Hasta 200.000 manifestantes bloquearon este lunes el centro de Hong Kong. Desde Admiral hasta Mong Kok, la bahía que separa Kowloon del islote financiero de referencia en Asia-Pacífico estaba ocupado por ambas orillas. China ha dicho que las manifestaciones son ilegales y exige restaurar el orden. Hong Kong, como todo el mundo sabe, es una antigua colonia británica devuelta a China en 1997, que convive […]
Dirigentes Digital
| 02 oct 2014
Hasta 200.000 manifestantes bloquearon este lunes el centro de Hong Kong. Desde Admiral hasta Mong Kok, la bahía que separa Kowloon del islote financiero de referencia en Asia-Pacífico estaba ocupado por ambas orillas. China ha dicho que las manifestaciones son ilegales y exige restaurar el orden. Hong Kong, como todo el mundo sabe, es una antigua colonia británica devuelta a China en 1997, que convive con Pekín bajo la fórmula "un país-dos sistemas".
El movimiento estudiantil "Occupy Central" exige celebrar elecciones libres en 2017, tal y como reflejan los acuerdos de retrocesión sino-británicos, aunque Pekín parece tener otros planes. Antes de recuperar su soberanía total sobre Hong Kong, en 2047, China desea teledirigir los comicios para garantizarse un gobierno afín.
"Exigimos la renuncia del gobernador CY Leung", declara a DIRIGENTES una manifestante que prefiere mantenerse anónima. Sin duda, una de las cuestiones más sorprendentes en esta revolución del paraguas, es que muy pocas personas están dispuestas a hablar para la prensa. Desafiar el poder del partido comunista, con la trágica experiencia de Tiannanmen presente, infunde también cierto temor entre los líderes estudiantiles. Recorriendo las calles, no obstante, hemos podido comprobar que la revuelta está diseñada para resistir el paso de los días. "He venido desde otra región para sumarme a las protestas toda esta semana", nos comenta otro de los estudiantes en perfecto inglés. Ataviados con camisas negras, y lazos amarillos, la organización del movimiento es perfecta. Los propios estudiantes son quienes recogen diariamente la basura y han improvisado algunos hospitales de campaña por lo que pueda pasar.
¿Hay solución?
Por lo vivido y escuchado estos días aquí en Hong Kong no parece existir una solución fácil y sí varios problemas. Uno, el más inmediato, es cómo acabar con las movilizaciones. Si Pekín accede a las demandas del movimiento estudiantil otras regiones de China podrían seguir el ejemplo y exigir democracia. Si por el contrario decide enviar al ejército, improbable pero posible, la independencia de Hong Kong como paraíso financiero en Asia quedaría del todo anulada. Y mirar hacia otro lado o cargar con material antidisturbios, como hasta ahora, sólo hará que el número de manifestantes sea cada vez mayor.
Las protestas, además, tienen un origen mucho más profundo que la reivindicación legítima de unas elecciones libres. Los hongkonitas que hemos podido conocer estos días en las calles son fervientes anticomunistas. Además, intentan siempre definirse en oposición a China, destacando elementos identitarios diferenciales como el civismo. Por último, los hongkonitas temen que Pekín esté planeando otorgar a Shanghai todo el protagonismo como centro financiero en Asia-Pacífico. Y todo esto sin contar la superioridad moral que les otorga ser octava economía del mundo en PIB per cápita por paridad de poder adquisitivo.
La revolución del paraguas, bautizada así porque todo el mundo aquí porta ese utensilio para protegerse de las inclemencias meteorológicas, marca sin duda una bifurcación entre China y Hong Kong. Leung dijo ayer que tanto China como Hong Kong se necesitan mutuamente. China necesita a Hong Kong como puente para la entrada de capitales internacionales hasta que dicho papel lo pueda desempeñar Shanghai. Pero: ¿Necesita Hong Kong realmente a China?