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Escocia: Consecuencias económicas para el país si se independiza

El 18 de septiembre de este año los escoceses serán llamados a las urnas para responder a la pregunta que puede iniciar la disolución del Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte tras 307 años de vida en común. Escocia recibe generosas transferencias del Gobierno británico; en torno a un 10%-12%  de gasto […]

Dirigentes Digital

09 sep 2014

El 18 de septiembre de este año los escoceses serán llamados a las urnas para responder a la pregunta que puede iniciar la disolución del Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte tras 307 años de vida en común. Escocia recibe generosas transferencias del Gobierno británico; en torno a un 10%-12%  de gasto público per cápita por encima de la media de Reino Unido. El Estado del bienestar es más generoso al norte del muro de Adriano que al sur de la vieja frontera. Entonces, ¿qué mueve a los escoceses a reclamar la independencia en 2014? "A los escoceses hay que perdonarles por pensar que más autonomía equivale a recibir más caramelos", escribía The Economist. El primer ministro David Cameron se ha comprometido a que el referéndum acordado con la administración escocesa sea vinculante, aunque poco se sabe de cómo sería el proceso de traspaso de transferencias de ganar el sí en la consulta.
 
El Gobierno británico, dominado por los conservadores, partido con una exigua implantación en Escocia, debe convencer de las virtudes del Better Together (Mejor Juntos) a sus ciudadanos. Parece claro que las consecuencias económicas a corto plazo de la independencia serán más graves para Escocia (cuya economía representa una décima parte de la británica) que para el conjunto del país. Pero muchos observadores aseguran que por su población, recursos y estructura económica, una hipotética Escocia independiente tendría la supervivencia garantizada superado el trance traumático e incierto de la secesión. 
 
Como asegura el semanario más prestigioso de la City, el sentimiento nacionalista ha crecido en los últimos años en paralelo al proceso de construcción de la autonomía escocesa, de un modo similar a lo ocurrido en Cataluña desde la instauración de la Generalitat. La pregunta de la consulta (que tendrá lugar 700 años después de la batalla de Bannockburn, célebre victoria contra los ingleses) será clara y unívoca (y una sola): "¿Quiere usted que Escocia se convierta en un estado independiente?". Hay voces que alertan de las consecuencias negativas para la recuperación económica de Reino Unido en su conjunto del propio referéndum: "Una votación de estas características dejaría al país al borde de una nueva espiral de falta de confianza (…) Esta incertidumbre sería la mayor amenaza a la estabilidad de Reino Unido. Y el sí en el referéndum sería un desastre para Reino Unido en su conjunto, no sólo para Escocia", asegura Nick Bosanquet, profesor emérito y economista del Imperial College. En una línea similar se manifestaba en una encuesta de Financial Times Chris Pissarides, profesor del London School of Economics: "No será bueno para ninguno, en especial para la economía escocesa. Ser parte de Reino Unido le concede a una economía pequeña la seguridad de que si algo va mal, habrá ayuda en camino". 
 
 
La ‘Arcadia’ de Salmond: un camino de rosas
 
El primer ministro y líder del Partido Nacionalista Escocés (que gobierna el Ejecutivo autónomo desde 2007), Alex Salmond, es el principal promotor de la independencia escocesa. Está convencido de que hará de Escocia un país "más democrático, próspero y justo" fuera de Reino Unido. Con su proyecto, a pesar de la falta de concreción y de apoyos en sectores clave, aspira a convertir a Escocia en una economía como la danesa, holandesa o finlandesa.
 
Asegura Salmond que los escoceses han contribuido tradicionalmente con su esfuerzo fiscal per cápita más que el resto de los británicos y que el modelo económico nacional ha creado más desigualdad entre sus habitantes y "es vulnerable a la inestabilidad". 
 
La que promueve el Partido Nacionalista es una secesión sui generis. El futuro estado permanecería en la Unión Europea, asegura Salmond, y mantendría la libra esterlina como moneda propia. El pasado 26 de noviembre el Ejecutivo autónomo presentaba el libro blanco (El futuro de Escocia: su guía para una Escocia independiente, un documento de 670 páginas) del nuevo país en ciernes, un pronóstico cargado de optimismo y wishful thinking. "El Partido Nacionalista Escocés tiene pocas ideas concretas sobre qué implicaría la independencia", aseguraba recientemente el profesor del London School of Economics John Kay en Financial Times. El texto asegura que sin el crudo del Mar del Norte, el PIB per cápita de Escocia es exactamente igual que el del resto de Reino Unido. Sus propuestas descansan sobre la asunción de que mejor gestionar desde Edimburgo que desde Westminster. De acuerdo con el citado documento, éstos serían los pilares económicos del nuevo estado escocés:
 
1. Mantenimiento de la libra esterlina como moneda del futuro estado: el Banco de Inglaterra seguirá siendo el prestamista de última instancia.
 
2. Permanencia en la Unión Europea como nuevo estado soberano. 
 
3. El aprovechamiento de las reservas de crudo del Mar del Norte en beneficio exclusivo de la población escocesa, con mayor recaudación impositiva a partir de la actividad. Creación de un fondo estatal del petróleo. 
 
4. Control desde Escocia del 100% de los recursos del país. 
 
5. Sistema fiscal propio e independiente de Reino Unido. Simplificación respecto al británico; reducción del fraude. Bajada del impuesto de sociedades en dos o tres puntos porcentuales. Apoyo a la pequeña empresa.
 
6. Consecuencia de los anteriores: aumento de los ingresos y reducción del gasto. 
 
7. Mantenimiento de la educación gratuita (incluida la superior), así como la gratuidad del sistema de cuidado infantil. 
 
8. Subida del salario mínimo. Blindaje de las pensiones.
 
9. Subida aumento de las prestaciones y los desgravaciones de acuerdo con la inflación para reducir la pobreza. 
 
10. Eliminación del "impuesto del dormitorio": permitirá a 82.500 domicilios en Escocia 50 libras de media al mes de ahorro. 
 
 
Escenario realista: fuera de la UE, dudas sobre Reino Unido
 
La Cámara de los Comunes presentaba en marzo del año pasado un documento que analizaba las consecuencias económicas de la hipotética independencia. El trabajo concluía con una advertencia clara: "Los principales efectos de la independencia se sentirán en Escocia". La incertidumbre rodea el proceso. El sector empresarial, con todo, ha guardado un elocuente silencio durante todo este tiempo. Pero, ¿cuál será el escenario económico más probable de la la independencia de un país de 5.300.000 habitantes al norte de la isla de Gran Bretaña? 
 
1. Salida de la Unión Europea. Una Escocia independiente tendría que iniciar el proceso de ingreso en la UE y obtener el respaldo de los 28 estados miembros. Pese al compromiso europeísta del Gobierno escocés, no hay precedentes de una región que haya abandonado un estado miembro y que haya permanecido en el seno de la Unión. 
 
2. Al mantener la libra, la política monetaria escocesa seguirá ligada a la del resto de Reino Unido (Banco de Inglaterra). Sin embargo, la falta de control de Londres sobre el gasto y la política fiscal de la nueva Escocia dificultará la autoridad de la institución monetaria británica. 
 
3. El mercado común británico se verá erosionado, lo que redundará negativamente en la economía más pequeña, la escocesa. 
 
4. Si la aportación de la Hacienda británica, la administración escocesa independiente lo tendrá difícil para mantener el nivel de gasto público actual. 
 
5. Los ingresos energéticos procedentes de las reservas del Mar del Norte constituirán una parte importante de lo que recaude la nueva administración escocesa, pero la volatilidad de los precios dificultarán la tarea de la planificación económica. El canciller del Tesoro, George Osborne, aseguraba que a las arcas de la administración independientes le costaría 8.000 millones de libras crear un fondo estatal de petróleo como el noruego.
 
6. Los independentistas escoceses vislumbran un futuro industrial basado en las energías renovables, pero el sector depende de la ayuda proporcionada por el Estado británico.
 
7. No hay bases sólidas que permitan sostener que las empresas escocesas obtendrán mejores resultados en un país independiente.
 
8. A la Escocia soberana no se le traspasaría la responsabilidad de pagar a los tenedores de títulos de deudas emitidos por el país antes de la secesión. Pero Edimburgo tendría que compensar a Reino Unido por la parte "justa y proporcional" que le corresponde de las emisiones. Londres pretende así tranquilizar a los mercados. 
 
9. Una victoria de la secesión en la consulta abriría un largo proceso de negociación entre ambas administraciones: esfuerzos que podrían concentrarse en garantizar una recuperación más sólida del conjunto.
 
10. Una hipotética subida del impuesto sobre  la renta para ciertas compañías y población más rica provocaría la huida de éstos a Inglaterra y Gales, que saldrían beneficiados. 
 
11. La imagen internacional de Reino Unido quedaría debilitada, lo que retraería la inversión foránea.
 
Efectos en la antesala del referéndum 
 
Las encuestas están poniendo nervioso al mercado de divisas. El empuje del ‘sí’ reflejado en algunas de ellas, a falta de una semana para la votación está provocando el desplome de la libra a mínimos de 10 meses. Ayer cayó un 1,5% y hoy sigue cediendo posiciones hasta los 1,60 dólares. 
 
La rentabilidad de la deuda británica a diez años repunta con fuerza hasta los 2,48%, muy por encima de la de otros países de la eurozona, y en los últimos días se han volatilizado 5.000 millones de capitalización entre las grandes compañías escocesas.
 
¿Qué dirán finalmente los escoceses?
 
El referéndum y la discusión en favor y en contra de la secesión escocesa se producen justo cuando una parte del país se vuelve a preguntar si quiere seguir dentro de la Unión Europea. Si es reelegido, David Cameron planea celebrar en 2017 un referéndum vinculante sobre la permanencia o la salida de la UE.
 
Y la cuestión escocesa tiene lugar justo cuando los sondeos conceden un gran avance al Partido de la Independencia de Reino Unido (UKIP), formación de tintes xenófobos y populistas que capitaliza el desencanto con las instituciones comunitarias, las políticas dictadas por Alemania, la inmigración y los efectos de la crisis en las clases medias. Por su parte, el precedente de un sí a la secesión plantearía a la Unión Europea un nuevo problema existencial y un inopinado motivo más para la inestabilidad de la arquitectura política y económica comunitaria.
 
Salmond habla del 24 de marzo de 2016 como del (re) nacimiento de la nueva nación. Con todo, como remataba en Financial Times John Kay, "el grado de independencia económica del que puede disfrutar un país pequeño de Europa en el mercado global es inevitablemente limitado. Nada de lo que pase en Escocia en septiembre de 2014 cambiará esa realidad". Al fin y al cabo, en conjunto o considerando sus partes, Reino Unido ya ha salido con un impulso considerable de la recesión. En el fondo, muchos piensan que todo esto no va en serio. 
 

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