En un reciente informe sobre el sector Fintech, titulado Digital Disruption, los analistas de Citigroup explican que observan el boom de los robo-advisors como una contribución de la automatización a la mejora de la productividad de los asesores tradicionales, "y no como una situación en la que exista un riesgo real de sustitución de empleo", […]
Dirigentes Digital
| 01 abr 2016
En un reciente informe sobre el sector Fintech, titulado Digital Disruption, los analistas de Citigroup explican que observan el boom de los robo-advisors como una contribución de la automatización a la mejora de la productividad de los asesores tradicionales, "y no como una situación en la que exista un riesgo real de sustitución de empleo", aseguran.
Algo que desde el sector también tienen bastante claro. Es decir: el fenómeno del asesoramiento automatizado ha llegado para abrir nuevas oportunidades, en su mayoría más baratas, a los inversores. No para sustituir a las entidades tradicionales. Aunque eso no signifique que no puedan ‘robarles’ clientes potenciales.
Según los analistas de Citi, "los patrimonios más elevados o los inversores más sofisticados seguirán prefiriendo, desde nuestro punto de vista, un asesoramiento ‘cara a cara’".
Aunque Citi no considera que los altos patrimonios vayan a abandonar a sus asesores tradicionales, sí reconoce que la tecnología que emplean los robo-advisors tiene un rol que jugar en la industria de gestión de activos, asegurando que pueden contribuir a mejorar la capacidad para dar servicio a más clientes y de una forma más sofisticada.
Las estimaciones del banco apuntan a que la industria del asesoramiento automatizado maneja actualmente 20.000 millones de dólares en activos. Y recientes estudios de la consultora McKinsey, predicen que la cifra podría dispararse a los 13,5 billones de dólares, teniendo en cuenta en estas estimaciones que entrarán a este mercado el 25% de inversores con activos por valor de entre 100.000 dólares y un millón de dólares, y el 10% de ultrarricos (HNWI).
Lo que parece evidente para ambas partes es que no se trata de una batalla entre el humano y el robot. Cada uno podrá acceder a distintos tipos de clientes. Pero los expertos apuntan a que, si hay una cosa clara en este escenario, es que todos los inversores demandarán una mayor capacidad tecnológica a sus entidades. Y no todas ellas parecen dispuestas a adaptarse.