Cabe destacar, no obstante, que, paradójicamente, fue la propia autoridad monetaria de la Zona Euro la que acerco a "casa" los problemas al decepcionar con la ampliación de sus estímulos el pasado mes de diciembre. Entonces, la confianza inversora, debilitada con los envites de China y el petróleo, sufrió un duro golpe. Cuyos "daños" no han hecho más que acrecentarse con un nuevo hundimiento del mercado del gigante asiático, la sangría que aqueja al crudo, el miedo a una recesión en Estados Unidos y, ahora, a una recaída también del Viejo Continente de la mano de sus bancos y los riesgos derivados de la incertidumbre política.
El dato de crecimiento del cuarto trimestre de 2015 (0,3% intertrimestral; 1,5% anual, el mejor comportamiento desde 2011) proporciona cierto alivio, al mostrar que la recuperación económica de la región no se frenó a finales del año pasado. Sin embargo, cada vez son más los expertos que reconocen que los "vientos a favor" que suponen el debilitamiento del euro y los bajos precios de la energía se van a ir desvaneciendo. De hecho, la balanza se decanta porque la caída del "oro negro" alcanza ya tales dimensiones que los efectos negativos eclipsan ya los positivos.
Mientras, los riesgos sesgados a la baja para el PIB de la Zona Euro se han visto claramente exacerbados por la reciente tormenta que se ha desatado en los mercados financieros globales y sus potenciales consecuencias para la economía real en términos de riqueza y de confianza del consumidor.
La idea generalizada es que estamos asistiendo ante una sobrerreacción, que, poco a poco, los temores se disiparan, con China evitando el "aterrizaje forzoso" y los precios de las commodities estabilizándose ante las enormes pérdidas que han sufrido. Sin embargo, desde Capital Economics advierten ya que "los acontecimientos recientes han aumentado claramente el peligro de un impacto duradero en la economía de la Zona Euro".
Uno de estos "eventos" sería, para esta firma, el colapso sufrido por los bancos cotizados de la región, debido, en primer lugar, sí, a preocupaciones con nombre propio, como es el caso de Deutsche Bank; y, en segundo, ante el efecto adverso que podría tener la nueva rebaja del tipo de depósito que se espera del BCE para marzo, si las entidades no son capaces de reducir las suyas propias o aumentar las tasas activas para compensar.
"Es cierto que, al menos por ahora, no hay señales que apunten a una restricción del crédito o a un aumento sustancial en la tasas de interés interbancarias, como se observó en 2008, 2011 y, en menor media, el año pasado", reconocen estos expertos. Ahora bien, "cuando más tiempo duren las preocupaciones en torno al sector financiero, mayor es el riesgo de un endurecimiento del crédito para los hogares y las empresas, que pondría en peligro el consumo y la inversión, respectivamente".
Por otra parte, "con mucho, la novedad más preocupante son las advertencias sobre una vuelta de la crisis de deuda con el despegue de la rentabilidad de la deuda periférica", que, hasta el momento, había logrado mantenerse "al margen" de las turbulencias. Estos analistas recuerdan sus avisos sobre que la crisis de deuda no ha terminado "y puede volver a ‘prender’ por, entre otras cosas, una recesión en la economía global".
Es pronto, matizan, para concluir que hemos llegado a ese punto, pero "la combinación de un entorno global débil, las preocupaciones fiscales en Portugal y la contracción de la economía griega es alarmante. Particularmente si tenemos en cuenta el ‘círculo vicioso’ que hay entre los bancos y los gobiernos".
En este contexto, cada vez se hace más urgente la actuación del BCE. Capital Economics espera una rebaja sí del tipo de depósito (tal vez de hasta 20 puntos básicos) y un aumento significativo del ritmo de sus compras de deuda. "Pero, como hemos dicho muchas veces antes, Draghi por sí solo no puede acabar con la crisis de deuda de la Zona Euro", concluyen.
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