Es difícil identificar quién inicia las distintas corrientes de cambio que vive la sociedad cuando se transforma. En el caso de la economía verde, tanto las instituciones públicas, los gobiernos, los ciudadanos y las empresas se hallan en plena transformación. Los ciudadanos demandan cambios, los gobiernos tratan de legislar para que se produzcan y las […]
NacionalDirigentes Digital
| 13 nov 2018
Es difícil identificar quién inicia las distintas corrientes de cambio que vive la sociedad cuando se transforma. En el caso de la economía verde, tanto las instituciones públicas, los gobiernos, los ciudadanos y las empresas se hallan en plena transformación. Los ciudadanos demandan cambios, los gobiernos tratan de legislar para que se produzcan y las empresas intentan adaptarse.
Este hecho es una consecuencia de la evolución de los valores de la sociedad, que en lo que se refiere a la economía, no aprueba la retórica de que todo vale, sino que se busca algo más que beneficios. Según The Boston Consulting Group, en particular, los jóvenes o millenials y las mujeres, creen que sus valores deben estar en línea con sus metas financieras y de inversión, sin que ello suponga que las expectativas de retorno disminuyan.
En lo que refiere a los inversores, el 75% se encuentran interesados en inversiones sostenibles. Mientras que el 80% se muestran dispuestos a apostar por inversiones sostenibles que puedan confluir con sus propios intereses y metas, según un estudio de Morgan Stanley. En resumen, conseguir beneficios por medio de actividades que no dañen el medio ambiente.
En respuesta a esa demanda, el Comité Económico y Social Europeo (CESE) apuesta por un aumento del 30% del presupuesto destinado desde Europa a los objetivos climáticos. A pesar del aumento de los fondos para este fin (46%), esta institución los considera “claramente insuficientes para la transición hacia un desarrollo sostenible y la lucha contra el cambio climático”.
Desde el punto de vista de uno de los consejeros del CESE, Carlos Trias Pintó, un sistema viable requiere “que todos aúnen esfuerzos, incluidos los agentes del sector financiero, las empresas, los ciudadanos y las autoridades”. En cualquier caso, explica a DIRIGENTES que no todo puede centrarse en actividades verdes: “Mi crítica es que se centre en las actividades verdes y obvie otros parámetros clave de medición de la sostenibilidad”.
Aun así, es consciente de la dificultad que supone imponer una transición al mismo ritmo para toda Europa: “Por más que se establezcan reglas y protocolos, las transiciones a la sostenibilidad serán muy diferentes en los países escandinavos y en Rusia, por poner un ejemplo. La clave es poder confluir, aunque sea a distintas velocidades”.
Por otro lado, lamenta que la regulación no puede hacer alcanzar de golpe todos los objetivos. “Desgraciadamente, cuando los procesos son voluntarios (autorregulación), el avance es muy lento e irregular”. Así, cree que también es necesario “sensibilizar, comunicar, educar, entrenar, adaptar, etc.”.