En 2010, la economía de Irán tenía un tamaño equiparable a la de su adversario en la zona Arabia Saudí. Pero desde 2012 con los levantamientos de embargos, la actividad ha tenido contracciones superiores al 6%. El alzamiento de las sanciones ha provocado un estirón de la economía iraní del 4,4% en el primer trimestre del año persa.
Según datos de la Oficina Económica y Comercial de España en Teherán, el PIB iraní se sitúa en los 450.000 millones de dólares, la segunda mayor economía de la región MENA (Middle East and North Africa) después de Arabia Saudí. Además, según el Centro de Estudios del Parlamento de Irán, el país cuenta con el 7% de las reservas minerales del mundo, cuyo valor se estima en 650.000 millones de dólares. Irán tiene el 9,1% de las reservas petroleras y la mayor reserva de gas natural (el 15,9% del gas mundial), y la Unesco lo ha declarado como uno de los diez países con mayor patrimonio cultural y artístico del mundo.
Según el FMI, para el próximo año el PIB puede llegar a tasas de crecimiento entre el 4 y el 5,5%, impulsado por el aumento de la producción de petróleo y gas, la reducción de costes comerciales y financieros y el acceso a esos activos que mantiene en el exterior. Ese crecimiento irá acompañado de un programa de inversiones públicas para renovar la casi totalidad de la deteriorada estructura productiva iraní, para lo que necesitará adquirir un gran volumen y variedad de bienes y servicios al exterior y atraer, al mismo tiempo, crecientes inversiones extranjeras directas.
El petróleo iraní ha comenzado a fluir en el mercado. Las exportaciones de petróleo de Irán han sobrepasado los dos millones de barriles diarios. No obstante, el país aún está lejos de los 3,4 millones de barriles diarios de media previos al veto. La ventaja es que el país ha aprendido a exportar más allá del crudo. Las exportaciones de bienes no petrolíferos superaron en 1.000 millones de dólares las importaciones.
Sin embargo, la economía iraní se enfrenta a múltiples desafíos. El Presupuesto 2015-2016 prevé un gasto de 85.000 millones de dólares que no pondrán compensarse con los 80.000 millones de dólares previstos de ingresos debido a los bajos precios del petróleo. El país cuenta con elevados niveles de inflación, que llegaron a alcanzar el 40% a mediados de 2013; en julio de 2015, el último dato disponible según el último informe de la Oficina Económica y Comercial de España en Teherán, la inflación se situaba en el 14,8%. También preocupan las cifras de paro, que según el Centro Estadístico de Irán se situó en el 12,4% en 2013, aunque los analistas creen que podría alcanzar el 20%.
Aparte de los retos económicos, el país se enfrenta a la inestabilidad política que provoca el tiempo preelectoral. Hasán Rohaní, actual presidente, se presentará a la reelección. Su mandato ha estado marcado por el aperturismo del régimen ayatola y de la economía, que ha levantado algunas ampollas en las facciones más religiosas. Hasta el punto de que el líder supremo de Irán, Alí Jameneí, ha dado toques de atención en público. Pero el mayor enemigo de Rohaní es la economía, a pesar de los buenos datos hay falta de avances perceptibles por la población iraní.