"No hacemos comentarios al respecto" es la respuesta que se recibe cuando se llama a las puertas de Abengoa cada semana, desde que en los resultados semestrales comunicara un profit warning y anunciara de manera sorprendente una macroampliación de capital de 650 millones. Todo lo que rodea a la compañía está lleno de incertidumbre. Una […]
Dirigentes Digital
| 11 sep 2015
"No hacemos comentarios al respecto" es la respuesta que se recibe cuando se llama a las puertas de Abengoa cada semana, desde que en los resultados semestrales comunicara un profit warning y anunciara de manera sorprendente una macroampliación de capital de 650 millones. Todo lo que rodea a la compañía está lleno de incertidumbre. Una operación de tal calado, que supone el 60% de la capitalización, no es habitual que se dilate tanto en el tiempo y más cuando el mercado ha puesto entre las cuerdas a la empresa por las dudas que hay de que puede afrontar su elevada deuda. Por ejemplo, la constructora OHL cerró una ampliación de capital de dimensiones parecidas en algo menos de una semana.
Será por la complejidad de su estructura financiera es la primera empresa española en la que cotizan dos tipos de acciones diferentes y de las primeras en sacar a bolsa su filial yieldco, un modelo de empresa a mitad de camino a un instrumento financiero. Será porque está en pleno proceso de transformación de su negocio. Será porque Abengoa ya había establecido precedentes de poca fiabilidad sobre sus estados financieros. A finales de 2014 se vio obligada a reformular sus cuentas, admitiendo una deuda más elevada que las que reflejaba sus resultados. Pero tras el anuncio de la ampliación el mercado se cebó con la compañía. Perdió la mitad de su cotización en bolsa y la rentabilidad de los bonos emitidos se dispararon de forma violenta.
Desde los mínimos de agosto, las acciones de Abengoa se han recuperado un 45% y la calma ha llegado a la renta fija. Sin embargo, pese al hermetismo de la compañía, no deja de emitir señales preocupantes. A la empresa le está costando encontrar apoyo en la banca para lanzar la ampliación. Merril Lynch, Citi y Societé Générale han rechazado a garantizar la ampliación, que coordinará Lazard, pese que algunos forman parte de su accionariado.
Las dificultades están en que la banca exige un gran esfuerzo a la familia Benjumea para cubrir la operación. El principal accionista posee una participación del 57,5% de Abengoa y para mantenerla debería acudir con alrededor de 370 millones. Según fuentes del mercado, Abengoa tiene un preacuerdo con HSBC, Santander y Crédit Agricole para asegurar la ampliación, pero la empresa todavía no lo ha anunciado. Sigue a la búsqueda de nuevos socios para entrar en el accionariado y cubrir la ampliación. Los primeros espadas de la compañía, el presidente, Fernando Benjumea, y el consejero delegado, Santiago Seage, están viajando por Oriente Medio, Europa y América de road show. Pero todavía no hay señales de vida oficiales de los fondos BlackRock, First Rerserve y el soberano de Abu Dhabi, de los que habla la prensa especializada.
El gran problema de Abengoa es la deuda que asciende a 2.555, según los resultados presentados a cierre de junio. La compañía reconoce que debe afrontar una fuerte carga de vencimiento en lo que queda de año. En concreto, 632 millones entre créditos y préstamos bancarios y bonos y obligaciones, más o menos lo que quiere captar con la ampliación. En los primeros meses del año, la compañía ha disparado sus gastos financieros un 18% hasta 407 millones, que supone que uno de cada siete euros que ingresa va destinado a hacer frente a los costes de financiación.
Según explica la compañía, el incremento es "consecuencia del efecto de la cancelación anticipada del bono convertible 2017 que supuso un coste de aproximadamente 17 millones de euros, así como debido al incremento de los gastos financieros de obligaciones y bonos, y a la menor capitalización de intereses de deudas vinculadas a proyectos que entraron en funcionamiento durante 2015".
De los 650 millones de la ampliación que aún están en el aire, 300 millones irán destinados a reducir deuda corporativa. Además, de incluir una revisión de su plan de desinversiones con 100 millones más al alza hasta alcanzar los 500 millones para reforzar balance.
Otro de los aspectos preocupantes de la compañía es que se está enfrentado a una espantada de directivos. El último fue Eduard Soler, el director financiero Abengoa Yield que abandonaba la empresa por motivos personales. Pero no es el único. También han salido Manuel Fernández Maza, del área financiera de Abengoa USA; Francisco Lebrero y Paulina Jung, del área financiera; Barbara Zubiría, de relaciones con inversores, y Enrique Barreiro, de desarrollo de negocio. Todas ellas sumada a la dimisión por motivos personales del fuera su consejero delegado, Manuel Sánchez, el pasado mes de mayo.