Más de 370 millones de ciudadanos tienen en sus manos el futuro de la UE en un momento de crisis existencial, apenas recuperada de la gran recesión pero todavía con profundas heridas como los 3,2 millones de desempleados menores de 25 años, y en un contexto internacional cada vez más apremiante por los enfrentamientos con […]
InternacionalDirigentes Digital
| 24 may 2019
Más de 370 millones de ciudadanos tienen en sus manos el futuro de la UE en un momento de crisis existencial, apenas recuperada de la gran recesión pero todavía con profundas heridas como los 3,2 millones de desempleados menores de 25 años, y en un contexto internacional cada vez más apremiante por los enfrentamientos con la Administración Trump o el empuje de China.
Por primera vez en la historia de la UE dos visiones claramente enfrentadas competirán en las urnas. De un lado, los grupos parlamentarios de los demócrata-cristianos, los socialdemócratas, los liberales, verdes e, incluso, la extrema izquierda defienden que el proyecto comunitario siga avanzando en su integración, con instrumentos comunes y más capacidades políticas o financieras de Bruselas para afrontar desafíos como la crisis del euro o la migratoria de 2015-2016, con una estricta separación de poderes en la defensa del Estado de Derecho.
Enfrente están los “populistas y estúpidos nacionalistas”, como les acaba de llamar el todavía presidente de la Comisión Europea, Jean Claude Juncker. Son partidos como Rassemblement National, el antiguo Frente Nacional, de Marine Le Pen, la italiana Liga liderada por Matteo Salvini, o los polacos de Ley y Justicia. En este paraguas también se cobijan partidos de los Países Bajos, Alemania o Austria. Todo quieren reducir las competencias de la UE hasta dejarla en una mera organización internacional que transfiera fondos para inversiones en infraestructuras o I+D+I, con nuevos controles fronterizos y proteccionismo, sin competencias para negociar tratados comerciales, coordinar las políticas económicas de sus Estados Miembros o impulsar una transición energética continental.
El sábado acudirán a las urnas en Letonia, Malta y Eslovaquia y el domingo el resto de Estados Miembros hasta el total de 28. Los colegios electorales cerrarán a las 11 de la noche en Italia.
El fin de la Gran Coalición
La Europa cuasi federal que conocemos hoy en día ha sido pilotada durante siete décadas por el Partido Popular Europeo y la Socialdemocracia, dos formaciones con mayoría absoluta en el Parlamento Europeo y que han formado la conocida en Bruselas como Gran Coalición, por su capacidad para impulsar los grandes avances comunitarios. Desde el Mercado Único hasta la Eurozona, la Política Agracia Común (PAC) y los Fondos de Cohesión o la zona Schengen libre de controles fronterizos.
Por primera vez en la historia, la gran coalición perderá su mayoría absoluta. Los últimos sondeos señalan que los populares europeos se dejan casi una cincuentena de eurodiputados y se quedarán con cerca de 170 escaños. Los socialdemócratas perderán otros 40 eurodiputados hasta los 150, así que ambas formaciones no podrán pactar los nombramientos de los puestos clave de la UE ni impulsar unilateralmente políticas comunitarias. El consenso y los pactos serán más imprescindibles que nunca dentro de las instituciones.
Los liberales, grupo parlamentario ALDE, serán los grandes beneficiados. Todas las encuestas les dan un fuerte crecimiento, cerca de 40 diputados más para tocar el centenar, impulsados por las nuevas incorporaciones de los macronistas de Reinnasance o los españoles de C’s. Serán el tercer pilar en los pactos de gobierno y legislativos dentro de la UE y podrían situar a alguna de sus piezas clave, como la actual comisaria de Competencia, Margrethe Vestager, en alguno de los puestos top de la UE. No sólo cuentan con el presidente de Francia entre sus mandatarios, también los tres del Benelux y varios primeros ministros en la Europa del Norte.
El otro gran crecimiento electoral de las europeas será entre ese frente de fuerzas euroescépticas. Aunque en Francia el Resemblement Nationale de Le Pen obtendría más votos que Macron, los sondeos le dan un 25% de los apoyos, es decir, una cifra muy similar al apoyo de 2014. Sí crece la Liga de Salvini, que cuenta con un 30% de apoyo, el doble que en las legislativas italianas de 2018.
Este frente euroescéptico está dividido en tres grupos parlamentarios en la Cámara actual y el tactismo político mantendrá previsiblemente esta situación en la próxima legislatura europea. Aun así, en conjunto pueden rozar los 200 escaños en un hemiciclo de 751, casi un tercio de las bancadas. Músculo suficiente para hacer mucho ruido y más si se gobierna en Polonia, Hungría o Italia.
¿Cómo afecta el brexit?
El retraso del brexit al menos hasta octubre hizo saltar por los aires la ingeniería parlamentaria e institucional diseñada en Bruselas durante meses. El Parlamento Europeo iba a reducirse de 751 escaños a 705, al descontar los legisladores británicos, mientras países como España ganarían algún asiento. Además, serían 27 gobiernos los que pactarían el reparto de las posiciones clave en la UE: las presidencias de la Comisión, del Consejo y del Parlamento Europeo, la Alta Representación Exterior y, sólo los países del euro pero influidos por este reparto, la presidencia del BCE.
Ahora, Londres puede bloquear el nombramiento de la Comisión, como durante varios días hizo en 2014 el entonces premier británico David Cameron, ya que es necesaria la unanimidad de todos los gobiernos. Y los eurodiputados partidarios del brexit pueden unir sus votos al frente euroescéptico para así forzar a conservadores, socialistas y liberales a profundizar en sus pactos.
Los sondeos dan al Partido del Brexit, creado por el eurodiputado Nigel Farage, hasta un 37% de los votos. Eso serían más de 20 legisladores, el que más en Reino Unido, el doble que los conservadores de la actual primera ministra, Theresa May, hundidos como cuarta fuerza.
Con esos resultados, el Partido del Brexit sería además la mayor fuerza euroescéptica con representación, superando a la Liga de Salvini o a los lepenistas. “Estamos en esta situación porque nuestro gobierno y el Parlamento han sido incapaces de cumplir [con el brexit], todo esto no tiene sentido”, reconoció Farage antes de meter su papeleta en las urnas. Sus sonrisas el jueves frente al colegio electoral fueron reveladoras del poder que puede acumular, aunque sea temporalmente. “Con fortuna, el 1 de octubre” abandonaremos el Parlamento Europeo, explicó Farage, “ese es el plan”.
La otra gran consecuencia del bloqueo partidista en Reino Unido para aprobar el acuerdo del brexit es que los socialdemócratas europeos perderán menos escaños de los previstos hace apenas unos meses. Mitigarán su descalabro, especialmente por el mal comportamiento electoral que tendrán en Francia, Alemania o Italia, pero no compensarán el ruido de los brexiters. Farage tendrá varios meses para entorpecer a una UE que se juega su futuro existencial y debe escoger un camino: o más Unión o empezar a deshacer lo construido durante décadas.