La economía de la Eurozona aceleró su ritmo de avance hasta el 0,6% en el primer trimestre de 2016, gracias al comportamiento, mejor que el esperado, de Francia y Alemania (con tasas de crecimiento del orden del 0,5- 0,6%) y el dinamismo de España, con un incremento del 0,8% por tercer trimestre consecutivo.
La fortaleza del consumo privado, que ha recuperado los niveles previos a la crisis, sigue siendo clave en el patrón de crecimiento de la Eurozona, pero las dudas siguen en cuanto el alto endeudamiento de algunos países y la desconfianza que transmiten. Tanto la deuda privada como la pública siguen siendo el principal punto débil de la economía.
Hasta ahora el mal queda amortiguado por la política monetaria del BCE. La compra masiva de deuda, pública y privada, y los tipos extra bajos anulan los efectos negativos del alto endeudamiento de los países, pero siguen existiendo las dudas de si los países están aprovechando para reducirla o siguen sin solucionar los desequilibrios.
Los riesgos futuros
Los países como España, Francia, Portugal o Italia continúan con los planes de reformas para cumplir la disciplina del déficit. Pero existe el peligro de que no sean lo suficientemente rápidos para que sean sostenibles y eficaces. El colchón del BCE se pondrá a prueba con los desafíos a corto plazo. En un lapso corto de tiempo, Grecia volverá a las portadas por los importantes pagos de deuda que tiene que afrontar en los próximos meses si no se cierra previamente el acuerdo que se está negociando con los acreedores públicos.
Las elecciones del próximo 26 de junio en España añaden incertidumbre al panorama político europeo. El alumno aventajado de la Comisión Europea que se ha puesto a la cabeza del crecimiento, está a punto de poner en riesgo la recuperación económica si no sale un Gobierno fuerte que continúe con las reformas.
Pero el gran desafío es el temido Brexit. El 23 de junio los ciudadanos votarán sobre si Reino Unido permanecerá dentro de la Unión Europea. Si triunfa la salida del club, todos los expertos económicos advierten de un shock de consecuencias imposibles de calibrar, tanto económicas como financieras.
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