Inmersos en plena segunda ola de la COVID-19, la perspectiva de que varias vacunas estén disponibles arroja algo de luz al final del túnel. No obstante, el coronavirus continúa infectando a la economía española y, recientemente, las estimaciones de la OCDE se decantaron por el escenario más pesimista que plantearon en el mes de junio. […]
NacionalDirigentes Digital
| 11 dic 2020
Inmersos en plena segunda ola de la COVID-19, la perspectiva de que varias vacunas estén disponibles arroja algo de luz al final del túnel. No obstante, el coronavirus continúa infectando a la economía española y, recientemente, las estimaciones de la OCDE se decantaron por el escenario más pesimista que plantearon en el mes de junio. Por lo que sitúa a España como el país que sufrirá la segunda mayor recesión, por detrás de Argentina.
Con todo ello, desde la organización calculan un incremento del PIB del 5% para 2021, lo que representa menos de la mitad de la previsión oficial que el Gobierno realizó, mientras que para 2022 este aumento será del 4%. Por este motivo, la recuperación será “gradual e incompleta” y habrá que esperar hasta el año 2023 para volver a los niveles prepandemia.
Para ahondar sobre estos aspectos, DIRIGENTES entrevista al doctor en Economía por la Universidad de California (San Diego) y profesor de Economía de la Universidad Europea de Valencia, Bruno Broseta.
¿Vacuna y recuperación económica son dos conceptos que van de la mano?
Creo que no. Primero, por los tiempos en la administración de las vacunas. Es previsible que no se levanten gran parte de las restricciones sanitarias hasta que se alcance la inmunidad de grupo; el Presidente del Gobierno acaba de anunciar entre 15 y 20 millones de vacunados a finales del segundo trimestre, por lo que si todo va bien llegaríamos a los 30-35 millones en el otoño-invierno de 2021. Hasta entonces, se mantendrán las medidas de contención, aunque su efecto económico sea, probablemente, menor que en la actualidad.
En cuanto a la recuperación económica, la vacuna contribuirá a mejorar las expectativas y reducir la incertidumbre, lo cual siempre es bueno. Pero estamos sumidos en una crisis de enormes proporciones y la recuperación no será rápida: los últimos datos de la OCDE anticipan una caída del PIB interanual en 2020 del 11,6 % -el último trimestre de este año va a ser probablemente contractivo-, sólo por debajo del casi -13% de Argentina. Se esperan crecimientos anuales del PIB del 5% y 4% respectivamente en 2021 y 2022; tomando como base 100 el PIB de 2019 y aplicando estas estimaciones, cerraríamos el año 2022 con aproximadamente un 96% del PIB de 2019. Por lo tanto, no recuperaremos la situación anterior a la pandemia hasta 2023.
¿Qué ha ocurrido para que la OCDE haya situado a España como el país que sufrirá la segunda mayor recesión y que además hayan optado desde la organización por el escenario más pesimista?
Efectivamente, la previsión de la OCDE para 2021 es mucho más conservadora que la del Gobierno de España, que estima una recuperación del 9% para el año, casi el doble. El impacto diferencial sobre la economía española se ha producido, en mi opinión, por las extremas medidas de confinamiento dictadas en la primera ola, algo más suaves en la segunda; tengamos en cuenta que cada semana del año que la economía esté parada representa una caída del 2% del PIB anual, o del 1% si funciona al 50%.
En segundo lugar, esta es claramente una crisis de demanda: ha habido cierres forzosos de establecimientos y la demanda nacional no ha podido compensar la bajada del turismo internacional, que ha caído más del 80% en volumen. Resulta evidente que la composición sectorial de nuestro PIB ha sido más sensible a los factores de crisis que los de otras economías.
Por último, las políticas públicas de respuesta a la crisis han sido tardías, especialmente en la primera ola, y probablemente insuficientes en su intensidad. Creo que todos los ciudadanos hemos tenido la impresión de que se actuaba tarde, con lo que las medidas de contención tuvieron que ser más duras. La ausencia de liderazgos eficaces en la gobernanza pública de la pandemia y la descoordinación entre los niveles autonómico y estatal tampoco han facilitado reducir el impacto de la crisis.
“En España no ha habido en realidad dilema alguno entre economía y salud pública”
¿Por qué la recuperación será “gradual e incompleta”?
No recuperaremos los niveles de 2019 en producción y renta hasta el 2023, según las estimaciones de la OCDE. Adicionalmente, hasta entonces empeorarán considerablemente los indicadores macro del desempleo, el déficit y la deuda pública. Este último es especialmente relevante porque compromete a nuestros hijos y nietos, a los que estamos trasladando una carga fiscal intergeneracional considerable. Y nos va a costar mucho tiempo recuperar márgenes de política fiscal aceptables en el entorno de la Unión Europea.
El segundo factor, fundamental en mi opinión, es la destrucción de tejido empresarial que se está produciendo en España. Esta ha sido una crisis de demanda, que ha reducido considerablemente el nivel de actividad de muchas empresas y, por lo tanto, su facturación. Según la Central de Balances del Banco de España, la pandemia ha provocado una reducción del 70% de los beneficios ordinarios netos con respecto a 2019 para las empresas no financieras; ello pone a muchísimas empresas, especialmente pymes, en una posición crítica desde el punto de vista financiero, al no poder generar los recursos suficientes para atender a los pagos de deuda. De hecho, según el reciente Barómetro de Opinión de la Confederación Española de la Pequeña y Mediana Empresa (CEPYME), el 50% de las pymes creen que está en riesgo la supervivencia de la empresa. La recuperación no va a ser solo larga, sino también desigual por sectores, geografías y por tipos de empresas.
“Los retrasos en el despliegue de la vacunación, las dificultades para controlar los nuevos rebrotes del virus y no haber aprendido las lecciones de la primera oleada, empeorarían las perspectivas”, menciona el informe de la OCDE. ¿Se están dando las dos últimas condiciones?
En mi opinión, claramente sí, y a los datos me remito. Si analizamos el coste en vidas humanas de la pandemia, España se ha situado por desgracia cerca de los puestos de cabeza a nivel global en términos relativos. Si comparamos con países como Estados Unidos o Brasil estas cifras, dentro de lo trágico, parecen menores; pero estos países tienen una población del orden de diez veces superior a la nuestra. Por cada 100.000 habitantes, somos el tercer país del mundo junto con Italia en mortalidad COVID confirmada con 101 fallecidos, por los 152 de Bélgica, los 87 de Estados Unidos, 86 de Francia y 24 de Alemania.
Lo que se ha venido demostrando desde marzo de este año es que, en España, no ha habido en realidad dilema alguno entre economía y salud pública; me duele mucho decirlo, pero los datos están ahí y los resultados han sido muy negativos desde ambos puntos de vista.
Resulta evidente pues, que estamos teniendo dificultades para controlar los rebrotes a un coste razonable en términos macroeconómicos y, en mi opinión, no se aprovechó el verano para reforzar los mecanismos de control epidemiológico.
Finalmente, en este país no es frecuente acudir a mecanismos de evaluación de políticas públicas. El pasado verano un grupo internacional de epidemiólogos españoles reclamó una evaluación independiente e imparcial de la gestión del coronavirus en España y todavía seguimos esperando.
“La recuperación no va a ser solo larga, sino también desigual por sectores, geografías y por tipos de empresas”
¿Qué sectores impulsarán la recuperación española? ¿Habrá que esperar a que ámbitos como el turismo o la hostelería se levanten?
La recuperación será heterogénea, por sectores y geografías. Elementos clave serán el entorno internacional, las medidas adoptadas por el Gobierno de España y la Unión Europea y, no nos olvidemos, el cambio en las tendencias de consumo y trabajo que están aquí para quedarse. Las expectativas y reducción de la incertidumbre ejercerán un importante papel en la recuperación del consumo interno y la inversión privada. En cuanto a sectores, turismo y comercio, conjuntamente, representan aproximadamente el 25% del PIB español. En consecuencia, no cabe esperar una plena recuperación sin su participación, que estará condicionada por los niveles de turismo internacional, la evolución de las medidas contra la pandemia, y, de cara al futuro, todo lo relacionado con la low touch economy (economía de bajo contacto) y el imparable avance, en el ámbito del comercio y la distribución, del comercio electrónico. Resulta casi imposible hacer una predicción, pero el consenso es que la recuperación será en “K”.
¿Hasta qué punto ayudarán los fondos europeos a la reconstrucción del país?
El fondo europeo de recuperación jugará un papel fundamental mientras se cumplan varias condiciones. En primer lugar, que mejore el índice de ejecución, que para períodos anteriores se ha situado en torno al 38%. Para ello, resulta imprescindible flexibilizar algunos requerimientos de las leyes de Contratos del Sector Público y de Subvenciones, para agilizar la convocatoria, adjudicación y justificación de las ayudas. En segundo lugar, que las ayudas se orienten a apoyar a nuestros sectores productivos antes que a grandes planes de infraestructura: España no necesita un nuevo Plan E ni más AVE, pero sí redes de 5G, por ejemplo, para la transición al mundo del Internet de las Cosas. Por ello, el eje de Transformación Digital ha de jugar un papel fundamental en la transformación de nuestro país, especialmente todo lo relacionado con intangibles y competencias digitales de los ciudadanos. No podemos perder el tren de la 4ª Revolución Industrial, como ocurrió en las anteriores.