El destino del brexit ya no está en manos de Theresa May, la primera ministra británica, ninguneada por sus propios colegas de partido. Tampoco en la titubeante oposición laborista, incapaz de plantear una alternativa a la salida británica que aglutinase suficiente apoyo parlamentario transversal.
Para disgusto de los promotores de la campaña People’s vote, considerados unos ilusos minoritarios cuando en 2017 clamaban en el desierto por la celebración de un segundo referéndum que sólo ahora, en los minutos finales de la negociación para la desconexión comunitaria del Reino Unido, los laboristas piden con la boca pequeña, los británicos no decidirán cómo será la ruptura del brexit. Serán 27 gobiernos, los otros Estados Miembros de la UE.
El voto del Parlamento británico apoyando la extensión del brexit más allá del 29 de marzo requiere el voto unánime del resto de los países europeos. En Bruselas y en todas las capitales del continente el apetito es inmenso para cerrar el culebrón iniciado en 2016 cuando David Cameron decidió convocar un referéndum sobre la permanencia británica en la UE. Si es necesaria una extensión, todo apunta que Londres la conseguirá, pero no será gratis. La moción parlamentaria presentada por el Gobierno de May y aprobada para evitar un brexit sin acuerdo plantea dos opciones: prolongarlo hasta el 30 de junio, el tiempo necesario para que Reino Unido adapte todo el paquete legislativo resultante de su salida de la UE, a cambio de ratificar el acuerdo y las garantías negociadas entre May y la Comisión Europea, rechazadas ya dos veces. La otra es pedir a la UE una extensión de meses, más allá del inicio del verano.
Esta segunda opción implica que Reino Unido sería Estado Miembro de la UE de ‘manera no provisional’ en las elecciones europeas del 26 de mayo. Sería un socio comunitario de pleno derecho, con obligaciones, como sus contribuciones al presupuesto europeo, pero también los beneficios de nombrar un comisario o influir en las legislaciones en discusión o en los nombramientos de los próximos mandatarios comunitarios, como en junio con la elección del nuevo presidente del Parlamento Europeo y en otoño la del Consejo Europeo.
El examen de los 27
May llegará a Bruselas un día después, este jueves, con la votación bajo el brazo y planteará le petición concreta ante el resto de socios comunitarios en la Cumbre Europea que comienza ese día. Si ha vencido la primera opción, el breve tiempo extra está garantizado. Si Londres quiere adentrarse en una nueva procelosa negociación, entonces el resto de gobiernos de la UE fijarán los términos: cómo será el acceso al mercado único, cómo se regularán las relaciones fronterizas en Irlanda o qué pasará con paraísos fiscales como Gibraltar o las islas del Canal de la Mancha. Los 27 tienen unórdago, romper la baraja haciendo saltar al brexit en una salida sin acuerdo. Dura para la UE, pero muy dura para Reino Unido.
El presidente del Consejo, Donald Tusk, apostará en la Cumbre por una “extensión larga” para comprobar “si Reino Unido encuentra necesario reconsiderar su estrategia sobre el brexit”. La decisión de Tusk apunta a la debilidad de la premier May al destacar también la necesidad de “construir un consenso” para esta opción.
Los rumores en Bruselas hablan de como mínimo una extensión de un año o incluso ampliarla hasta el 1 de enero de 2021. Todo para evitar ese hard brexit. “Es el peor escenario, por eso vamos a buscar soluciones que permitirán la aprobación del acuerdo negociado”, reconoce Jacek Czaputowicz, ministro de Exteriores polaco.
Tusk acaba de reunirse con el primer ministro neerlandés, Mark Rutte, dentro de una gira a mandatarios europeos para consensuar la más que probable extensión. En los próximos días se verá con la canciller Angela Merkel, el presidente francés Emmanuel Macron o el primer ministro irlandés, Leo Varadkar. Éste último, temeroso de las consecuencias económicas del brexit para su país, se muestra favorable a una “extensión larga” que permitiría abrir de nuevo el melón sobre “la participación de Reino Unido en la unión aduanera o el mercado único” comunitario, hasta ahora “opciones que habían estado fuera de la mesa”. Un brexit aún más suave que el pactado por May.
La cena de este jueves decidirá el futuro inmediato del brexit, si Reino Unido y Europa se asoman al abismo del no acuerdo o hay extensión. Nadie espera que los intereses nacionales de algún gobierno impidan apoyo unánime europeo a ganar más tiempo. El español, por ejemplo, asegura que “la cuestión de Gibraltar está cerrada”. Hasta esa cena estamos en tiempo muerto, y entonces sólo quedarán ocho días para la fecha inicial de salida.
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