La reducción de las tasas de fertilidad y el aumento de la esperanza de vida resultan en un envejecimiento poblacional. Según el informe publicado por el Servicio de Estudios de Mapfre, esta transición demográfica afectará de manera estructural a la economía global en el medio y largo plazo. La principal consecuencia de este cambio demográfico […]
NacionalDirigentes Digital
| 23 may 2019
La reducción de las tasas de fertilidad y el aumento de la esperanza de vida resultan en un envejecimiento poblacional. Según el informe publicado por el Servicio de Estudios de Mapfre, esta transición demográfica afectará de manera estructural a la economía global en el medio y largo plazo.
La principal consecuencia de este cambio demográfico consiste en un incremento de la ratio de dependencia adulta, que redunda en una reducción importante de la fuerza de trabajo. A partir de aquí se produce una reacción en cadena:
El aumento de la esperanza de vida constituye un incentivo para el ahorro per cápita, lo que suavizaría el consumo a lo largo de la vida. Además, se espera una reducción del ahorro total debido a un menor sector de la población ahorradora.
La reducción de la fuerza de trabajo supone que, para un mismo nivel de capital por trabajador, la necesidad de invertir en capital disminuye, con el consecuente descenso de los tipos de interés.
Fuente: Servicio de Estudios Mapfre
Así, la riqueza producida se dedica en mayor medida a financiar el consumo que, a corto plazo, aumentará. Por el contrario, los efectos en el consumo a largo plazo son negativos dada la reducción del ratio de la población activa entre el total de consumidores, el cual determina la capacidad de consumo per cápita, funcionando como una especie de restricción presupuestaria.
En este contexto, el fenómeno que se experimenta en la actualidad debe ser entendido como una suerte de agotamiento del dividendo demográfico que, transitoriamente, supuso un impulso al crecimiento económico.
En otras palabras, la reducción de la tasa de fertilidad en la década de 1970 permitió que los recursos anteriormente empleados para abastecer a los menores dependientes, se dedicaran a la inversión de capital, lo que se tradujo en un fuerte aumento del consumo.
Tres tendencias de envejecimiento
El crecimiento exponencial de la población jubilada podría estar detrás de tres grandes tendencias actuales: la creciente interdependencia financiera, el estancamiento secular y el aumento de la desigualdad económica. Actualmente, más del 25% de la población mundial es mayor de 60 años y la edad media se acerca a los 40, lo que explica que la tasa de dependencia madura actualmente supere el 50%.
El envejecimiento poblacional es el resultado de un descenso continuado de las tasas de fertilidad sumado a un aumento de la esperanza de vida. La principal consecuencia de este cambio demográfico consiste en un incremento de la ratio de dependencia adulta, que redunda en una reducción importante de la fuerza de trabajo.
En este contexto, el fenómeno que se experimenta en la actualidad debe ser entendido como una suerte de agotamiento del dividendo demográfico que, transitoriamente, supuso un impulso al crecimiento económico.
Tasas de dependencia
Otra de las consecuencias más notables del incremento de la esperanza de vida se deja ver en las tasas de dependencia, que van a verse directamente afectadas por el aumento dramático de la población envejecida.
Según el informe, en Europa, Australia y América del Norte la ratio presenta en la actualidad (2019) valores por debajo de cuatro personas en edad de trabajar por cada persona que alcanza la edad de jubilación. En las proyecciones a cuarenta años (2059), en el Sur de Europa y Europa Occidental ese ratio queda por debajo de 1,5 personas en edad de trabajar por cada jubilado.