¿Qué pasó con aquel dogma del que presumíamos antaño, que decía que España se había configurado como destino preferente de las inversiones a nivel mundial?
Los últimos datos del Banco de España son devastadores: los inversores sacaron de España cerca de 19.400 millones de euros el pasado mes de marzo, frente a los 800 millones que sacaron un mes antes. Estas cifras se vuelven mucho más alarmantes, si tenemos en cuenta que en marzo de 2014 los inversores inyectaron en nuestro país 900 millones de euros.
Estas cifras, como todo, tienen muchas lecturas. Para algunos sectores del país, se debe a la incertidumbre política que ha generado la llegada de los nuevos partidos emergentes, sin un programa electoral fiable, que se van "colando" poco a poco en los gobiernos municipales y autonómicos de España, y que aspiran a gobernar el país ganando las próximas elecciones generales.
Para otros, simplemente es que España, por mucho que se empeñen algunos, no va bien, y su economía no se está recuperando al ritmo que debiera.
En un ejercicio de autocrítica, gran parte de la "culpa" también viene de las políticas fiscales nada favorables para las empresas, que son las verdaderas generadoras de empleo y las que apuntalan el crecimiento de un país.
Ya en febrero de 2007, en el editorial de la revista Dirigentes titulado "Un ataque al crecimiento del país", decíamos que, desde 1996, España había captado (hasta 2007) más de 100.000 millones de euros de inversión extranjera. Este desembolso provenía de las sociedades holding que se instalaban en nuestro país, con la consecuente creación de empleo y generación de riqueza para la economía española.
Ya por aquél entonces denunciábamos que, "en un momento en el que la deslocalización de estas compañías a países con costes laborales mucho más rentables para sus intereses está a la orden del día, el Ministerio de Hacienda y la Agencia Tributaria deciden investigar las deducciones fiscales de las que se han estado beneficiando todo estos años".
"Mientras el resto de países demuestran su interés por contar con una representación de estas multinacionales en su territorio -casi siempre otorgándoles este tipo de privilegios fiscales-, el Gobierno español decide sembrar dudas y generar desconcierto entre las grandes empresas que antes venían a España como un destino atractivo para instalar alguna de sus plantas de producción", rezaba nuestro editorial en 2007.
Todos sabíamos que el frenazo a la llegada de multinacionales conllevaría graves consecuencias: una mayor deslocalización, Expedientes de Regulación de Empleo, incremento del número de parados… y advertíamos: "Si la posibilidad de ofrecer algún tipo de beneficio fiscal a las grandes multinacionales ya no interesa, habría que buscar alternativas, pero nunca frenar el crecimiento del país".
hemeroteca