Bank of America Merrill Lynch lo tiene claro: "La débil inversión empresarial ha frenado el crecimiento global", algo menos en las economías avanzadas más pequeñas y en las emergentes, matiza. El problema, señala la firma, parece ser la falta de "espíritus animales", más que la escasez de crédito, ahora que los bancos centrales a lo […]
Dirigentes Digital
| 10 jun 2015
Bank of America Merrill Lynch lo tiene claro: "La débil inversión empresarial ha frenado el crecimiento global", algo menos en las economías avanzadas más pequeñas y en las emergentes, matiza.
El problema, señala la firma, parece ser la falta de "espíritus animales", más que la escasez de crédito, ahora que los bancos centrales a lo largo y ancho del planeta apuntalan la economía con sus políticas monetarias acomodaticias y, sobre todo, sus inyecciones de liquidez en Europa y Japón.
"Bien dirigido, el gasto público en infraestructuras podría ayudar", afirman estos expertos, pero consideran que esta opción es poco probable, pues la mayor parte de los Gobiernos se encuentran inmersos en procesos de ajuste.
En el caso concreto de España, explica José Luis Martínez Campuzano, estratega de Citi, "necesitamos inversión para crecer y crear empleo. De hecho, la inversión total supone en el país un 18,8% del producto frente a niveles por encima del 19% en media europea y en Estados Unidos. Y considerando la elevada tasa de desempleo, es clave para que el crecimiento actual, más elevado de lo previsto, sea también sostenible en el tiempo".
Echando un vistazo a los datos, llama la atención que en Estados Unidos se necesitaron 18 trimestres (cuatro años y medio) antes de que la inversión empresarial recuperará sus máximos precrisis. Es más, desde la Gran Recesión, este indicador ha crecido un 4,9% de media anual, frente al promedio del 8,1% de todas las recuperaciones de posguerra. Mientras tanto, en Reino Unido hicieron falta 13 trimestres (casi cuatro años), aunque la tasa de inversión total (pública y privada) ha crecido más rápido que al otro lado del Atlántico. Al mismo tiempo, tanto en la Zona Euro como en Japón se mantiene en niveles previos a la recesión.
Recientemente el Fondo Monetario Internacional (FMI) llegó a la conclusión de que "la mayor parte de la caída en la inversión empresarial desde la crisis refleja la debilidad de la actividad económica". Explica Bank of America Merrill Lynch que "en lugar de ‘luchar’ contra la consolidación de los balances del sector privado, los Gobiernos han llevado a cabo sus propios ajustes, por lo que no es de extrañar que las compañías no confíen en cualquier repunte sostenido de la demanda que justifique asumir los riesgos asociados a grandes aumentos de la inversión. Para muchas cotizadas, devolver el superávit efectivo a través de dividendos a sus accionistas o recomprar acciones propias ha parecido una estrategia más segura".
No cuestionan estos analistas la necesidad de los Ejecutivos de afianzar sus cuentas sobre una base sostenible, pero, coinciden con el organismo internacional al afirmar que "hay razones de peso para aumentar la inversión pública en las economías avanzadas con necesidades de infraestructuras claramente identificadas y procesos de inversión pública eficientes (…) este ‘gasto’ puede estar justificado para estimular la demanda a corto plazo, incrementar la producción potencial a medio y, por tanto, la inversión privada".
En su opinión, puede ser "políticamente más viable para los Gobiernos combinar medidas para mejorar la sostenibilidad fiscal a largo plazo (alinear mejor gastos e ingresos ordinarios) con aumentos a corto plazo en la inversión pública para los fines identificados por el FMI", siempre y cuando, tal y como hacen las empresas, dibujen de forma clara la distinción entre gastos operativos y de capital, y traten de mantener excedentes de explotación.
De forma más general, las autoridades políticas pueden promover mayores niveles de inversión privada eliminando, por ejemplo, los obstáculos a la inversión eficiente señalados por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE). Como "las restricciones a la propiedad extranjera; la falta de competencia; el pobre gobierno corporativo; la ausencia de neutralidad entre empresas públicas y privadas; la interferencia política en la fijación de precios de los bienes públicos…"