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No todo es tan limpio como parece en Alemania

Mientras fuera de Alemania muchos piensan que los alemanes poseen una gran ética a la hora de hacer negocios, según el Eurobarómetro, el 53 por ciento de los encuestados alemanes consideran que el soborno en su país es algo generalizado. Esto es también gracias a los escándalos que han surgido últimamente en relación con empresas […]

Internacional

Dirigentes Digital

17 ago 2020

Mientras fuera de Alemania muchos piensan que los alemanes poseen una gran ética a la hora de hacer negocios, según el Eurobarómetro, el 53 por ciento de los encuestados alemanes consideran que el soborno en su país es algo generalizado. Esto es también gracias a los escándalos que han surgido últimamente en relación con empresas tan prestigiosas como la fintech Wirecard que ya ha tenido que registrar su insolvencia por un supuesto fraude de 1.900 millones de euros que sobraban en las cuentas y las ya conocidas Volkswagen, Audi, ZF, TÜV Süd, Bosch, Deutsche Bank, Bayer, Siemens. Pero hay que decir que es sobre todo corrupción no “made in Germany”. Además, es cierto que muchas veces son acciones de unas pocas personas dentro de la empresa y no de todo el grupo. Salvo en el sector del automóvil, la alemana no es una corrupción sistémica porque la separación de poderes y el control fiscal y gubernamental funciona bastante bien en Alemania.

En los últimos años ha sido especialmente en EEUU donde las instituciones de control de mercado y los tribunales han descubierto y denunciado un comportamiento delictivo de empresas alemanas. Aunque hay que reconocer que el país americano pierde en transparencia y control de corrupción, según datos de Transparency International y está por detrás de Alemania en el ranking de los estados “más limpios”. Sin embargo, Alemania tiene un problema objetivo con la transparencia, dice Roberto Martínez B. Kukutschka, antiguo investigador del Centro Europeo de Investigación contra la Corrupción y el Estado (ERCAS) en Berlín que ahora trabaja con Transparency Internacional. Es autor de un informe sobre la situación de la contratación pública en Alemania. La falta de datos obstruye a los licitantes, los medios y las organizaciones de la sociedad civil para monitorear las decisiones de adquisición. Esto supone, según él, una carga adicional para los tribunales de cuentas federales y locales, algunos de los cuales han emitido informes que parecen respaldar las percepciones de la comunidad empresarial, incluso cuando se convocan licitaciones abiertas. Pero el escándalo de Wirecard ha puesto en duda instituciones supervisoras como la Bafin, el órgano de control de los mercados financieros y bancos.

El caso Volkswagen es solamente el más visible

VW no es la única empresa alemana de alto perfil que ha sido vinculada de manera prominente al fraude y la corrupción en los últimos años. El “Dieselgate” es solo el último acto en una larga trayectoria de escándalos en un sector y en un grupo que, con un 12%, pertenece todavía al Estado alemán. El gasto económico de este escándalo ha sido enorme para toda la sociedad. Todas las grandes marcas, incluida Mercedes, tenían que retirar vehículos del mercado e indemnizar los propietarios. En el caso de Mercedes, solamente en Alemania son más de medio millón los vehículos retirados. Transparency International ha criticado en su último informe la poca insistencia de países como Alemania en mejorar su posición. Los alemanes están en el TOP 10 de los países menos corruptos en el mundo pero, con el puesto 11, tampoco mejoran su posición. España sí mejora según esta organización pero sigue estando en el puesto 41 y, a nivel mundial, muy lejos de Alemania. Los mejores ejemplos en transparencia son, según el índice de Transparency, Dinamarca y Nueva Zelanda.

Está económicamente probado que la corrupción daña la economía en su totalidad. Los delitos provocan grandes pérdidas de ventas en todas las industrias. En Alemania, según un estudio presentado por el Instituto de Investigación Económica de Colonia (IW), la cifra es de alrededor del 18 por ciento. El instituto encuestó a 853 empresas el otoño pasado. Una de cada dos compañías anticipa una pérdida de hasta el 30 por ciento debido a los sobornos en el curso de los negocios. En el caso de los acuerdos de cártel prohibidos, las empresas incluso asumen pérdidas del 40 por ciento. El caso de Wirecard, estrella del DAX con una capitalización de 11.500 millones de euros, es también destacable para el índice de referencia alemán del que empresas destacables como ThyssenKrupp y Deutsche Bank han salido últimamente, mientras la fintech alemana ha aumentado su peso con estrategias fraudulentos como parece.

La política tampoco es del todo limpia

Para el Gobierno es más importante el destino de Deutsche Bank donde el estado no tiene acciones pero sí muchos intereses. El ministro federal de Finanzas, Olaf Scholz (SPD) anunció que sería un problema si en una economía como la alemana los bancos no tuvieran el tamaño y la globalidad para apoyar la economía.

Por ello, desde su ministerio se apuesta desde hace años por una fusión de Commerzbank y Deutsche Bank aunque hasta ahora todas las negociaciones han fracasado.

Deutsche es el banco más grande del país y es todo un símbolo de la Alemania moderna. No solamente sus fraudes y manipulaciones en EEUU y Europa son conocidos, también su compromiso con Donald Trump: Deutsche Bank es el mayor acreedor del presidente americano. Aunque durante el tiempo de Angela Merkel no ha surgido ningún escándalo grande de corrupción por parte del Gobierno, hay que reconocer que el lobbismo es muy fuerte en la política alemana y la canciller es la reina a la hora de hablar con las empresas y patronales. Las grandes asociaciones industriales están siempre al lado del Gobierno, da igual qué color tenga: el VDA (coches), BDI (industria), Mittelstandsvereinigung (Pymes) y también los sindicatos Verdi y Gesamtmetall. El Bundestag alemán ha mantenido una lista pública de asociaciones registradas desde 1972 en la que las asociaciones pueden inscribirse. Actualmente hay 2302 asociaciones empresariales en Alemania. Hay un registro oficial sobre visitas de estas asociaciones con diputados pero es voluntario y no incluye los intermediarios como abogados o consultores.

El último caso ha sido descubierto por la revista alemana “Der Spiegel”. Según ella, el joven político conservador Philipp Amthor (CDU) ha ayudado a una compañía neoyorquina que se llama Augustus. Supuestamente se involucró en la puesta en marcha de la start up y luego recibió opciones sobre acciones y un puesto de director. Pero es banal comparado con la gran trama de corrupción en el sector de automóvil en Alemania que va a perseguir al país todavía durante años y que ha sido algo que ha pasado muy cerca y bajo los ojos de los políticos.

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