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Diez razones que conducirán a una crisis en 2020

Justo cuando se cumplen diez años del colapso que catapultó al mundo financiero -la bancarrota de Lehman Brothers– y la resaca de una crisis económica parecía haber terminado, los temores de una nueva recesión se avivan por momentos en el horizonte. A pesar de que la actual expansión económica global es probable que continúe este […]

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Dirigentes Digital

17 sep 2018

Justo cuando se cumplen diez años del colapso que catapultó al mundo financiero -la bancarrota de Lehman Brothers– y la resaca de una crisis económica parecía haber terminado, los temores de una nueva recesión se avivan por momentos en el horizonte.

A pesar de que la actual expansión económica global es probable que continúe este año, dado que EE.UU. mantiene un gran déficit fiscal, al tiempo que China está aplicando políticas fiscales y crediticias laxas y Europa prosigue con una senda de recuperación, las perspectivas económicas de crecimiento se enturbian a media que se acerca el final de la década.

En este sentido, desde el Foro Económico Mundial (FEM) han fijado este cambio de ciclo para el año 2020. Y dan diez razones para ello. La primera son las políticas de estímulo fiscal, herramientas que la institución califica de “insostenibles”. La razón radica en que están elevando el crecimiento anual estadounidense a niveles superiores a su potencial, fijado en el 2%. Ese año el estímulo se agotará y un ligero freno fiscal reducirá el crecimiento del 3% a un poco menos del 2%.

Se trata de una decisión que a juicio de esta institución se aplicó a destiempo y que ha conducido a un sobrecalentamiento de la economía con una tasa de inflación superior a la meta. “La Reserva Federal de EE.UU. seguirá subiendo la tasa de referencia desde el 2% actual a por lo menos 3,5% en 2020, y es probable que eso provoque un alza de los tipos de interés a corto y largo plazo y también del dólar”, señalan.

De manera paralela, también prevén un aumento de la inflación en el resto de economía importantes. Una presión a la que se añade el alza del petróleo. En este caso, el riesgo radica en la tendencia a la normalización de la política monetaria de otros bancos centrales (Banco Central Europeo), lo que reducirá la liquidez global y generará una presión alcista sobre los tipos de interés.

La restricción de los flujos de tecnología e inversiones desde y hacia EE.UU. que afectará a las cadenas de suministro, los límites a la inmigración que se necesitan para mantener un crecimiento acorde con la población estadounidense envejecida, el desaliento de inversiones en economía verde, así como una falta de políticas de infraestructura que permitan solucionar las restricciones de la oferta son otros de los factores que seguirán añadiendo presión estanflacionaria.

En cuarto lugar y no menos importante es la denominada ‘guerra comercial’ que ha puesto en marcha el gobierno de Donald Trump y que le ha llevado a enfrentarse con Europa, China, México y Canadá. Una disputa que los expertos indican que se agravará y conducirá a un menor crecimiento y mayor inflación.

En este sentido, es probable que el crecimiento en el resto del mundo se desacelere, sobre todo, cuando otros países consideren adecuado llevar a cabo represalias contra el proteccionismo estadounidense. Así, mientras los mercados emergentes -que ya de por sí atraviesan una frágil situación económica- sufrirán el proteccionismo y el endurecimiento monetario de EE.UU., China deberá frenar el crecimiento si quiere hacer frente a su exceso de capacidad y apalancamiento y evitar un “aterrizaje forzoso”.

Respecto al viejo continente, desde el Foro Económico Mundial auguran que el crecimiento será más lento como consecuencia del ajuste de la política monetaria y de las fricciones comerciales. La irrupción de gobiernos populistas en países como Italia podrían conducir a una dinámica de deuda insostenible en la eurozona. De hecho, los elevados índices de deuda pública entre los bancos poseedores de títulos es posible que amplifiquen los problemas de una unión monetaria “incompleta”. En este contexto, otra desaceleración global podría incitar a Italia, así como a otros países a abandonar la zona euro.

En lo referente al mundo financiero, las bolsas de EE.UU. y del mundo siguen en efervescencia. Los ratios precio/ganancias en EE.UU. están un 50% por encima de la media histórica, el capital privado se encuentra “excesivamente” sobrevaluado y los bonos públicos son “demasiado” caros en vista de sus bajos rendimientos y primas a plazo negativas. “Y el crédito de alto rendimiento también se está volviendo cada vez más caro ahora que la tasa de apalancamiento corporativo en EE.UU. alcanzó máximos históricos”, apuntan.

En octavo lugar, desde Davos también han alertado del “excesivo” nivel de apalancamiento tanto en mercados emergentes como en algunas economías avanzadas. En el momento actual, los inmuebles comerciales y residenciales se encuentran a niveles demasiado caros en muchas partes del mundo. Conforme se sumen indicios de una tormenta global, en los mercados emergentes continuará la correción de tenencias de acciones, commodities y renta fija. Y como los inversores previsores anticiparán una desaceleración del crecimiento en 2020, estos mercados reajustarán en 2019 las cotizaciones de los activos de riesgo.

Una vez producida dicha corrección, habrá más riesgo de falta de liquidez y ventas a precio de remate por parte de los operadores, por lo que el exceso de transacciones de alta frecuencia aumenta el riesgo de derrumbe repentino. Por otro lado, los instrumentos de renta fija se han concentrado en fondos de crédito dedicados abiertos negociables.

Por este motivo, de producirse una huida del riesgo, los sectores financieros de los mercados emergentes y de las economías avanzadas con inmensos pasivos en dólares ya no tendrán acceso a la Reserva Federal como prestamista de última instancia. Es más, con una inflación en alza y una normalización de políticas en marcha, no se puede contar con el respaldo que los bancos centrales proveyeron en los años posteriores a la crisis.

La novena amenaza pone el foco en Donald Trump. Para 2020, que es año electoral, las previsiones del crecimiento económico para EE.UU. son del 1%, por lo que se cree que el presidente es posible de “fabricar” una crisis de política exterior, sobre todo, si este año los demócratas recuperan la Cámara de Representantes. Los expertos del FEM creen que pondrá el foco en Irán. Un enfrentamiento militar con ese país puede generar una perturbación geopolítica estanflacionaria similar a la crisis del petróleo de 1973,1979 y 1990.

El problema de estas amenazas globales es que cuando haya que enfrentarlas no existirán herramientas para ello, ya que el margen para el estímulo fiscal ya se encuentra limitado por el endeudamiento público. Los “abultados” balances y la falta de espacio para bajar las tasas de referencia reducirán la posibilidad de seguir aplicando políticas monetarias no convencionales. El problema también vendrá de países donde los movimientos populistas han ido ganando peso y no existirá consenso para ejecutar un rescate al sector financiero. Es, por ejemplo, el caso de Europa, cuya situación dificulta implementar las reformas pertinentes y crear las instituciones necesarias para combatir la próxima crisis financiera. Por su parte, en EE.UU. los legisladores han restringido la capacidad de la Reserva para proveer de liquidez a instituciones financieras no bancarias y extranjeras con pasivos en dólares.

A diferencia de 2008, cuando los gobiernos contaban con capacidad para evitar un “derrumbe descontrolado” a la hora de enfrentar la próxima desaceleración las autoridades tendrán no solo las “manos atadas”, si no un endeudamiento general más alto al de la crisis superior. “Cuando se produzca la siguiente crisis y recesión, puede ser incluso más grave y prolongada que la anterior“, sentencian desde Davos.

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