Una vez más Grecia se enfrenta a una cuenta atrás. Conociendo como se la gasta la política de la Comisión Europea y del FMI y la disposición del Gobierno de Tsipras para poner al límite la paciencia de cualquiera no será la última. Los líderes europeos se han fijado para el próximo lunes el tope para arrancar un acuerdo firme de Atenas. Y tal vez, sea el último día clave porque por primera vez el BCE puede presionar las negociaciones con la amenaza de cortar el grifo de la financiación a los bancos helenos provocando el colapso del país y si irremediable salida del euro. En la última semana, Draghi inyectó de manera urgente otros 2.000 millones y ya van casi 80.000 millones.
Una señal de confianza para que de una vez por todas se llegue a acuerdo, está en la decisión del primer ministro, Alexis Tsipras, de retirar de las negociaciones al actual ministro de Finanzas, Yannis Varoufakis, tras la última reunión del Eurogrupo donde todos sus homólogos le hicieron reproches y recriminaciones. Sin embargo el propio Varoufakis ha rebajado las expectativas en los últimos días y Grecia ante la cita decisiva mandó un comunicado a los medios en los que acusaba al "el FMI de poner sus líneas rojas en las reformas, en particular en la laboral y la de pensiones, y se muestra más flexible en la negociación de las metas de superávit y abre la puerta a una restructuración de deuda. Pero la Comisión Europea es más flexible en las reformas y tiene sus líneas rojas en el superávit y en la reestructuración de deuda", con lo que es imposible llegar a un acuerdo.
El Gobierno heleno no para de desafiar a las instituciones conocidas como la trika. Tsipras ha sacado adelante una reforma de la Administración Pública que incluye las readmisión de 3.900 millonarios. El recorte de empleo público fue impuesto por Bruselas al Gobierno de Samaras como exigencia del segundo rescate. La medida afectó a 13.000 funcionarios. Ahora Tsipras ha decido devolver sus puestos de trabajo a un tercio del personal despedido.
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