Pese a la incertidumbre política que ha rodeado los mercados durante todo 2016, con shocks como el Brexit, la victoria de Donald Trump en las presidenciales de EEUU o la caída de la banca italiana, las Bolsas han continuado la senda alcista. Por eso, la valoración y los fundamentales se han convertido en una nueva […]
Dirigentes Digital
| 27 feb 2017
Pese a la incertidumbre política que ha rodeado los mercados durante todo 2016, con shocks como el Brexit, la victoria de Donald Trump en las presidenciales de EEUU o la caída de la banca italiana, las Bolsas han continuado la senda alcista. Por eso, la valoración y los fundamentales se han convertido en una nueva fuente de preocupación para los inversores. Los expertos de NN Investments Partners recuerdan en este sentido que, pese a las subidas bursátiles, los niveles de tesorería siguen siendo altos en numerosas carteras de inversión y la asunción de riesgo, tanto en bonos como en acciones, lleva desde comienzos de año muy por debajo de sus promedios históricos. “Cabe preguntarse si existen motivos reales de preocupación. En el caso de las acciones, por ejemplo, la relación precio/beneficio (PER), de la que tanto se habla, puede parecer alta comparada con el pasado reciente, pero sigue muy por debajo de los niveles de finales de la década de los noventa o principios de siglo”, indican. Para los expertos, los inversores deberían seguir apostando por renta variable, ante unos resultados empresariales que eestán superando las expectativas en las distintas regiones. “A nuestro juicio, los beneficios globales podrían crecer en 2017 más del 10%, impulsados no sólo por una mayor contribución de los sectores de materias primas (gracias a los precios más altos del petróleo y los metales) y financiero (por el mayor rendimiento de los bonos), sino también por la recuperación de los márgenes de beneficio (mejora de la productividad y signos de mayor capacidad de determinación de precios)”, explican. Desde la firma holandesa consideran que este crecimiento de los beneficios empresariales debería impulsar también el ratio de divididendos. Pero para ello hay que tener en cuenta diversas variables importantes, como el porcentaje de beneficios asignado al pago de dividendos, el apalancamiento financiero, la confianza de la empresa en la sostenibilidad de la mejora de los resultados y la generación de flujos de caja y el destino de este efectivo. “La historia muestra que las diferencias sectoriales son enormes y que existe una relación inversa entre la seguridad del dividendo y el nivel de rentabilidad por dividendo”, explican. Según los datos que maneja la firma, el menor riesgo en relación con el pago de dividendos se da en los sectores de tecnología, salud y consumo, en los que el apalancamiento, la inversión en capital fijo y el porcentaje de beneficios destinado a dividendo son bajos. Atención sanitaria, productos básicos y tecnologías de la información son también los tres sectores que durante los últimos 30 años han registrado la mayor tasa de crecimiento del dividendo (7%‐9% anual). Por el contrario, “las empresas de telecomunicaciones y suministros colectivos ofrecen una rentabilidad por dividendo cercana al 4%, pero la seguridad del dividendo es cuestionable debido al porcentaje relativamente alto de beneficios que destinan a su desembolso, la baja cobertura de intereses y, sobre todo en el caso de las empresas de suministros colectivos, su elevado coeficiente de deuda sobre recursos propios” indican. Aunque menos seguros, también apuntan al caso especial del sector energético, explicando que “con una rentabilidad por dividendo de casi el 3,4% en un entorno de mayor crecimiento económico y precios del crudo al alza, este sector parece una buena apuesta de rentabilidad por dividendo”. Dado que el porcentaje actual de beneficios destinado a pagar dividendos es ligeramente superior a la media de los últimos 30 años, los expertos advierten que la recuperación prevista en los ingresos es crucial. Aseguran que aunque la confianza empresarial es elevada, la alta dirección también ha de afrontar la incertidumbre política y regulatoria. “Por ejemplo, los cambios en el código tributario de EEUU podrían incidir con fuerza en los flujos de caja de las empresas, elevando su volatilidad”. Así, explican que aunque el crecimiento del dividendo será razonable, probablemente no superará al crecimiento de los beneficios en los próximos 12 meses.