Para Luis Lombana, CEO de Ficosterra, la sostenibilidad aún tiene mucho camino por recorrer dentro de las empresas, y el caso de su sector es un ejemplo. La biotecnología marina aplicada a la agricultura se encuentra en un nivel incipiente, sin embargo, presenta un importante potencial. De hecho, desde su compañía apuntan a un triple […]
NacionalDirigentes Digital
| 20 abr 2023
Para Luis Lombana, CEO de Ficosterra, la sostenibilidad aún tiene mucho camino por recorrer dentro de las empresas, y el caso de su sector es un ejemplo. La biotecnología marina aplicada a la agricultura se encuentra en un nivel incipiente, sin embargo, presenta un importante potencial. De hecho, desde su compañía apuntan a un triple enfoque con el que impulsan tres ganadores: la naturaleza, al reducirse la huella de carbono y la escorrentía de nutrientes; los agricultores, al aumentar el rendimiento de los cultivos y ahorrar en productos para el campo; y los consumidores, que acceden a alimentos más saludables y respetuosos con el medioambiente.
Creo que, en general, todavía es temprano para hablar de un nivel alto de implicación y generalización de la sostenibilidad en el tejido industrial empresarial español, sobre todo comparado con otros países europeos. Todavía queda mucho recorrido. Dicho esto, es verdad que va avanzando de una forma muy rápida y depende del sector. Por ejemplo, el de la alimentación está muy sensibilizado con la sostenibilidad.
En España, la biotecnología está avanzando, pero la biotecnología aplicada a la agricultura y, como es nuestro caso, la biotecnología del mar aplicada a la agricultura, es un nicho con muchísimo potencial pero que, en España, está en un nivel incipiente. Creo que vamos a ver una involucración y un desarrollo muy importante del mundo marino en la industria. La agricultura es un ejemplo, pero también está el tema de los bioplásticos, la propia alimentación a base de algas, principios activos o nuevos materiales. Con respecto a Europa, hay algunos países que están más desarrollados en biotecnología y biotecnología marina. Alemania y Noruega están a la vanguardia.
Nosotros entendemos por agricultura orgánica del siglo XXI aquella agricultura orgánica y rentable. Muchas veces el término orgánico está reñido con el productivo. De esta forma, para nosotros es la combinación de elementos orgánicos y eficientes a la hora de desarrollar un cultivo. Esto es lo que aporta Ficosterra, principios sostenibles pero que a la vez permiten optimizar la eficiencia y el rendimiento y, por tanto, el retorno económico del cultivo. Para nosotros esta es la agricultura sostenible del siglo XXI.
Nuestro cliente final es el agricultor y lo que decimos es que, por cada euro que este dedica a comprar un insumo de Ficosterra, tiene un beneficio económico de entre tres y seis euros. Entendemos que es un rendimiento más que generoso y, además, contribuye al desarrollo de productos que son totalmente sostenibles como hemos demostrado en muchos ensayos.
Es un sector enormemente técnico, de altas capacidades, que requiere gente cualificada y, en general, tiene un alto nivel de empleabilidad con unos niveles de sueldo altos. Además, entiendo que seguirá siendo así puesto que la industria cada vez se está desarrollando más. Por otra parte, es cierto que cada vez hay más profesionales del mercado laboral especializados en este sector, pero creemos que el desarrollo de la industria va a ser lo suficientemente rápido como para que siempre estemos en un déficit casi permanente de profesionales cualificados.
Las profesiones más demandadas son biotecnología y técnicas modernas. Además, nuestro mercado es el internacional, por lo que los canales digitales son esenciales y es muy importante tener expertos en ecommerce y tecnología de marketing digital, así como personas especializadas en data mining con las que entender de dónde vienen las visitas o cómo acercarnos a los clientes de diferentes territorios.
En una palabra: buenísima. Ficosterra presentó su candidatura para el Ocean Innovation Challenge en el año 2020. Fue un proceso largo y, además, un poco perjudicado por la situación de pandemia que había a nivel mundial. Un año después, en 2021, nos comunicaron que la compañía había sido seleccionada entre más de 600. Eligieron ocho proyectos y uno de ellos fue el de Ficosterra con el objetivo de mejorar los problemas de contaminación tan importantes que hay en el océano.
Habida cuenta de que la agricultura genera unos problemas muy grandes de contaminación en el océano, debido al problema de los lixiviados que acaban en el mar y generan unos desbalances importantes, nuestra propuesta consistía en un modelo de agricultura en el cual se podía reducir de una forma significativa la fertilización convencional en un 30% y mantener la rentabilidad en los cultivos.
Esta reducción de la fertilización de un 30%, sobre todo en zonas costeras, generaba un 30% menos de escorrentía hacia el océano y, por lo tanto, aliviaba notablemente el problema existente. Esta fue nuestra propuesta de valor y durante 2021 y hasta noviembre de 2022 desarrollamos nuestra iniciativa. Ha sido un proyecto muy intenso, pero con unos resultados incluso superiores a los que esperábamos. También, la visibilidad ha sido muy buena al tener a Naciones Unidas como altavoz y sponsor , lo que nos aportó una solvencia muy buena de cara a los mercados internacionales.
Los fertilizantes generan un impacto importante en general, en el medioambiente y, en particular, en los océanos. Cuando los aplicas en exceso, que es lo que se ha venido haciendo durante las últimas décadas, acaba lixiviándose hacia las aguas subterráneas que acaban yendo a acuíferos y de los acuíferos al mar. Además, cuanto más próximos están los cultivos al mar, más importante es este efecto.
Estos fertilizantes que acaban llegando al mar desarrollan una serie de algas en sitios donde no deberían de estar y se genera una flora invasiva que absorbe el oxígeno del agua, lo que hace que se muera el hábitat que debería estar ahí. Este es un problema muy importante que está ocurriendo en los océanos y, un ejemplo, son las plagas de sargazo que hay en el Atlántico, tanto en las costas de África como de América.
Nosotros queríamos dar una solución para minimizar este exceso de fertilizantes que llegan al mar. Y, para eso, la mejor forma es aplicar menos fertilización, al margen de otras derivaciones que pueda tener como impacto en el CO2 o en la extracción de nitratos o fosfatos. Así, simplemente con uno de los indicadores hemos conseguido demostrar que es posible fertilizar e impactar significativamente menos de una forma negativa en los océanos, al tiempo que se mantiene la productividad de las cosechas.
Aplicamos unos bioestimulantes que, en nuestro caso, vienen extraídos de las algas y hacen un uso más eficiente de los nutrientes que hay en el suelo. Muchas veces, en la agricultura convencional se aplican más nutrientes pensando que ese exceso va a beneficiar a la planta. Lo cual, no solo no es cierto, sino que genera un efecto inverso.
Lo que hacemos con nuestro sistema es permitir que se aplique menor cantidad de nutrientes y, además, estimulamos a la planta. Es decir, es como si le pusieses vitaminas a ese organismo, de forma que las vitaminas complementan la fertilización básica, el nitrógeno, el fósforo y el potasio. Esto permite un menor aporte de nitrógeno, fósforo y potasio que, combinado con los bioestimulantes que aportamos, generan un incremento de la producción. Además, estos bioestimulantes son orgánicos, por lo que no generan ningún impacto negativo en el medioambiente y menos en el océano.
Básicamente, lo que consigues es, por un lado, que el agricultor, considerado el primer elemento de la cadena de valor que utiliza nuestros productos, tenga un menor uso y consumo de esos productos químicos o minerales. Y, aquí, hay dos beneficios: uno económico porque pagas menos fertilizantes y otro medioambiental porque utilizas menos fertilizantes químicos y minerales. Al tener un menor coste de producción en el inicio, manteniendo la producción, este menor coste puede ir repercutiendo a lo largo de toda la cadena de valor.
Cuando hablamos de los beneficios, nos gusta decir que genera una triple ganancia. Por un lado, gana el agricultor, puesto que mejora su rentabilidad. Segundo, gana el medioambiente, ya que se reduce el impacto negativo de la agricultura. Y, tercero, gana el consumidor, debido a que consigue una alimentación más saludable a unos precios competitivos. Es un triple beneficio que nos permite hablar de la agricultura sostenible del siglo XXI.
En esta línea, generalizar es complicado porque depende del tipo de cultivo, pero sí podemos decir que el agricultor mejora en un 20% aproximadamente su rentabilidad. El medioambiente mejora, puesto que se reduce en un 30% el impacto medioambiental. Y, en el caso del consumidor, aunque es difícil cuantificar el beneficio en la salud, esta combinación de un 30% y de un 20% permite poner sobre la mesa de los consumidores alimentos más saludables a unos precios competitivos con las prácticas convencionales de agricultura.
La apuesta del sector agrícola español por los ODS es clara. La industria lleva sus tiempos, pero la sensibilidad del sector, del mercado y del regulador, en este caso la Unión Europea, está ahí. Y, por lo tanto, están todos los ingredientes puestos sobre la mesa para que este camino sea clara – mente irreversible.