La decisión anunciada por S&P de mes de degradar la deuda exterior a largo plazo de Brasil manteniéndola al mismo tiempo en perspectiva negativa sorprendió a muchos, pero en opinión de Javier Murcio, director de mercados emergentes en Standish, confirma el rápido declive de uno de los antiguos estandartes de los mercados emergentes. "Los argumentos […]
Dirigentes Digital
| 26 oct 2015
La decisión anunciada por S&P de mes de degradar la deuda exterior a largo plazo de Brasil manteniéndola al mismo tiempo en perspectiva negativa sorprendió a muchos, pero en opinión de Javier Murcio, director de mercados emergentes en Standish, confirma el rápido declive de uno de los antiguos estandartes de los mercados emergentes. "Los argumentos de la medida reflejan los desarrollos que llevamos comentando desde hace tiempo, principalmente el marcado deterioro (en apenas dos meses) de la situación fiscal del país y la confirmación implícita de la ausencia de capacidad política para introducir reformas serias", comenta.
Murcio cree que la economía brasileña se halla en recesión, y anticipa contracciones del PIB real del 2,3% en 2015 y del 0,5% en 2016, junto a niveles de inflación superiores al 9% (frente a un objetivo del 4,5%). "La dinámica de deuda sugiere un deterioro de los coeficientes de endeudamiento, y S&P (como nosotros) prevé una falta de mejoría en el futuro próximo", añade.
Entretanto, la rebaja de calificación tiene una serie de implicaciones, entre ellas la probabilidad de nuevas degradaciones en el futuro, afirma Murcio. Esto se debe, en parte, al impacto de la decisión en unos niveles de confianza ya bajos, y sugiere una intensificación del entorno de recesión y nuevas presiones sobre los ingresos fiscales del país, "un escenario que se verá exacerbado por políticas procíclicas".
Una consecuencia a corto plazo podría ser un cambio de concentración hacia el sector corporativo y cuasi soberano, a medida que las mayores rentabilidades de la deuda elevan la presión sobre las empresas endeudadas y encarecen la nueva financiación.
Por lo demás, otra preocupación es el aumento potencial del "ruido" político, al hacerse más probable la partida de la presidenta Dilma Rousseff, ya sea por destitución o por dimisión.
No obstante, esto no significa que no existan soluciones para el actual dilema de Brasil. Murcio destaca las apariciones televisivas de su ministro de finanzas, Joaquim Levy, exponiendo los pasos que está discutiendo con el Congreso, entre ellos impuestos relacionados con la seguridad social y los beneficios en operaciones financieras, pero también iniciativas a largo plazo como el aplazamiento de la edad de jubilación. Murcio opina, sin embargo, que estas iniciativas carecen del alcance necesario para generar cambio real: "De aprobarse, estos nuevos impuestos son la solución equivocada, además de ser demasiado pequeños como para marcar la diferencia. Esto es especialmente así teniendo en cuenta que más del 80% del gasto público no es discrecional y está destinado a áreas como seguridad social, asistencia pública y salarios. En ausencia de un fuerte compromiso político, esto dificulta enormemente la realización de recortes importantes, aunque se tiene la esperanza de que la degradación crediticia fuerce a la clase política a aprobar las reformas necesarias."
Aun así, pese a estos problemas inmediatos, Murcio destaca varios puntos fuertes duraderos, que a su juicio colocan al país por delante de otros créditos comparables: sus grandes reservas de moneda extranjera, los niveles manejables de deuda exterior, la fortaleza de sus instituciones judiciales y su acceso a los mercados de capitales son algunos ejemplos. "Hay que dejar claro que aunque la dinámica del país se está deteriorando, su situación financiera todavía es relativamente moderada", comenta. "Para los inversores concentrados en los mercados emergentes, las cotizaciones de los activos podrían alcanzar niveles relativamente atractivos en el segmento BB en las próximas semanas, aunque aún no recomiendo acumular o elevar la sobreponderación de los activos brasileños.
Para Carl Shepherd, gestor de carteras del equipo de renta fija de Newton, existen razones de peso para mantener como mínimo cierta exposición a la deuda brasileña. Shepherd menciona que el BNY Mellon Global Bond posee un 1,83% de un bono soberano brasileño denominado en reales, y añade que la emisión retiene la calificación de grado de inversión, ya que la rebaja de S&P solamente afecta a la deuda exterior del país. Sobre el tema de la liquidez, apunta que la emisión es de unos 2.000 millones de dólares (es decir, que tiene un tamaño similar a un bono típico del Tesoro estadounidense), con grandes volúmenes de negociación y participación de grandes cestas de liquidez de fondos de pensiones y seguros locales.
Según Shepherd, el principal argumento para tener el bono en cartera es la rentabilidad real excesiva que ofrece: "La rentabilidad del bono supera el 15%, los tipos base brasileños son del 14,25%, y la inflación actual es algo mayor del 9%. Con crecientes niveles de desempleo y deterioro de la demanda doméstica y del crecimiento del crédito, creemos que la previsión de inflación de consenso del 6% para 2016 y 2017 es razonable, y que en este contexto, el banco central se sentiría inclinado a recortar los tipos de interés, elevando con ello el precio del bono. Probablemente mantendríamos una cobertura de divisas al disminuir su coste en línea con los tipos, y la divisa podría ser propensa a depreciarse pese a haberse debilitado considerablemente en los últimos 18 meses."
El gestor concluye: "Creo que la rebaja de S&P estuvo propiciada por la admisión del ministro de finanzas de que el país no cumplirá el objetivo de superávit primario, lo cual supondría una trayectoria de mayor endeudamiento público para el país. El gobierno sigue siendo solvente, y no me preocupa su capacidad para cumplir con sus obligaciones."