En un reciente informe sobre el sector, los expertos de la firma McKinsey auguran que estas tendencias están definidas por cinco puntos clave: el fin de unas rentabilidades extraordinariamente elevadas en el pasado, el shock que sufrirá la gestión activa, más activos encaminándose hacia los alternativos, una mayor adopción de la tecnología digital y, por […]
Dirigentes Digital
| 14 nov 2016
En un reciente informe sobre el sector, los expertos de la firma McKinsey auguran que estas tendencias están definidas por cinco puntos clave: el fin de unas rentabilidades extraordinariamente elevadas en el pasado, el shock que sufrirá la gestión activa, más activos encaminándose hacia los alternativos, una mayor adopción de la tecnología digital y, por último, la excesiva regulación. Los expertos lo tienen claro: no se trata de un simple cambio en el ciclo económico. Se trata de un cambio fundamental en las bases donde se construye la industria. Según el estudio, el primer reto al que debe enfrentarse la industria es el final de 30 años de rentabilidades excepcionales. Los cálculos que manejan apuntan a una caída de la rentabilidad media de las acciones de entre 150 y 400 puntos básicos, y de entre 300 y 500 puntos para los activos de renta fija. Aún así, consideran que aquellas que sepan ofrecer valor añadido, podrían ver una oportunidad en este escenario, ofreciendo nuevas soluciones de inversión para sus clientes en busca de mayores retornos. En un entorno de menores retornos, y a medida que los clientes examinan sus nuevas necesidades de inversión, la firma advierte de que ciertos segmentos de la gestión activa se enfrentan a una “crisis existencial tras un periodo de bajos rendimientos que ha erosionado la confianza de los clientes”. Tanto, que anticipan que la industria de gestión activa verá cómo salen de sus arcas hasta 8 billones de dólares en activos durante la próxima década, o el 25% del total de la industria en el país. La pregunta es hacia dónde se dirigirá todo ese dinero. Y los expertos tienen claro que los fondos de gestión pasiva y los gestores capaces de generar alfa y cumplir con los objetivos del cliente, serán los grandes beneficiados de este entorno. Del mismo modo, consideran que habrá un impulso en el flujo hacia inversiones alternativas, especialmente hacia los mercados privados más ilíquidos. McKinsey también espera un crecimiento en los activos que ofrecen “previsibilidad y estabilidad en los rendimientos”, como es el caso de activos reales como las infraestructuras. Respecto a la revolución digital, la firma considera que la innovación en los procesos de datos y análisis debe ser algo prioritario para el sector de la gestión de carteras. “La industria lleva un retraso de una generación cuando se trata de tecnología”, advierten los expertos. Al igual que en Europa, la regulación es otro reto al que se enfrenta el sector, ante un periodo en el que estas entidades se enfrentan, por ejemplo, a la nueva normativa fiduciaria que entrará en vigor en abril de 2017, con la que el Departamento del Trabajo de EEUU pretende regular los posibles conflictos de interés en las entidades de asesoramiento y que, a juicio de los expertos, “será una de las mayores perturbaciones para la industria de gestión patrimonial en más de 40 años”. A juicio de la firma, esta normativa acelerará aún más la demanda de estrategias pasivas y fondos cotizados, así como el asesoramiento digital, que redefinirán la industria y el modelo de negocio de todos sus jugadores.