Los nervios en San Sadurní de Noya, en los sindicatos de Freixenet y, por supuesto, entre los 12 primos miembros del Consejo de Freixenet estaban a flor de piel. A primera hora de la mañana debía el Consejo de Administración en el que las tres familias que dominan la compañía (los Ferrer, los Bonet y […]
Dirigentes Digital
| 29 mar 2016
Los nervios en San Sadurní de Noya, en los sindicatos de Freixenet y, por supuesto, entre los 12 primos miembros del Consejo de Freixenet estaban a flor de piel. A primera hora de la mañana debía el Consejo de Administración en el que las tres familias que dominan la compañía (los Ferrer, los Bonet y los Hevia) debían ponerse de acuerdo sobre si vender, probablemente a la Alemana Henkell según las fuentes consultadas. Finalmente se ha aplazado la cita, según publica La Vanguardia.
La defunción y el retraso no hace sino añadir más giros a una trama familiar ya de por sí enrevesada. "Es un clásico problema de tercera generación en las familias catalanas, nietos se pulen las empresas de los abuelos", explica a DIRIGENTES una fuente de la patronal catalana en contacto con algunos de los principales actores de la trama. "Los hermamos Bonet del actual presidente de la compañía lo ven cómo su último tren para hacer caja, más de más de 20 millones por cabeza con la oferta actual, y eso es mucho dinero para ellos".
Ese 31 de marzo de 2012 fue un bonito día para casarse. A la barcelonesa Iglesia de Santa María del Mar iban llegando los invitados, representantes de lo más granado de la alta sociedad empresarial catalana. Se casaba la nieta del ex molt honrable President Jordi Pujol. Ella, Mercè Pujol Gironès, hija de Jordi Pujol Ferrusola, se casaba con otro importante heredero, el mexicano Ignacio Garcia de Quevedo. El convite se celebraría poco después en las cavas de Codorniú, una fabulosa finca epicentro de la histórica empresa vitivinícola, según cuenta a Dirigentes uno de los invitados.
Los lazos entre Codorniú y la extinta Convergència i Unió son uno de los ingredientes de la trama empresarial más simbólica del mundo de las grandes familias catalanas: las rencillas internas y la posible venta de su competidora, Freixenet.
Mientras Codorniú está alineada con CiU, Freixenet es "afín al Partido Popular", asegura a DIRIGENTES una fuente de la patronal catalana. El Presidente de Freixenet, José Luis Bonet, que además es el Presidente de la Cámara de Comercio española, se ha posicionado claramente contra el independentismo. "Las cosas tienen que seguir como están, Cataluña es una parte esencial de España y tiene que seguir así", ha dicho, en unas declaraciones que enfadaron a algunos de los accionistas de la empresa calificaron. El 31 de enero de este año, La Vanguardia disparaba en la línea de flotación de Freixenet: "Crisis de gobernanza" en la compañía, se leía en el diario del Conde de Godó, alineado con las tesis de CiU. Alguien había filtrado al diario que uno de los tres linajes de herederos, los Hevia, querían vender por la "mala gestión" actual de la empresa de sus primos, los Ferrer. Empezaron así los dos meses más turbulentos de la reciente historia de la empresa. Unas turbulencias que pueden terminar con la decisión por el Consejo de Administración, cuando finalmente se celebre, de venderá la compañía a la alemana Henkell, o con la compra, por parte de la familia Bonet, de las de acciones de los Bonet y y los Hevia.
Pero este, el político, no es sino un aspecto más de una trama corporativa con muchas aristas. La más importante es el la del guirigay familiar. "Hay hasta 38 accionistas que no consiguen ponerse de acuerdo para salvaguardar todos los intereses", explican a Dirigentes fuentes de Foment del Treball. Algunos de ellos estarían pensando que este tren, la oferta millonaria de la empresa teutona, no va a volver a pasar, y los más de 20 millones por cabeza son mucho dinero para algunos de los hermanos Bonet y para Enrique Hevia, que según informaciones de prensa tiene sus otras empresas en números rojos. "Es un problema histórico en Cataluña con las terceras generaciones: los nietos ‘se pulen’ el capital de los abuelos", concluye la fuente.
Pero hay un último foco que es el que más impacto puede tener, el laboral. "Hay tormenta aquí en de San Sadurní de Noya", dice de forma figurada desde la sede de la compañía Sergio Lozano, presidente del comité de empresa de Freixenet, de CCOO. Lozano quiere subrayar que ellos ven tanto el statu quo actual como la venta a Henkell con buenos ojos. En principio al menos. Henkell es una empresa familiar, aproximadamente del mismo tamaño (un valor de unos 700 millones de euros), y probablemente no haga despidos. "Para nosotros son una buena opción porque ellos tienen mucha capacidad de vender, muchos tentáculos, y Freixenet mucha capacidad de producción, sobre todo en Alemania".
Lo que no quieren ni plantearse es la entrada de un grupo de inversión o de capital riesgo. Saben que estos inversores llegan y "sanean" para luego vender. Es decir: despiden. Subrayan que, además de las tres familias, hay un cuarto actor clave: las 1.200 familias que viven en la zona de Freixenet, solo de forma directa. Cualquier reestructuración laboral podría suponer un enorme impacto en San Sadurní de Noya, de 13.000 habitantes. Los trabajadores tratarán de reunirse con la empresa tras el Consejo de Administración para conocer cualquier novedad. Mientras, contienen el aliento. "No queremos convertirnos en un nuevo Panrico", concluye, en alusión a la empresa de la cercana Santa Perpètua de Mogoda que acordó en 2013 el despido de 745 de sus 4.000 trabajadores.
