"En Occidente estamos experimentando las secuelas de una crisis mal curada, con un crecimiento menor del que sería lógico tras una recesión como la vivida. Las empresas que han sobrevivido deberían ser ahora extremadamente eficientes, y eso no se está viendo". Con estas palabras define el economista la compleja situación macro que se vive no solo en los desarrollados, sino también en los mercados emergentes. "Las secuelas de nuestra crisis generaron su burbuja y su crisis", advierte el experto, asegurando que "con el lento crecimiento en Occidente y los emergentes estancados, el escenario que se presenta a corto plazo es de bajo crecimiento, baja demanda de crédito, bajos tipos de interés y de deflación generalizada".
Tal y como recuerda, "la crisis actual es fruto de una burbuja financiera que degeneró en burbuja productiva". Un entorno que necesitaba de políticas para fomentar el desapalancamiento económico y la restructuración de la actividad privada. "Para una salida limpia y sólida de la crisis, las políticas tendrían que haber estado basadas en un mayor ahorro público-privado, bajando gasto e impuestos para incrementar la renta de los agentes y sanear la situación patrimonial del sector privado", indica el experto, recordando también la necesaria restructuración concursal de las empresas que no aportasen valor productivo a la economía.
Rallo reconoce que estas políticas se han llevado a cabo. Pero solo en parte. "Los Estados apostaron por no hacer tan duro el proceso de reajuste a través de políticas contracíclicas, y ahora empezamos a ver las consecuencias de esas políticas monetarias y fiscales expansivas que están generando cambios de carácter estructural que van a restar capacidad de crecimiento a las economías mundiales", advierte.
Despilfarro de capital
El economista califica las políticas fiscales llevadas a cabos por los países desarrollados como "un despilfarro de capital", que ha provocado cuatro consecuencias que ahora sufren las economías: altos impuestos (que a su juicio continuarán en el tiempo), elevado endeudamiento, rescate de industrias zombis (sectores de bajo rendimiento que no se han reestructurado), que parasitan a las más punteras y auge del populismo, explicado por el explosivo coctel de bajo crecimiento y recortes. Todo ello resta sin duda al crecimiento económico.
Juan Ramón Rallo también criticó durante su intervención la actuación de los bancos centrales, explicando que "no hay consenso sobre lo que tiene que hacer el BCE". A su juicio, tener la inflación como pilar de la política monetaria no tiene sentido. "En el caso de los precios, es una mala variable macroeconómica en la que fijarse, porque puedes tener cierta estabilidad en la inflación, pero tener burbujas reproduciéndose por todas partes", advierte. Y mucho más cuando esta no incluye los precios de los activos.
A su juicio, la política monetaria ha desincentivado el desapalancamiento privado, que es justo lo que se necesitaba para superar la crisis. Y también ha afectado al activo de los agentes, "al haber matado el rendimiento de las inversiones internas, obligando a un salto para buscar financiación en deuda muy arriesgada que debería tener tipos muchos más altos".
Tal y como indica, este proceso de represión financiera "se ha canalizado ha canalizado hacia países emergentes", con unos inversores que han pasado de buscar desesperadamente mayores rendimientos en esta clase de activo, a huir de ellos con la desaceleración en China, la caída de la demanda de las materias primas y el inicio del fin de las políticas monetarias expansivas de la Fed. "Los emergentes ahora están en una situación similar en la que estábamos nosotros en 2008, después de un boom de financiación barata. Ahora se tienen que reestructurar, en parte desapalancándose, lo que genera peores previsiones de crecimiento para ellos", sentencia Rallo.
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