El dólar ha protagonizado tendencias y contratendencias este año (como es natural en una divisa), pero su rumbo ha sido claro. El modo más sencillo de plasmar la confianza en el billete verde ha sido en posiciones contra el euro y el yen, pero creemos que el último trimestre del año requerirá mayores capacidades tácticas. […]
Dirigentes Digital
| 27 nov 2015
El dólar ha protagonizado tendencias y contratendencias este año (como es natural en una divisa), pero su rumbo ha sido claro. El modo más sencillo de plasmar la confianza en el billete verde ha sido en posiciones contra el euro y el yen, pero creemos que el último trimestre del año requerirá mayores capacidades tácticas.
La situación obedece a la decisión de la Reserva Federal estadounidense de no subir sus tipos de interés, que unida al giro en la acumulación de reservas de moneda extranjera, está cambiando la dinámica de los mercados de divisas.
Hacía muchos años que una reunión del Comité Federal de Mercado Abierto (FOMC) no suscitaba tanta ansiedad como la del pasado 17 de septiembre. A medida que se aproximaba esa fecha, la opinión de consenso gravitó hacia la perspectiva de que la Fed mantendría inalterado el precio del dinero, pero con una diferencia de probabilidades mínima a favor tal desenlace. En este contexto, el lenguaje adoptado por sus oficiales en la declaración oficial y la rueda de prensa tras la reunión fue casi tan importante como la propia decisión de tipos, según Paul Lambert, Director de divisas en Insight Investment, parte de BNY Mellon.
La expectativa generalizada entre quienes pronosticaron correctamente que el FOMC se mantendría en compás de espera era que dicha retórica tendría un tono restrictivo, y que apuntaría a que la entidad no tardaría en subir tipos. Efectivamente, el llamado "dot plot" (el gráfico que representa las expectativas de los miembros individuales del FOMC) todavía apunta a una subida de 25 puntos básicos antes de que termine 2015. Sin embargo, las declaraciones de la Fed sorprendieron a la mayoría de los comentaristas, tanto por su tono expansivo como por su mención explícita de "desarrollos financieros e internacionales". Desde la reunión, los oficiales de la entidad no han logrado clarificar su posición, y aunque su lenguaje comenzó siendo restrictivo, los miembros más partidarios de medidas de estímulo han acabado por dejarse oír, añade Lambert.
La Reserva Federal tiene un mandato del Congreso de los Estados Unidos para fijar su política de acuerdo con consideraciones económicas nacionales. Sin embargo, desde el llamado taper tantrum de 2013 (la "rabieta" del mercado cuando la Fed anunció su intención de reducir gradualmente su programa de flexibilización cuantitativa), ha quedado claro lo sensibles que son los mercados globales a un endurecimiento de las condiciones financieras en Estados Unidos. En cualquier caso, el hecho de que la presidenta de la entidad cite las condiciones financieras globales como motivo para mantener inalterado el tipo de intervención representa una evolución de su política, y una que podría tener implicaciones importantes para las divisas, especialmente el dólar.
Lucha de liquidez
La fortaleza del dólar y la debilidad de las divisas de mercados emergentes han sido dos caras de una misma moneda en 2015. El índice DXY del dólar ha subido un 7%, mientras que las divisas emergentes (desde el real brasileño y el peso colombiano a la lira turca y el rand sudafricano) se han depreciado un 20% o más. El índice de divisas de mercados emergentes de JP Morgan ha retrocedido un 12,7% en lo que va de año.
Esta evolución obedece a varios motivos. Países como Brasil, Colombia y Rusia están muy expuestos a los precios de las materias primas, y en especial a los del petróleo, que se han desplomado más de un 50% desde el verano. Por su parte, Turquía se enfrenta a una crisis regional y a incertidumbre política a nivel nacional. No obstante, el factor de une a todos estos mercados son las salidas de capital inversor de los mercados emergentes: los inversores internacionales se están deshaciendo de sus activos emergentes.
La apreciación del dólar ha actuado como válvula de escape, al permitir a las divisas de estos mercados depreciarse como medio para restaurar su competitividad. Sin embargo, las autoridades de estos países no pueden permitir que un ajuste sensato de los tipos de interés se convierta en una desbandada. El hecho de que los inversores extranjeros vendan activos emergentes es gestionable, especialmente cuando dichos activos están denominados en divisa local; sin embargo, la huida de capital doméstico tiene consecuencias mucho más graves.
Esta es la delicada fase en la que se hallan actualmente las divisas. Según JP Morgan, los bancos centrales emergentes se gastaron 150.000 millones de dólares en defender a sus divisas en agosto. Esta reducción de las reservas de moneda extranjera rompe con la tendencia vista desde la crisis financiera asiática de finales de los noventa, durante la cual las reservas de los bancos centrales del universo emergente (exceptuando a China) crecieron de 450.000 millones a 3,8 billones de dólares.
Made in China
La posición ambivalente de la Fed y la disposición de los bancos centrales emergentes a intervenir para proteger a sus divisas sugiere que el repunte del dólar podría interrumpirse. No obstante, las divisas de países emergentes cuyas autoridades monetarias han perdido credibilidad a ojos del mercado seguirán siendo vulnerables.
El factor capaz de inclinar la balanza podría ser China. En su punto álgido de 2014, las reservas chinas alcanzaron los 4 billones de dólares, y es poco probable que reconquisten cotas tan elevadas. El gigante asiático se ha gastado más de 500.000 millones interviniendo en los mercados para proteger al renminbi en los últimos doce meses, y en cierta medida, su devaluación unilateral en agosto era inevitable.