Google suma una demanda por monopolio en su ‘black week’

Es imposible entender internet sin Google. Sus herramientas para casi todo se han convertido en imprescindibles para medio mundo. Esas son precisamente las causas de su éxito pero también de los retos que afronta.

Esta misma semana se comprobó cómo una caída de los servicios de la compañía por apenas unos minutos dejó paralizada la web. El propio buscador, así como YouTube, el correo electrónico, su almacenamiento en la nube… Todo lo que depende de Google quedó en suspenso.

Lo que ocurre es que las herramientas que dependen de Google son muchas, y de hecho para algunas de ellas es prácticamente el único proveedor. Desde hace unos meses, varios estados de Estados Unidos vienen estudiando cómo enfrentar el enorme poder que ha acumulado la compañía.

El fruto es la demanda de hasta diez estados a Google, por «múltiples violaciones» de las leyes de antimonopolio y protección del consumidor. Según recoge el procurador de Texas, entre estas violaciones se encuentran las «conductas anticompetitivas, prácticas excluyentes y declaraciones falsas engañosas en relación con su papel en la industria de la publicidad en línea de varios billones de dólares».

En esencia, la acusación sostiene que el gigante de Mountain View (California) abusa de su posición para acaparar el mercado de la publicidad en internet e incluso que mantiene un acuerdo con Facebook para envitar la entrada de terceros. «La monopolización de Google de la publicidad en línea incluye un acuerdo anticompetitivo con Facebook, hacer declaraciones falsas a usuarios y clientes, y suprimir la competencia», dice el procurador de Texas.

El buscador más famoso del mundo monopoliza los anuncios pagados en internet, por medio de los que las empresas tratan de llegar a sus clientes potenciales. Pero además, se le acusa de que compite con ellos y comete «actos falsos y engañosos» al poner en venta sus servicios. En consecuencia, los anunciantes vieron cómo su capacidad para generar ventas se reducía, además de que sus costes se incrementaron. En adición, estas prácticas tienen consecuencias negativas sobre la competencia y, posteriormente, en los consumidores.

La Unión Europea también ha sido tajante con estas grandes corporaciones tecnológicas y, de hecho, esta semana ha aprobado una normativa que las obligará a ser más transparentes en cuanto a las recomendaciones de contenidos o productos. De algún modo, se trata de que no sean estas compañías las que marquen las reglas del juego, como vienen haciendo, sino que se avengan a favorecer la competencia.

La normativa europea pretende establecer multas para persuadir a las tecnológicas estadounidenses. Si no cumplen con las exigencias de Bruselas en materia de competencia, las multas pueden llegar al 10% de la facturación global. Además, la Comisión Europea se plantea trocear estas grandes empresas en caso de que sus incumplimientos se repitan, dicho de otro modo, obligar a estas compañías a desinvertir parte de sus activos.

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