A la pregunta de si existen fórmulas para controlar la marcha del IPC, la respuesta es sencilla. Sí, por supuesto que hay fórmulas viables para hacerlo. El problema es que las medidas son, en todos los casos, impopulares y con un coste, en especial entre aquellos con menos posibilidades económicas, muy elevado y que en […]
NacionalDirigentes Digital
| 18 may 2022
A la pregunta de si existen fórmulas para controlar la marcha del IPC, la respuesta es sencilla. Sí, por supuesto que hay fórmulas viables para hacerlo. El problema es que las medidas son, en todos los casos, impopulares y con un coste, en especial entre aquellos con menos posibilidades económicas, muy elevado y que en ocasiones no nos podemos permitir, ni social ni políticamente en una sociedad como la española. Menos cuando todavía ni nos hemos recuperado del varapalo socioeconómico que ha supuesto la pandemia, todavía entre nosotros.
La situación en la que nos encontramos tiene dos evoluciones negativas en los precios que se superponen. La primera, iniciada hace un año, colocaba los precios de consumo en el 2,7%, con una subida exponencial comparada con los niveles de 2020, casi un punto negativo en el IPC de mayo de ese ejercicio. Y desde ahí la subida en vertical hasta bajar ligeramente en enero al 6,1%, que venía propiciada por los problemas de oferta globales, tras pasar de un consumo mínimo a otro global desfasado. Un conjunto que ha bloqueado la cadena de suministros y potenciado sobremanera los precios desde la energía hasta los alimentos.
El nuevo repunte cristaliza con la invasión de Rusia sobre Ucrania, que penaliza “al granero de Europa” y además revitaliza sobremanera el coste del gas y petróleo, que no se controla con mayor producción de los principales actores de crudo mundiales y ante la dependencia europea sobre Rusia. Una tormenta perfecta, marcada por la incertidumbre que todavía permanece.
La inflación, conocida por muchos como el asesino silencioso, ha vuelto a marcar distancias y la primera reacción directa ha llegado, en mayor o menor medida, de los bancos centrales, el núcleo duro donde comienza ese control de precios y del que después deriva todo. Tras años de política monetaria ultraexpansiva, la Reserva Federal de Estados Unidos abría la puerta, desde una inflación inicial que se consideraba transitoria a la constatación de permanencia, a una primera subida de tipos en marzo en EE.UU., que seguirá implementándose, con mayor vigor, en lo que queda de año.
El fin de los tipos negativos, también llegó para el Banco de Inglaterra, mientras el BCE retira estímulos y se adentra en la futura subida en la eurozona que se espera ya para este año ante la evidencia de los precios por las nubes. Es un primer paso, que se calibra para no fracturar el crecimiento, que ya se descuenta muy penalizado. Desde la OCDE en Europa un inicial 1,4% que en España ya se dibuja con mucho mayor énfasis hasta el más oficial del Banco de España, con un PIB en 2022 estimado en el 4,5% y el más incisivo, el de BBVA Research que dibuja una economía española que solo crecerá a un ritmo del 4,1% este año. En medio la expectativa de la AIReF del 4,3% anual.
Mientras, el gobierno implementó en abril medidas significativas, que valora en 6.000 millones de euros directos y 10.000 más en créditos ICO, para aplacar el efecto de la inflación, en el que destaca el descuento directo de 20 céntimos en el litro de combustible, 15 por parte del ejecutivo y 5 más impuesto a las petroleras, que añaden incluso más descuentos de forma general. Pero estas medidas, que también pasan por ayudas como el bono social eléctrico o al alquiler, según Funcas, solo servirán, con vigencia hasta junio, para revertir la subida de los precios en solo un punto, lo que dejaría su media anual estimada, en un 5,8%. El BdE coloca la previsión de inflación a diciembre en nada menos que el 7,5%.
Las posibilidades pasan todas por medidas que no nos gustan a ninguno. Algo que nos debe quedar claro, es que la inflación es una losa que deberemos pagar todos. Y que las fórmulas para conseguirlo serán duras y difíciles, si no queremos que se conviertan en un círculo vicioso del que nos sea más difícil todavía salir. Funcas dice que nos “empobreceremos” en unos 16.700 millones de euros por el impacto de la inflación. Y de arriba abajo esto nos lleva a que la subida de tipos del BCE, si es de cuantía, endurecerá la concesión y las condiciones de los créditos, y por ende gastaremos menos, familias y empresas. Ese menor gasto, llevará al control de la inflación. Aderezado, claro está, a la menor inversión empresarial, de actividad y en todo lo que pagaremos más caro, con menos dinero.
Los menores beneficios revertirán en menor dinamismo del empleo, mayor paro y en un valor menor de las viviendas. Menor consumo, aunque se espera que los españoles echemos mano del dinero embalsado en la pandemia, que también tendrá un menor valor de compra. Y en el plano público, se pueden subir los impuestos, algo socialmente muy negativo en estos momentos y con lo que los políticos no querrán lidiar con elecciones a la vista, y con mayor control del gasto. De momento, según la Agencia Tributaria, ante el gran ritmo de recaudación fiscal, si se espera cumplir con lo previsto en este 2022. La deuda será más cara, con un déficit mayor y la contención pública también deberá reflejarse.
En definitiva, nos toca apretarnos el cinturón mientras nuestro dinero vale menos en todos los casos, con un difícil equilibrio tanto del BCE como de los gobiernos para no implementar medidas que nos empobrezcan más y, en especial, que se ocupen de los colectivos menos favorecidos, los que pagarán un mayor precio por el aumento de la inflación.