Más de siete años de rally alcista acumula Wall Street, apoyada en la política acomodaticia de la Reserva Federal (Fed) y empujando en su camino (aunque con baches, sí) al resto de Bolsas. La ‘veda’ abierta por el banco central estadoundiense con sus medidas extraordinarias, tipos mínimos y sus compras de deuda (QE), ha sido […]
Dirigentes Digital
| 14 sep 2016
Más de siete años de rally alcista acumula Wall Street, apoyada en la política acomodaticia de la Reserva Federal (Fed) y empujando en su camino (aunque con baches, sí) al resto de Bolsas. La ‘veda’ abierta por el banco central estadoundiense con sus medidas extraordinarias, tipos mínimos y sus compras de deuda (QE), ha sido seguida por el resto de autoridades monetarias, aliviando las tensiones en los mercados financieros, pero adentrándonos en ‘terreno desconocido’.
El crecimiento no convence y la inflación no repunta, así que, de momento, el principal objetivo de las mismas apenas se acaricia con los dedos; mientras tanto, los efectos negativos sí muestran su ‘fea’ cara, con el modelo de negocio de la banca en entredicho; yields por debajo de cero en los bonos (ya no sólo soberanos, sino también corporativos), que, como no se cansa de repetir Bill Gross, hacen tambalearse al propio sistema; inversores empujados al riesgo…
Un contexto que ha llevado a las valoraciones de renta fija y renta variable a superar sus promedios históricos. Niveles que dan vértigo a muchos, que alertan sobre la cercanía (necesidad) de una purga de estos excesos en forma de dolorosa corrección.
En este sentido, John Higgins, de Capital Economics, trata de tranquilizar: "No creemos que sea probable una fuerte caída de los precios", pues la clave, señala, es que "las valoraciones de equilibrio ha aumentado también".
Explica este experto que dicho incremento se debe a que "los tipos reales de equilibrio se han reducido, ante un crecimiento potencial más débil, un mayor deseo de ahorrar y una menor intención de invertir".
La caída secular de éstas, detalla, "se observa claramente en el gran descenso en las medidas reales de rentabilidad a largo plazo de la deuda soberana, tanto en los mercados desarrollados como emergentes. Bajas yields que, a su vez, reducen los retornos reales requeridos en una gama más amplia de activos".
La firma cree que estas valoraciones de equilibrio mayores "han llegado para quedarse", ante las débiles perspectivas de crecimiento. Pero, advierte, "la imagen cambiaría radicalmente si las expectativas de deflación comenzarán a crecer. En este caso, dicha valoración probablemente caería".