"Hay muchos niños abandonados por sus propios padres, muchas víctimas de muchas cosas terribles como las drogas o la prostitución. ¿Por qué Dios permite estas cosas?". La pregunta se la planteó Glyzelle Palomar al Papa Francisco a mediados de enero durante la visita del Pontífice a Filipinas. Bergoglio, sin palabras, decidió darle un abrazo a […]
Dirigentes Digital
| 11 mar 2015
"Hay muchos niños abandonados por sus propios padres, muchas víctimas de muchas cosas terribles como las drogas o la prostitución. ¿Por qué Dios permite estas cosas?". La pregunta se la planteó Glyzelle Palomar al Papa Francisco a mediados de enero durante la visita del Pontífice a Filipinas. Bergoglio, sin palabras, decidió darle un abrazo a la pequeña filipina. Glyzelle es una de las decenas de miles de niños y niñas abandonados. Constituyen la cara más amarga de Manila, una de las ciudades asiáticas donde la pobreza es más palpable en ciertas barriadas. Pero también la foto de una Filipinas que, más pronto que tarde y si no se tuerce el rumbo, puede empezar a cambiar.
Un país que crece entre golpe y golpe
El país lleva tiempo creciendo a un ritmo anual en torno al 7%: un 6,8% en 2012, un 7,2% en 2013, y un 6,2% en 2014. Y ello a pesar del azote, a finales de 2013, de uno de los peores tifones del sudeste asiático de la Historia moderna, con más de 6.000 muertos y centenares de millones de dólares en daños. Filipinas está, de hecho, en la lista de los 25 países que más han crecido en 2014, a falta de datos definitivos para algunos de ellos.
El Producto Interior Bruto del país se acerca ya a los 190.000 millones de euros. Se trata de un nivel intermedio- alto dentro de los países de la zona, pero aún resulta demasiado escaso para sostener a sus casi 100 millones de habitantes. En paridad de compra (PPP), su PIB ronda los 550.000 millones y con ello, la renta per cápita ajustada sitúa al país como pobre, en el lugar 120 del ranking del Fondo Monetario Internacional.
Filipinas es el tercer país más poblado del sudeste asiático, tras Indonesia y Vietnam. Pero el 30% de la población es tan pobre que apenas consume, y el conjunto de miles de islas no está interconectado entre sí.
La bolsa está alocadamente disparada. El Índice Bursátil de Filipinas, el PSEi, ha duplicado sobradamente su valor en los últimos cuatro años: si en mayo de 2011 estaba en los 3.000 puntos, a mediados de enero ya tocaba los 7.500. Parte del último rally se explica por la fuerte caída de los precios del petróleo a menos de la mitad, pero el crecimiento es sostenido y solo en un año la bolsa se ha revalorizado en un cuarto de su valor.
Otro de los factores de optimismo es la enorme confianza de los consumidores filipinos, baluarte de la incipiente clase media que todos los analistas esperan tras años de fuerte crecimiento. Son de los que más confían en la economía para el próximo semestre de toda Asia, según el Índice de Confianza de MasterCard, con una subida de siete puntos hasta los 77 sobre 100.
Por último, y a pesar del fuerte crecimiento, la inflación permanece bajo control: un 3% en 2013, un dato excelente en parte gracias a la fuerte apreciación del peso filipino.
Puede leer el reportaje completo en nuestra revista Dirigentes del mes de marzo.