El sistema financiero sigue evolucionando. Con la entrada de las Nuevas Economías, la banca tradicional compite con nuevos modelos que han contado con cierta aceptación. Uno de ellos es la banca ética. En un primer momento, la idea de este tipo de finanzas es atractiva. Y es que se mantiene al margen de la rentabilidad […]
NacionalDirigentes Digital
| 19 feb 2019
El sistema financiero sigue evolucionando. Con la entrada de las Nuevas Economías, la banca tradicional compite con nuevos modelos que han contado con cierta aceptación. Uno de ellos es la banca ética.
En un primer momento, la idea de este tipo de finanzas es atractiva. Y es que se mantiene al margen de la rentabilidad económica y aboga por la medición de aspectos sociales y ambientales. Además, apoya conceptos como el crowdfunding, para aquellos que quieren invertir de forma conjunta con valores similares, o el mecenazgo, mediante pequeñas aportaciones en proyectos culturales y sociales.
Esta alternativa invierte en proyectos éticos acordes con la economía real –aquella que engloba la producción de bienes y servicios tangibles–. Con esto, la banca ética encaja con sectores económicos cada vez más importantes como la agricultura ecológica o las energías renovables. No obstante, también presenta inconvenientes frente a las finanzas tradicionales.
Ofrecen en sus productos unas rentabilidades más bajas, ya que no tienen en cuenta la especulación, no optando por otros sectores como la industria armamentística y la energía nuclear. Según una encuesta realizada por Organización de Consumidores y Usuarios (OCU ) y el Foro de Nueva Economía e Innovación Social (NESI), todavía tan solo tres de cada diez personas acuden a los productos de banca ética. El resto prefiere la banca tradicional.
Y es que sus servicios suelen presentar mayores costes. Por ejemplo, en el caso de sacar dinero de un cajero, ya que deben acudir al de otras entidades –la banca ética no dispone de esta herramienta-, por lo que incurren en el pago de comisiones.
Con todo ello, hay que tener en cuenta que estas entidades no ofrecen créditos al consumo, debido a las bases y valores por las que han sido creadas. Además, a esto se suman unos mayores costes y un mayor número de préstamos fallidos frente a los bancos privados.