La llegada de Donald Trump a la Casa Blanca ha precipitado la transición de política monetaria a fiscal que se venía gestando desde hace tiempo en la economía global. Aunque Banco Central Europeo (BCE) y Banco de Japón (BoJ por sus siglas en inglés) seguirán en ‘modo acomodaticio’, las promesas de expansión fiscal del republicano […]
Dirigentes Digital
| 12 dic 2016
La llegada de Donald Trump a la Casa Blanca ha precipitado la transición de política monetaria a fiscal que se venía gestando desde hace tiempo en la economía global. Aunque Banco Central Europeo (BCE) y Banco de Japón (BoJ por sus siglas en inglés) seguirán en ‘modo acomodaticio’, las promesas de expansión fiscal del republicano ‘empujan’ a la Reserva Federal (Fed) hacia una postura más ‘dura’, al tiempo que impulsan las expectativas de inflación y de crecimiento. Un aumento del gasto que, a la vez, se espera se contagie de un lado al otro del Atlántico, y también al país del sol naciente. “El escenario de bajo crecimiento-baja inflación que ha caracterizado los últimos años probablemente dará paso a una fase más difusa y económicamente heterogénea”, apunta Pioneer Investments. Así, la firma apuesta por una mejora de la actividad a “varias velocidades, con divergencias económicas más pronunciadas dentro de las regiones y un repunte moderado” de los precios, especialmente en los mercados desarrollados. En lo que respecta a los emergentes, consideran que “en base a unos supuestos razonables de efectos moderados del “factor Trump” y un ciclo más benigno para las materias primas, continuarán, o incluso acelerarán, la transición de hacia un crecimiento de calidad más impulsado por el mercado interno”. Si bien, reconoce que serán “muy sensibles” a las noticias procedentes de Estados Unidos (dólar y tipos), también apunta a que son “menos vulnerables que hace un año, y están mejor equipados en términos de reservas y fundamentales para abordar los nuevos retos”. Con todo estos expertos creen que, aunque los estímulos fiscales podrían tener “tener éxito a corto plazo, dudamos que estas medidas consigan atajar la necesidad de una mayor productividad y logren un crecimiento de ‘calidad’ a medio plazo”. Así, en “este nuevo escenario dinámico, son cinco las estrategias principales en los que podrían enfocarse los inversores con una postura activa y consciente de los riesgos”: Las tendencias de reflación hacen que sea fundamental adoptar un enfoque flexible y sin limitaciones respecto a la renta fija. Por tanto, les “gustan” tanto los bonos ligados a la inflación de Estados Unidos y la Zona Euro. Además, apuntan, la deuda corporativa lo hará mejor que la soberana, “aunque la rentabilidad total de la clase de activo podría ser inferior a la de 2016. Los préstamos y otras estrategias de tipo de interés variable podrían ofrecer oportunidades atractivas”. Por otra parte, para “sacar partido a un crecimiento potencialmente más sólido” apuestan por la renta variable. Concretamente la global, la estadounidense y la asiática (con especial mención a Japón). Al mismo tiempo, señalan estos analistas, “la búsqueda de rentas continuará, pero necesitará un enfoque cada vez más selectivo”. Hay valor en deuda privada europea y estadounidense, “aunque el margen de carry es más estrecho”. Los emergentes pueden jugar un papel, pero siempre siendo selectivos. “También creemos que será importante ampliar las fuentes de rentas incorporando estrategias multi-activos, renta fija (especialmente, títulos de alta rentabilidad flexibles y sin restricciones), y renta variable, concediendo a su vez importancia a la selección de títulos y a la calidad. Las inversiones vinculadas a dinámicas del sector inmobiliario también podrían beneficiarse en un entorno de inflación potencialmente más alta”. Mientras, en forex habrá que ‘jugar’ a la fortaleza del dólar, y la “volatilidad de las monedas emergentes también podría ofrecer oportunidades. En general, consideramos que las divisas constituyen un elemento que potencia la asignación táctica de activos y un componente importante de generación de valor a través de la gestión activa de carteras”. Finalmente, “cobertura, estrategias de protección y diversificación” serán claves “para abordar los riesgos geopolíticos”. A este respecto, apuntan: “El oro podría ayudar a suavizar los posibles repuntes de volatilidad, al igual que los activos inmobiliarios de una forma más general, que podrían ofrecer protección frente a la inflación y tener una menor correlación con clases de activo tradicionales que resultaría útil en fases de estrés en los mercados”.