Mañana finaliza el plazo de cuatro meses del que Abengoa disponía para conseguir un acuerdo con los acreedores antes de pasar a situación de concurso. Han sido cuatro meses intensos en los que el poder ejecutivo ha cambiado tres veces de manos y en los que las negociaciones con los acreedores han conducido a un […]
Dirigentes Digital
| 27 mar 2016
Mañana finaliza el plazo de cuatro meses del que Abengoa disponía para conseguir un acuerdo con los acreedores antes de pasar a situación de concurso. Han sido cuatro meses intensos en los que el poder ejecutivo ha cambiado tres veces de manos y en los que las negociaciones con los acreedores han conducido a un proyecto de futuro que transformará Abengoa desde el punto de vista de negocio, accionarial y financiero.
Unas negociaciones que aún no están cerradas, ya que la compañía presentará al juzgado su proyecto junto a la adhesión de los dueños de al menos el 60 % de la deuda -entre ellos, banca y bonistas, que suman el 40 %-, por debajo del 75 % que marca la ley.
El objetivode Abengoa es presentar este acuerdo de espera o "standstill" como una muestra de buena voluntad con la que la ingeniería sevillana espera conseguir un tiempo adicional para lograr la adhesión del 75 % de la deuda.
Esta presentación en dos fases permitirá además poner inmediatamente en marcha el propio proyecto de reestructuración, algo imprescindible para aliviar la situación de liquidez, desbloquear las desinversiones y reactivar la política comercial. La falta de liquidez, una de las cuestiones que arrastró a la compañía al preconcurso y que provocó incluso un retraso en el pago de la nómina de febrero a sus trabajadores, es ahora menos urgente después de que un grupo de fondos concediera un préstamo de 137 millones esta misma semana.
A grandes rasgos, la reestructuración de la compañía dibuja una empresa más pequeña, centrada en la ingeniería y construcción, que se desprenderá de una serie de activos no estratégicos, entre ellos la división de biocarburantes de primera generación. También será una empresa con una disciplina financiera fuerte, que utilizará menos recursos propios para sus proyectos y que mejorará su gobierno corporativo.
En ese sentido, se espera un cambio en la dirección una vez que se aplique el plan, dejando atrás su tradicional carácter familiar en torno a los Benjumea.
Una de los escollos del proyecto era la gestión de la deuda, unos 9.000 millones de euros que tienen que quedarse en un tercio para que el grupo sea viable. El 70% de esta deuda se convertirá en acciones del grupo, para suponer el 35 % del accionariado. También será necesaria una inyección de capital de entre 1.500 y 1.800 millones, que concederá a los nuevos acreedores el 55 % de la compañía, es decir, su control. Un grupo de fondos ya ha avanzado su compromiso con la suscripción de más de 1.000 millones con este fin.
Con estos planteamientos, los actuales accionistas de grupo verán reducida su participación a un 5 %, lo que supone que Inversión Corporativa (la sociedad de la familia Benjumea y otros socios fundadores que actualmente ostenta el 51 %) rebajará su participación al 2,5 %. Los actuales accionistas podrán hacerse con un 5 % adicional si el grupo consigue devolver toda la deuda y sus costes financieros en cinco años.
Abengoa apura así los plazos para evitar el que sería el mayor concurso de acreedores de la historia de España con el convencimiento de que el grupo es mucho más valioso si continúa en funcionamiento.