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Inversión en arte: ¿existen fondos que invierten en este mercado?, ¿quiénes y por qué lo hacen?

Entrevista con María Sancho-Arroyo, experta en el mercado del arte con treinta años de experiencia internacional. Inició su actividad profesional en el Museo d’Art de Catalunya y en el Louvre de París, y después se trasladó a Londres para trabajar en la casa de subastas Sotheby’s. Invertir en arte es mucho más complejo, o quizá […]

Patricia Malagón

14 nov 2024

inversión en arte

Entrevista con María Sancho-Arroyo, experta en el mercado del arte con treinta años de experiencia internacional. Inició su actividad profesional en el Museo d’Art de Catalunya y en el Louvre de París, y después se trasladó a Londres para trabajar en la casa de subastas Sotheby’s.

Invertir en arte es mucho más complejo, o quizá solo se necesitan habilidades diferentes, de la simple inversión en mercados financieros tradicionales, ¿cuáles crees que son los requisitos indispensables para alguien interesado en este mercado?

La inversión en arte se diferencia profundamente de la inversión en mercados financieros tradicionales debido a varias características específicas de este mercado. En primer lugar, el arte es un mercado con muy poca liquidez y con un volumen de transacciones limitado, donde cada obra es única y, por lo tanto, difícil de sustituir. Este tipo de producto heterogéneo significa que la identidad del artista cobra un papel fundamental, y la valoración de una obra implica factores subjetivos que dependen de la percepción y el contexto cultural, lo que la hace más compleja.

En comparación con la bolsa, donde se realizan miles de transacciones diarias, en el mercado del arte vender una obra requiere dirigirse a una galería interesada o a una casa de subastas que pueda incluirla en un evento adecuado. Por ejemplo, una obra importante de arte contemporáneo de un artista reconocido probablemente obtendrá los mejores resultados en ciudades clave como Nueva York, Londres o Hong Kong.

Sin embargo, no hay subastas de arte contemporáneo todos los días. En Nueva York, las grandes subastas se celebran en mayo y noviembre, con una o dos adicionales a mitad de temporada. Esto significa que solo hay cuatro días al año en los que esa obra podría venderse en un entorno óptimo, lo que ilustra la falta de liquidez en este mercado.

Además, como el número de transacciones es muy limitado y cada obra es única, resulta complicado reunir suficientes datos para hacer predicciones de precios a medio o largo plazo. Incluso obras de un mismo artista pueden tener precios muy variables según factores como su tamaño, temática y estado de conservación. A esto se añade la influencia de las tendencias, que pueden cambiar rápidamente y afectar significativamente los precios en poco tiempo.

Invertir en arte exclusivamente por motivos financieros es arriesgado. Solo aquellos con un conocimiento profundo del funcionamiento del mercado y con una red de contactos bien establecida tienen la capacidad de identificar obras con un buen potencial de retorno financiero. Las obras de artistas consolidados, conocidas como “blue-chip”, tienden a mantener o incluso aumentar su valor, aunque generalmente estamos hablando de obras cuyo valor supera los €100,000.

Para quien desea adentrarse en el mercado del arte con fines de inversión, es esencial comprender primero su dinámica. Esto se logra con años de experiencia y mediante la creación de una red de contactos que permita identificar oportunidades. Una opción para acelerar este proceso es trabajar con asesores especializados o invertir a través de fondos de inversión en arte, gestionados por profesionales con un conocimiento profundo del mercado.

¿Qué nos puedes contar sobre el perfil medio del inversor en arte? A priori parece que solo tienen acceso a ello las grandes fortunas

Si hablamos de aquellos inversores que compran arte con el objetivo de revenderlo en un corto plazo para obtener ganancias rápidas, debo decir que los mejores resultados suelen lograrse a partir de cifras altas, generalmente a partir de los €500,000. Las probabilidades de obtener beneficios significativos en una inversión menor —por ejemplo, comprando por unos pocos miles de euros y revendiendo con un beneficio neto superior al 20% en unos años— son escasas.

Es importante considerar que tanto la compra como la venta de arte implican gastos de transacción que reducen el beneficio neto. Además, a diferencia de otros activos, el arte no genera dividendos y requiere condiciones específicas de conservación para evitar problemas que puedan afectar su valor a largo plazo.

En realidad, el perfil típico del inversor en arte es alguien con un alto poder adquisitivo, que no teme asumir ciertos riesgos y que destina solo una pequeña fracción de su capital al arte, utilizándolo como un medio de diversificación dentro de su cartera de inversiones.

Las personas que entran en este mercado, ¿lo hacen con una intención de especulación, de inversión a largo plazo o, simplemente, porque les gusta la obra?

Entre los compradores de arte existen perfiles variados. La mayoría de ellos adquiere obras por el placer estético y la admiración que sienten hacia el arte, y los grandes coleccionistas suelen ser personas profundamente apasionadas. Sin embargo, también hay una minoría que entra al mercado con un objetivo puramente especulativo.

En mi libro, dedico un capítulo a este tipo de inversión y describo la figura del “Flipper”, quien compra una obra únicamente con la intención de revenderla rápidamente para obtener una ganancia. A diferencia del mercado financiero, donde es aceptable comprar bajo y vender alto en poco tiempo, en el arte esta práctica está mal vista, ya que suele centrarse en obras de artistas jóvenes, cuyas carreras pueden verse afectadas negativamente por este tipo de operaciones.

Como mencioné en respuestas anteriores, es muy difícil prever el valor de una obra a largo plazo, especialmente en el arte contemporáneo. No obstante, al invertir en obras de artistas con una trayectoria sólida —que cuenten con el respaldo de galerías reconocidas, exposiciones destacadas, y cuyas obras formen parte de colecciones y museos importantes—, las posibilidades de revalorización, o al menos de mantener el valor, son mayores.

También existen otras motivaciones para comprar arte, como decorar la vivienda o el deseo de adquirir un estatus social y cultural.

Uno de los grandes misterios para el público general es el cómo se valora una obra de arte, porque a veces solo se quedan con el titular de que un cuadro se ha vendido por más de 25 millones… ¿qué criterios conforman el precio? Porque en el libro hablas de la importancia histórica

Asignar valor a una obra de arte es un proceso complejo en el que intervienen numerosos factores. El primer paso es identificar la obra: quién es el artista, el año de creación, su categoría, temática, dimensiones, técnica y materiales utilizados. A partir de ahí, se consideran elementos como los resultados recientes de ventas de obras similares, el estado de conservación, la temática, las condiciones actuales del mercado, y la procedencia de la obra entre otros.

Además, se necesita conocimiento especializado para evaluar la calidad y el mérito relativo de la pieza. La clave está en ponderar estos factores en función de su relevancia en un momento determinado. Estimar el valor de las obras de arte con precisión es una habilidad que se desarrolla con experiencia y tiempo.

En mi libro abordo los factores principales y entre ellos la importancia histórica de la obra es especialmente relevante, ya que el valor de una pieza también refleja la relevancia del artista y su impacto en la historia del arte. Las obras de artistas reconocidos como innovadores suelen alcanzar un mayor valor en el mercado.

Por ejemplo, en el caso de la pintura impresionista, artistas como Monet, que introdujeron cambios significativos en relación con la pintura académica de su época, tienen actualmente un valor de mercado mucho más alto que contemporáneos suyos, como Jean-Léon Gérôme, quien en su momento fue considerado uno de los artistas más importantes y cotizados y que desde su posición como profesor en la École des Beaux-Arts de Paris se burlaba públicamente de los impresionistas.

También mencionas en el libro algunos fondos de inversión creados para invertir en arte, ¿qué nos puedes contar sobre ellos?

La mayoría de los fondos de inversión en arte, tal y como los conocemos hoy, surgieron alrededor de 2008, en un momento en el que el arte comenzó a considerarse un activo legítimo de inversión. Este desarrollo fue respaldado por los avances tecnológicos que permitieron la creación de bases de datos para analizar y predecir tendencias en el mercado. Generalmente, los mayores rendimientos se asocian con piezas de gran valor de artistas destacados. No obstante, incluso cuando se invierte en artistas ya establecidos y blue-chip, la volatilidad sigue siendo un factor que considerar, pues el riesgo es inherente al mercado del arte.

Estos fondos, disponen de importantes recursos financieros y pueden acceder a piezas excepcionales y frescas para el mercado, muchas veces comprándolas directamente de herencias y coleccionistas privados, lo que les permite evitar intermediarios como marchantes y casas de subastas. Además, cuentan con especialistas con un profundo conocimiento del mercado, capaces de identificar nichos y aprovechar ineficiencias, algo clave en un mercado conocido por su limitada regulación y transparencia.

La experiencia juega un papel fundamental en la selección y el momento de venta de las obras, habilidades que en general superan las capacidades de un inversor individual. Asimismo, estos fondos pueden ofrecer ventajas fiscales atractivas para la inversión en arte. A través de estos fondos, se busca democratizar en cierta medida el acceso al mercado del arte, históricamente reservado a coleccionistas y marchantes de élite.

Están dirigidos a inversores experimentados que desean obtener rendimientos en un mercado caracterizado por sus ineficiencias. Los fondos suelen ofrecer carteras diversificadas que abarcan desde maestros antiguos hasta arte impresionista, moderno y contemporáneo, aunque cada vez se observa un interés creciente por el arte contemporáneo, considerado la categoría más líquida y de mayor atractivo en términos de rendimiento.

Una variante reciente de los fondos de inversión en arte es la fraccionalización, donde la inversión se realiza en una fracción de una obra de arte en lugar de en un conjunto de piezas, como ocurre en los fondos tradicionales. Es importante recordar que tanto la inversión en fondos como en fracciones es una inversión puramente financiera, y que las obras permanecen en posesión del fondo, no en las residencias de quienes invierten.

El avance de la inteligencia artificial ha impulsado la creación de empresas especializadas en análisis de datos del mercado del arte, permitiendo hacer proyecciones de inversión tanto a corto como a largo plazo. Aunque no infalibles, estas proyecciones son una herramienta útil para ayudar a los inversores en la selección de obras.

Gestionar con éxito un fondo de arte requiere no solo agudeza financiera, sino también un conocimiento detallado de las particularidades del mercado del arte. Muchos fondos han fracasado por estar dirigidos por expertos en arte sin el bagaje financiero adecuado para satisfacer a inversores institucionales o de alto patrimonio. Igualmente, algunos fondos gestionados por profesionales de las finanzas han caído en errores al aplicar estrategias tradicionales de los mercados financieros sin considerar los matices únicos del mercado del arte.

¿Cuál es el mensaje principal que buscas transmitir con el libro ‘Inversión o pasión’?

Mi objetivo con este libro es transmitir que coleccionar arte puede estar al alcance de todos los presupuestos y que contar con un conocimiento básico del funcionamiento del mercado permite que esta actividad sea verdaderamente enriquecedora. Además, aunque el arte puede verse como un activo de inversión, es fundamental entender que se trata de un tipo de activo muy distinto a los financieros tradicionales. Por eso, no recomiendo a nadie que intente iniciarse en la compra de arte exclusivamente como inversión sin el respaldo adecuado.

¿Qué enseñanza te gustaría que se llevasen aquellas personas que leen el libro?

Que no tengan reparos en acercarse al mercado del arte, que se animen a disfrutarlo y a considerar iniciar su propia colección. No debe dar vergüenza entrar en galerías, casas de subastas o visitar ferias; son formas de disfrutar y acercarse al arte. Este libro también está dirigido a quienes consideren una carrera en el mundo del arte, y para ellos espero que sea una herramienta útil para comenzar a entender su funcionamiento

Las nuevas tecnologías como los NFTs y la tokenización de activos reales parece que darán acceso a mercados hasta ahora inaccesibles, como los proyectos inmobiliarios, ¿crees que será también el caso del arte?

Un NFT es simplemente un certificado digital almacenado en una blockchain que, en el caso del arte, permite conferir unicidad a obras digitales, otorgándoles así un valor económico. Además, los NFTs permiten incluir cláusulas que se ejecutan automáticamente en cada transacción, como el pago de royalties al artista. Durante la pandemia, se generó una burbuja especulativa impulsada por un exceso de liquidez en criptomonedas, lo que llevó a que se intentara comercializar como arte una serie de productos que, en su mayoría, no lo eran.

Esa burbuja se ha roto, y hoy en día ya no se habla de NFTs sino de “arte digital”, una categoría que ha existido desde los años 1960 y que actualmente es reconocida como una más dentro del ámbito artístico, al igual que la pintura, la escultura o la fotografía. Existen obras digitales de gran calidad y relevancia, y este es un campo en crecimiento; sin embargo, el término “NFT” ha dejado de ser el enfoque principal en este contexto.

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