La inimaginable crisis del coronavirus que estamos atravesando ha puesto de manifiesto múltiples retos a los que los estados deben enfrentarse. La inmersión en la emergencia sanitaria también ha hecho más patente que nunca el valor de los medios de comunicación y la importancia de su compromiso informativo con los ciudadanos. No obstante, tal y […]
NacionalDirigentes Digital
| 03 abr 2020
La inimaginable crisis del coronavirus que estamos atravesando ha puesto de manifiesto múltiples retos a los que los estados deben enfrentarse. La inmersión en la emergencia sanitaria también ha hecho más patente que nunca el valor de los medios de comunicación y la importancia de su compromiso informativo con los ciudadanos. No obstante, tal y como advierte José María Peredo, autor de Esto no va de Trump, en el mundo de la digitalización, las fake news suponen un gran riesgo.
En el libro, ilustrado por Begoña Moreno y editado por Los Libros de la Catarata con el patrocinio de Atalayar Entre dos orillas, Peredo hace un repaso de la política internacional de Donald Trump. Y, además, a lo largo de sus páginas muestra cómo ahora la desinformación es “más potente porque los ciudadanos somos agentes transmisores del virus de las fake y contribuimos a alimentarlas”, lo que hace necesario “ilustrar a la sociedad en el buen uso de los canales de comunicación”.
¿La crisis del coronavirus está poniendo a prueba la fortaleza de la unión de todos los países de la UE?
El coronavirus está poniendo a prueba todo el orden internacional y naturalmente a la Unión Europea. Ahora y también en los próximos meses de recuperación del orden y de reactivación de la vida social y económica. Las primeras fases están poniendo a prueba los sistemas sanitarios y los de seguridad, pero las siguientes van a poner sobre la mesa retos en donde estará muy presente el debate sobre la necesidad de más o de menos Europa y sobre la necesidad de adoptar medidas comunes dentro de la Unión y a nivel global. La fortaleza estará en la capacidad de adaptación a un marco cambiante donde habrá tendencias y propuestas de unilateralidad y refuerzo de soberanías. En ese nuevo marco las ideas y propuestas de cooperación y esfuerzo multilateral serán las que se impongan, porque la crisis ha puesto de manifiesto que la globalización necesita más regulación y mejores políticas comunes.
¿A qué retos se enfrenta en la actualidad la UE?
A los que ya se enfrentaba, es decir, mayor cohesión, más liderazgo, recuperación de principios como el de solidaridad y refuerzo de la ciudadanía. Además, se enfrentará a la reactivación social y económica. Desde mi punto de vista es un momento para hacer valer los logros europeos en materia de ordenamiento de mercados y flujos comerciales, normativas de calidad y seguridad jurídica en los intercambios y políticas comunitarias. Pero estos logros tienen ahora que servir para dar pasos hacia adelante en cuento al papel de Europa en el mundo. Mayor liderazgo, posiciones comunes más firmes. Si no se produce esta situación y una clara unidad política centrada en un proyecto sin fisuras ideológicas, nacionalistas y localistas, la influencia de otras potencias y de tendencias disgregadoras volverán a aparecer.
¿Qué influencia ha tenido la irrupción de Trump para Europa?
No puede decirse que Donald Trump haya sido responsable del deterioro del proyecto europeo. El deterioro ha venido motivado por la crisis económica, la emergencia de los populismos de derecha e izquierda y por la propia complejidad de una Europa de 27 estados. Pero el hecho de que Trump haya optado por un discurso neo aislacionista ha debilitado lo que debería de ser una inquebrantable alianza entre democracias liberales en el Atlántico, pero también a nivel global. Europa tiene que saber vivir de manera autónoma en el orden global de competencia entre potencias. Eso significa que debe de fortalecer sus potencialidades. Las que tiene, fortaleza económica, integración, democracia, sistema social, calidad sanitaria y ambiental… pero además debe de multiplicar su esfuerzo en materia de seguridad y visión exterior común. Sin esos elementos no hay potencia. Una vez establecida la potencialidad, Europa tiene que saber reconocer a sus aliados y competir con sus rivales. No enfrentarse. Colaborar y competir. Trump no es un modelo en ese sentido. Sin embargo, EEUU sí ha mostrado capacidad de innovación ante el nevo escenario en el que China, sobre todo, pero otras potencias también se han hecho presentes y están aquí para quedarse.
¿Por qué se caracteriza en la actualidad la política internacional estadounidense?
La llegada del nuevo presidente ha sido muy disruptiva, con cambios de orientación importantes y generación de incertidumbre. Hoy la calificaría como excesivamente cambiante y cortoplacista en distintos ámbitos. Las decisiones exteriores se han tomado desde distintos enfoques dentro de la administración. Los documentos sobre Seguridad y sobre Defensa de esta etapa señalan claramente que EEUU reconoce hoy un mundo distinto del mundo de hace pocos años. Y ha actuado en consecuencia. Fortaleciendo alianzas tradicionales en Oriente Medio, abriendo puertas al diálogo para no generar bloques, manteniendo la tensión competitiva con China o Rusia. Trump ha sido el elegido por el pueblo para una etapa de cambio más compleja de lo que él mismo imaginaba. Esa complejidad le ha movido hacia la imprevisibilidad, al menos aparente, en algunas ocasiones.
¿Cree que la crisis del coronavirus que estamos atravesando va a afectar a la configuración del orden mundial?
La sociedad global va a buscar respuestas y exigir marcos de cooperación más estables, menos agresivos en las dialécticas y menos personalizados por líderes que no han sabido prever y abordar la crisis. Todo ello abre el camino hacia la presencia de la sociedad civil en la gestión de la recuperación. Empresas; líderes sólidos del entorno social y económico; nuevos referentes científicos, serán ahora valorados más y mejor. La sociedad está cansada de los grandes presidentes que hablan y vociferan desde una tribuna y que no fueron capaces de ver la debilidad del sistema. Algunos autoritarismos se endurecerán para combatir esa tendencia, pero eso probablemente será su perdición. La sociedad va a demandar mayor capacidad de gestión ante la incertidumbre generada desde los poderes políticos.
También dice que los conflictos del futuro tendrán que ver con otros recursos diferentes del petróleo. ¿Cómo se desarrollarán esos nuevos enfrentamientos?
El conflicto provocado por el 5G es un ejemplo. El control y la expansión de las tecnologías es un conflicto abierto ya que solo podrá afrontarse desde la regulación y la negociación o, por el contrario, desde el enfrentamiento. La transición digital y la transición a un marco ambiental más limpio y saludable se volverá más inexorable. Las sociedades que estén a la cabeza de esa transición con una visión humana y global serán referentes. Los estados que apoyen ese dinamismo social estarán mejor situados para ejercer como líderes. Aunque en ese hipotético cambio hacia un nuevo entorno global de cooperación, los conflictos latentes estarán presentes. Por tanto, la seguridad estará también presente en el orden mundial. En la década de los 90, la belle epoque más cercana, se quiso imponer un orden y ahora habrá que consensuar un orden. En él las democracias tendrán que estar a la altura y abandonar el intento de autodestrucción que ha sido el exponente de la última década. El agua, el clima, la salud, además, son recursos globales cuya gestión tiene que ser regulada globalmente.
¿Qué consecuencias tiene la consolidación de China como competidor directo de EEUU?
Ha transformado el orden liberal en un nuevo orden incierto llamado de competencia entre potencias. Ha significado el ascenso de un gran estado a la categoría de gran potencia. Ha revolucionado la economía y ha generado una competencia que ha llegado hasta la guerra comercial en algunos momentos. China es un actor definitivamente incuestionable. Las consecuencias solo han empezado, pero no tienen por qué ser negativas. Para ello es necesario que se asuma la existencia de distintos polos de influencia. Y a partir de ahí que se trabaje en armonizar y regular sus relaciones y las de terceros estados. Si el ascenso significa en el futuro dominación, imposición de un modelo inasumible, si deteriora el orden internacional, la situación podría derivar con el paso del tiempo en el restablecimiento de bloques. Pero no tiene por qué ser así. Hay suficientes indicadores históricos y teóricos que señalan que la cooperación y los intercambios no producen conflicto. Ese sería el camino. Construir un orden de progreso global que esté liderado por algunas potencias y dinamizado por las sociedades civiles. Si ese orden no es respetuoso con los derechos humanos y no avanza hacia la consolidación de sistemas participativos, tiene mal futuro y poca sostenibilidad, porque no podría ser corregido nada más que a través del enfrentamiento. Por eso la democracia es tan importante porque permite la reforma sin romper el sistema. Las experiencias de reforma dentro de los totalitarismos suelen ser caóticas. China ha reformado su sistema desde dentro, pero la revolución cultural de Mao fue un ejemplo a su vez de lo que ocurre ante las transformaciones ideológicas desde el poder.
En la situación de emergencia sanitaria en la que nos encontramos, ¿qué papel están jugando las redes sociales?
Un papel reactivador del ánimo, positivo para la cercanía social y epicentro de las relaciones humanas en este momento crítico. Por tanto, se han manifestado en todo su sentido globalizador. Al mismo tiempo, han aparecido multiplicados los mensajes desinformativos y desestabilizadores. La mediación se hace cada vez más necesaria en los nuevos medios sociales. En las empresas los community manager hacen este trabajo. De alguna manera esta función la asumen ahora en la sociedad algunas empresas y agencias que intentan detectar las fake news y hacer más fiable el tráfico en la red. Pero la función de abrir la sociedad a través de la digitalización se ha consolidado.
Al finalizar los primeros 100 días de gobierno Trump reconoció: “Ser presidente es más difícil de lo que yo había pensado”. Ahora que hemos entrado en los últimos meses de su mandato, ¿qué balance hace de su presidencia y de su intención aislacionista en la era de la globalización?
Desde ese día y hasta el coronavirus el presidente había conseguido hacerse progresivamente con el cargo, aunque siga siendo controvertida su personalidad y políticamente sus decisiones estén naturalmente abiertas a la crítica. El mantenimiento del crecimiento económico o el uso limitado del poder duro habían sido logros muy destacables para presentar en la campaña, pero a partir del coronavirus se abre una fase nueva e incierta que puede repercutir negativamente en la reelección. El tiempo y los resultados de la gestión de la crisis lo dirán. La intención aislacionista no ha sido positiva para cuestiones esenciales como la lucha contra el cambio climático u otras que requieren cooperación multilateral tal y como estamos viendo. Aislarse ha significado generar incertidumbres y permitir que otras potencias y estados ocupen espacios de influencia y relaciones que EEUU no debía de haber debilitado. La UE es uno de ellos. Aunque es recuperable porque los valores y la experiencia compartida permitirán revitalizar la relación.