El trasfondo de la crisis

La deuda mundial ya alcanza los 200 billones de dólares, cantidad que cualquier ciudadano de a pie, al igual que los economistas, saben que es imposible pagar. Pero, ¿dónde ha ido ese dinero? ¿En qué se ha gastado?

Las últimas cifras que conocemos acerca de las pérdidas ocasionadas por la crisis de los últimos días de agosto nos dicen que el 40% de la economía mundial se ha evaporado. En total, 28 de las 50 mayores economías del mundo están siendo golpeadas directamente por el último coletazo de la recesión económica más fuerte que ha vivido el mundo desde 2008.

Pero, insisto, ¿dónde está el dinero? Hemos visto cómo las bolsas se desplomaban después de crecer a ritmos del 15% en lo que llevábamos de año. Ese dinero tendrá que volver a la Bolsa, a falta de mejores alternativas.

Y así es. Y ni los ciudadanos, ni la mayoría de la sociedad se enterará de que el dinero que entre de nuevo a los mercados será el mismo que se fue en agosto. Porque las grandes cifras astronómicas que se mueven en la economía mundial en forma de QEs (que primero sedujeron a Japón, luego a Estados Unidos y a Europa y ahora parece que también a China) están bajo el dominio de los que mueven los hilos de la economía mundial: las grandes corporaciones empresariales y los grandes grupos financieros.

Si ya se demostró que la caída de Lehman Brothers en 2007, que arrastró posteriormente al mundo al colapso financiero, fue "amañada" por la brutal competencia, con la crisis actual volvemos a ser testigos de la avaricia de los de siempre. ¿A quién le interesa regular el sistema financiero? ¿A quién le interesa una mayor regulación en la supervisión de las cuentas empresariales? A la élite, seguro que no.

Y es que el crecimiento de las economías que parecen desgranar algunos Gobiernos en forma de cifras mensuales no parece ser muy realista. Las ingentes inyecciones de dinero que soporta el sistema financiero no han llegado a la economía real, no son fruto de un crecimiento orgánico, sino totalmente especulativo. El dinero que se mueve sólo se mueve, no cala en las empresas, no crea nuevas empresas, no produce nuevos productos o servicios, no crea puestos de trabajo y no termina en la economía real, lamentablemente. Las grandes corporaciones financieras inventan el juego, imponen las condiciones y se las ingenian para ser los grandes beneficiarios.

Mientras todos seguimos las noticias sobre si la Reserva Federal estadounidense sube o no sube los tipos, mientras se especula con el enigma de la crisis china, mientras todos seguimos expectantes con la historia interminable de Grecia, mientras buscamos salida a nuestras inversiones por haber caído en el error de confiar en los países emergentes… mientras nos dejamos influenciar por el día a día, no somos conscientes de que el problema de fondo sigue siendo el mismo: una crisis cíclica, sistémica, que vuelve a poner una vez más el mundo en manos de los de siempre: el sistema financiero, avaro, insaciable, especulador, prepotente e insolidario.

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