadounidense en un comunicado. “La actual crisis de salud pública continuará pesando sobre la actividad económica, el empleo y la inflación a corto plazo, y presenta riesgos considerables para las perspectivas económicas a medio plazo”, decían desde la Fed.
“La actividad económica y el empleo han mejorado en los últimos meses, pero siguen muy por debajo de sus niveles de inicios del año” , indicó el organismo, que anticipa una mejora en el mercado laboral en los próximos meses. En concreto sus predicciones dicen que el desempleo caerá al 7,6% a finales de año, desde el nivel de agosto del 8,4%. (En junio, los funcionarios de la Fed pensaron que la tasa de desempleo aún estaría por encima del 9% al final del año.
El banco central ha inyectado billones de dólares en el sistema financiero para mantener los mercados crediticios funcionando correctamente. Aunque este esfuerzo crediticio para apoyar a las medianas empresas no ha tenido los resultados esperados. Según Powell: “es probable que se necesite más apoyo fiscal”.
El banco central señaló que la senda de la economía dependerá de forma significativa del rumbo del virus y enfatizó una vez más que es poco probable que se produzca una recuperación sostenible hasta que el país pueda controlar la pandemia. Las nuevas infecciones y muertes por coronavirus han disminuido desde mediados del verano, pero siguen siendo altas en comparación con otros países. “Cuanto más distanciamiento social podamos tener a medida que la fuerza laboral regrese, mejor podremos hacer que la actividad económica vuelva a estar cerca de donde estaba”, dijo Powell.