Julio de 2012. Las rentabilidades de los bonos periféricos por las nubes. Irlanda, Portugal y Grecia en sus respectivos procesos de rescates y un sistema bancario español a punto de desquebrajarse. Es el escenario que Anthony Doyle, director de inversiones del área de renta fija minorista de M&G Investments, dibuja echando la vista cuatro años […]
Dirigentes Digital
| 29 jul 2016
Julio de 2012. Las rentabilidades de los bonos periféricos por las nubes. Irlanda, Portugal y Grecia en sus respectivos procesos de rescates y un sistema bancario español a punto de desquebrajarse. Es el escenario que Anthony Doyle, director de inversiones del área de renta fija minorista de M&G Investments, dibuja echando la vista cuatro años atrás. Para el experto, "no se trataba de ver cuándo un miembro de la Unión Europea saldría del bloque de la moneda única, sino quién".
En este escenario llegó el discurso más esperado de Mario Draghi. Aquel en el que dejó claro que el organismo monetario central haría todo lo necesario para estimular la economía y evitar la tan temida ruptura del euro.
Y vaya si lo hizo. Las medidas tomadas desde entonces han sido constantes y cada vez más agresivas, incluyendo un recorte en los tipos del 1% al 0%, así como en la tasa de depósito del 0,25% al -0,40% actual. Las operaciones de refinanciación a largo plazo han superado la cifra de un billón de euros, con una asistencia de liquidez de emergencia a Grecia que asciende actualmente a 54.000 millones de euros. Por no hablar del programa de compra de activos por valor de 1,1 billones de euros, que posteriormente se ha expandido y se ha abierto a nuevas posibilidades como la compra de bonos corporativos. "Como resultado de estas políticas, el balance del BCE es ahora de 3,2 billones de euros (o 131% del PIB de la zona euro)", advierte Doyle.
La gran pregunta es: ¿ha servido todo esto para algo? Los expertos lo tienen claro. Draghi logró mantener unos años más el atractivo por los activos de riesgo, además de relajar, con su política de tipos en mínimos, las desbocadas primas de riesgo de los periféricos. Es decir, en lo que se refiere a facilidad de financiación en los mercados, el QE y todas las medidas a su alrededor ha cumplido parte del cometido. Y de sobra, con las empresas y los Estados financiándose incluso a tipos negativos en buena parte de la curva de tipos.
Sin embargo, no lo ha hecho con el principal objetivo del programa, que era sin duda impulsar la inflación y estimular la economía. El ritmo de crecimiento sigue siendo terriblemente lento en Europa, con una Zona Euro creciendo a tan solo el 1,6% este año, y, lo que es peor, con unos precios que, entre sus mejores noticias, solo pueden destacar la subida del 0,1% interanual en junio.
De hecho, los precios no han subido en los 19 países que usan el euro desde enero, con deflación en tres de los cuatro meses posteriores y una lectura de cero en el mes de marzo. Y el miedo a una espiral deflacionista ya ha provocado que numerosas voces comiencen a demandar nuevas medidas al BCE. : "Si es necesario el banco central actuará con el uso de todas las herramientas disponibles", aseguraba tajante Draghi en la última reunión del organismo, la primera después de la victoria del Brexit.
Para los expertos, el principal problema es que los inversores no pueden dejar toda la recuperación en manos del BCE. En el frente fiscal poco ha cambiado en los últimos cuatro años, y los problemas estructurales en Europa, con distintos ritmos de crecimiento, altas tasas de desempleo y una inflación muy baja, siguen como hasta ahora. "Con los mercados esperando más estímulos monetarios en septiembre, parece que el trabajo de hacer "lo que sea necesario" del BCE aún no ha terminado", sentencian los expertos de M&G.