La UE amanecía con la voz de Ursula von der Leyen anunciando la creación del Banco Europeo de Hidrógeno. “Así es como potenciamos la economía del futuro, esto es el Pacto Verde de Europa”, declaraba la presidenta de la Comisión Europea. Un proyecto de 3.000 millones de euros cuyo fin va más allá de fomentar un futuro de energía verde.

Un discurso cargado de intenciones en el que, aunque el nacimiento del Banco Europeo de Hidrógeno ha conseguido captar la atención de todos, recoge mucho más, sin abandonar en ningún momento la dependencia energética que actualmente se tiene de Rusia.

La Ley Europea de Materias Primas Fundamentales enmarca el anuncio de la nueva entidad. La autonomía estratégica que venían reclamando los eurodiputados para así bloquear el consumo de gas procedentes de, no solo Rusia, sino también China. “En la actualidad, China controla la industria transformadora mundial”, declaraba la presidenta ante la Eurocámara, puesto que, en la actualidad, el 60% de litio y el 80% de tierras raras residen en el país asiático.

Sin embargo, la novedad más llamativa ha sido la exclusión de Mercosur, compuesto por Argentina, Brasil, Paraguay y Urugay, al que también se le veta el libre comercio tras más de dos décadas de operaciones.

Medidas que, desde Hydrogen Europe no han sido recibidas con los brazos abiertos, instando al Parlamento Europeo a relajar las medidas más estrictas tomadas.

Es innegable que la coacción del Kremlin ha sido decisiva para la creación de este proyecto. No obstante, declara von der Leyen, “Tenemos que pasar del nicho de mercado al mercado masivo del hidrógeno”, impulsando así a los países de la Eurozona a acelerar el proceso de implantación de hidrógeno verde.

Algo similar a lo que Europa ya impulsó con la Alianza de las Baterías en 2017 para promover la sostenibilidad europea y la competitividad global. Este es el principal cometido del Banco Europeo del Hidrógeno, apostar por la soberanía europea al máximo.